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domingo, 9 de abril de 2017

Adelanto: Capítulo 19 (primera parte) Etched in Bone - Anne Bishop


Capítulo 19



Windsday, 22 de Messis


Meg bajó las escaleras de su apartamento y giró hacia el lado del Complejo Verde que contenía el correo, la lavandería y las habitaciones sociales, así como el arco que conducía a los garajes. Luego se volvió en la dirección opuesta y dio unos pasos hacia la puerta principal del apartamento de Simon.

No había vuelto anoche. Bueno, lo había hecho. Había dejado una nota en la mesa de la cocina, diciendo que tenía que ir a trabajar temprano, así que debería manejar ella hacia la Oficina del Enlace. Pero se despertó sola esa mañana. Si había regresado anoche para dormir un poco, no había vuelto a ella.

¿Había hecho algo que le molestó? ¿Podría preguntarle? ¿Se lo diría? Así era como se sentía cuando se rompía con alguien... ¿Qué? ¿Qué te importa? ¿Amado? ¿Cómo podía saber lo que sentía por Simon? Nunca había tenido esos sentimientos antes. En ese momento, se sentía perdida, sola y asustada.

La forma en cómo estaban las cosas entre ella y Simon no era igual a como se daban las cosas entre Merri y Michael, por ejemplo. Su relación no era como las que había leído en lo que Simon y Vlad llamaban los libros de besos. No era una relación sin complicaciones, pero no estaba plagada de malentendidos, -que, según Merri y Ruth, eran mucho más divertidos al leer que al experimentar. No todas las relaciones funcionaban. Y a veces la gente estaba confundida e insegura de lo que sentían y de lo que querían tener y darle a alguien más.

Tal vez esto era normal. Tal vez Simon sólo necesitaba una noche para salir y hacer cosas Lobunas con otros Lobos. Cosas que ella no podía hacer.

—Estás mirando algo, pero estoy bastante seguro de que no es a mí.

Meg soltó un sonido que podría haber sido un ladrido, tendría que haber sido un grito, pero no fue ninguno, ya que apenas emitió un sonido.

— ¡No te me acerques sigilosamente! —  reprendió a Jester.

El Coyote la miró fijamente.
—No hubo ningún sigilo. Solo me acerqué a ti. Pensé que me habías visto. No es mi culpa que estuvieras mirando algo que no estaba aquí. —Estudió la puerta cerrada de Simon, luego la miró con atención—. ¿Qué estabas mirando?

Sintió que su cara se calentaba de vergüenza.
—Nada.

—Huh. Debe ser una cosa humana. Cuando estamos enfocados, estamos mirando algo.

—Tengo que irme a trabajar, pero voy a ir a Un Pequeño Bocado a desayunar primero. —Tal vez Tess sabría por qué Simon tuvo que ir a trabajar tan temprano.

—Ya he desayunado, pero me gustaría una gran taza de té de hierbas.

Algo sobre el brillo en los ojos de Jester, algo sobre la manera en que se lamió los labios cuando dijo que ya había desayunado, incomodó a Meg.

— ¿Comiste conejo? — ¿O una rata? Sabía que, para la mayoría de los residentes del Courtyard, los conejos y las ratas eran carne intercambiable, y lo que se consumía dependía de lo que pudiesen atrapar. Pero ella era humana, y aunque comía la carne de una criatura, no tenía ganas de probar la carne de la otra.

—No, no a un conejo.

Esa mirada en los ojos del Coyote, un recordatorio agudo de que era tan depredador como el resto de los Terráneos que vivían el Courtyard.

— ¿Vas a ir manejando al trabajo? —preguntó, sonando... y pareciéndose más al Jester que conocía.

Puesto que la tenía agarrada del codo y la conducía hacia el pasaje y a los garajes, no parecía necesitar una respuesta. De hecho, ninguno de los dos dijo nada hasta que pasaron por la Plaza Comercial y vio los carteles de Cerrado pegados a los caballetes que bloqueaban todos los arcos que daban acceso a los negocios.

— ¿Pasó algo anoche? —Vio a Nathan, Blair, y Vlad -y a Simon- saliendo de la carnicería.

—Ah, alguien hizo un poco de lío, —respondió Jester—. Supongo que la Asociación Empresarial decidió cerrar todos los negocios por un par de horas para hacer una limpieza a fondo.

— ¿Qué clase de lío?

—No te puedo contar... y como no quiero meterte en problemas, por favor, no me preguntes de nuevo.

¿Jester no quería meterse en problemas? ¿Quién podía intimidar al Coyote que cuidaba de los corceles de los Elementales?

Podía pensar en unos pocos además de los Elementales. Simon, por ejemplo. Pero también Henry, Vlad y Tess. Incluso el Sr. Erebus. Como Jester era un amigo, no volvió a preguntar.

Cuando llegaron a los garajes detrás de la Oficina del Enlace, Jester salió del Bow y le abrió la puerta del garaje. Luego se apresuró a entrar en Un Pequeño Bocado, sin esperarla.

Ya no tenía apetito, no es que hubiera querido comida alguna desde que vio la nota de Simon en la mesa de la cocina. Meg tomó su bolso y sacó la bolsa transportadora del Bow y se dirigió a la puerta trasera de la Oficina del Enlace. Acababa de abrir la puerta cuando Kowalski caminó por el camino de acceso, vestido para trabajar.

—Hola, Meg. —Kowalski sonrió, pero parecía distraído por los caballetes y el cartel que bloqueaba el tercer arco que conducía a la Plaza Comercial. Luego miró el segundo piso de su edificio—. ¿Sabes si el agente O'Sullivan está aquí? ¿O si tiene compañía?
—Creo que todavía está en Hubb NE, —respondió Meg. Luego parpadeó—. ¿Compañía? ¿Cómo, compañía romántica? —Greg O'Sullivan parecía demasiado intenso para tener una novia, y si tenía una, probablemente vivía en Hubbney. Además, O'Sullivan conocía las reglas de traer a alguien al Courtyard sin avisar a Simon o a Vlad. No podía imaginarlo haciendo algo que pudiera matar a su amiga.

—Ser un agente de la GTI no elimina el morreo.

— ¿Morreo? — Qué palabra tan extraña.

Él sonrió.
—Algo que a ti ya Simon les va a gustar probar en algún momento.

No podía decirle si sería así o no hasta que descubriera lo que significaba la palabra.

El humor se desvaneció de la cara de Kowalski.
—Te lo pregunté porque noté una furgoneta en el lote de El Ciervo y la Liebre. Podría ser alguien estacionando allí para hacer una entrega temprana a uno de los otros edificios en ese lado de la calle. Pero si perteneciera a alguna invitada de alguien que hubiera pasado la noche sin permiso...

— ¿Los animarías a terminar con el morreo y a que salieran a desayunar antes de que alguien se diera cuenta?

—Algo así.

Su respuesta no le proporcionó ninguna pista, por lo que mentalmente viajó a través de las imágenes de entrenamiento de juegos, ya que a eso le sonaba la palabra. ¿Tal vez era algo como el bingo? Pero no podía imaginar a nadie arriesgándose la ira de Simon -o los dientes de Blair- para quedarse toda la noche jugando al bingo.

Kowalski inclinó la cabeza hacia la Plaza Comercial.
— ¿Sabes algo de eso?

—Jester dijo que alguien hizo un lío.

Se tensó un momento antes de intentar dar la impresión de sentir curiosidad pero no mucha preocupación.
— ¿Un lío? ¿Las tiendas fueron vandalizadas?

—No lo sé. Cuando pasé, parecía que estaban trabajando en la zona abierta, no en las tiendas. Tendrías que preguntarle a Simon o a Vlad. No supe nada hasta que llegué hace unos minutos. —Meg lo estudió—. ¿Karl? ¿Algo va mal? —De repente, la broma acerca del morreo fue apagada, se sentía incómoda, igual que cuando el brillo en los ojos de Jester la hizo sentir incómoda.

—Probablemente no. Pero como al Capitán Burke le gusta decir, tratamos de mantener las cosas tranquilas. —Sonrió—. Es mi turno para tomar café, así que mejor me voy.

Tenía la sensación de que Kowalski dejó de sonreír en el momento en que se dirigió a la puerta de atrás de Un Pequeño Bocado y ya no pudo ver su cara. Tenía la sensación de que Kowalski, como Jester, sabía más de lo que decía.

Y tenía una muy mala sensación de que debía saber lo que había pasado en la Plaza Comercial la pasada noche.

*****

Simon salió de la carnicería y vio a Meg conducir el Bow. Por un momento, se sintió feliz, emocionado de verla. Luego se sintió incómodo. Mareado. Culpable.

—Boone está lavando la vitrina, haciendo eso de la limpieza humana, —dijo Henry, acercándose hasta estar a su lado—. Cuando haya terminado, sacará el resto de la carne.

—No. Esa carne va a La Carne no es Verde para las comidas de allí.

—Entonces Boone no tendrá nada que vender hasta que llegue el próximo cargamento de carne de las granjas, —dijo Henry. Él esperó un golpe—. No hay nada malo con la carne que fue tomada. No estuvo fuera de la nevera lo suficiente para empezar a echarse a perder.

—La carne está bien para nosotros, pero no para los humanos.

—La carne estuvo fuera el mismo tiempo que cuando los humanos la compran en una carnicería y la llevan a casa.

Simon vaciló. Henry tenía razón. La carne no se había estropeado en el corto tiempo que salió de la carnicería, y no había razón para decirles a los humanos que había estado fuera. Entonces se imaginó llevando a casa uno de esos asados ​​para que Meg cocinara y comiera, y sacudió la cabeza, frustrado de no poder explicar sus sentimientos, ni siquiera a sí mismo. La carne de cerdo y la de vaca no pudieron haberse estropeado de una manera que las hiciera no comestibles para los humanos, pero el robo las había estropeado sin embargo.

—No será vaca o cerdo, pero Boone tendrá algo que vender a quien quiera comprar carne.

Todos en el Complejo Verde, y cada congelador en los otros complejos, tenían algunos paquetes de carne de bisonte congelada de los becerros que mataron unas semanas atrás. Los Terráneos no entenderían por qué la carne de vaca y cerdo que fue sacada de la carnicería no podía ser enjuagada y devuelta a la carnicería para que Boone la vendiera, pero la mayoría llegaría a la conclusión de que esta carne, por alguna razón, molestaría a Meg y a la manada femenina, así que le darían a Boone un paquete de carne de bisonte para venderla en la carnicería a cambio de vaca o cerdo fresco.

Pero a Meg no le gustaba la carne de bisonte. Tal vez, cuando no estuviera tan lleno, podía cazar un conejo sólo para ella. O podría llamar a Steve Barquero para comprar de un poco de carne, o incluso un pollo, de una de las tiendas en Desembarco del Ferry.

Pensar en Meg y en la razón por la que estaba tan lleno lo hizo gruñir.
—Eran invasores. Ladrones. Malos humanos. No fue como si nos hubiéramos comido a una de sus amigas.

—Eran invasores y ladrones, —convino Henry—. Y eso los convirtió en enemigos. Y en carne.

Simon sintió el peso de la mirada de Henry. El guía espiritual del Courtyard que bien podía hablarle o golpearle con una pata de Oso Pardo.

—No eres humano, Simon, —dijo Henry en un bajo rumor—. Nunca serás humano. Y los que son humanos, siempre serán carne.

—No todos ellos. No más. —Y ahí estaba el tema, la forma en cómo él, con el acuerdo de Vlad, Henry y Tess, habían elegido para castigar al ladrón restante iba a causar todo tipo de disgustos entre los humanos.

Sintió que algo se movía dentro de él, un alboroto de cambio que estuvo y se fue.

No era humano. Nunca sería humano. Pero, en realidad, ¿aún era un Lobo Terráneo?

*****

Una vez que Lizzy entró en la casa de los Denby para desayunar con Sarah y Robert, Monty y Pete Denby se unieron a Kowalski y Debany entre el frente del dúplex y la acera pública.

—Algo pasó anoche, y no creo que haya terminado, —dijo Kowalski, sosteniendo el porta bebidas para que todos pudieran tomar un café—. Meg no lo sabe, pero Tess sí. Su cabello estaba rojo y verde, y se enrollaba de esa manera que hace que parezca tener vida. La forma en que ella me miró... —Se estremeció—. Fue como si estuviera esperando algo.

— ¿Qué debemos hacer? —preguntó Pete.

Monty consideró la pregunta y consideró a sus hombres. Kowalski estaba en uniforme, listo para ir a trabajar. Debany llevaba una camiseta y pantalones vaqueros, ya que su turno oficial comenzaba más tarde por la mañana.

—Karl, quiero que te quedes cerca del Courtyard durante un rato y vigiles las cosas. —Monty miró a su propio edificio de apartamentos y esperó la señal que indicaba que Kowalski sabía exactamente a quién necesitaba vigilar—. Michael, te vas de servicio a tu hora habitual, pero mantén tu teléfono móvil a mano en caso de que Karl necesite respaldo por cualquier razón. —Miró a Pete—. El resto debe hacer su trabajo como de costumbre.

— ¿Crees que es seguro que los niños vayan a la escuela? —preguntó Pete.

—Creo que hoy es el lugar más seguro para ellos, —respondió Monty.

Sacó su teléfono móvil y llamó a la estación de la calle Chestnut, pidiendo un coche y un chofer para recogerlo. También habló con el Capitán Burke, informando lo que sabía.

Se quedaron en la acera, bebiendo café y hablando en voz baja para que no fueran escuchados.

—Si el patrullero sigue revisando el túmulo, los Halcones o Cuervos van a notarlo y lo reportarán, —dijo Kowalski—. Quizá el Capitán Burke pueda hablar con el capitán de la patrulla montada y hacer que examinen el túmulo. Patrullan el Parque de Lakeside, por lo que no va a parecer extraño que un oficial pase por el lugar.

Pete miró a los tres oficiales.
— ¿Hay una patrulla montada? ¿Hombres a caballo?

—Había una patrulla montada en Toland, —dijo Monty—. Y policía comunitaria también.

—Aquí los oficiales a caballo principalmente patrullan alrededor del parque y la universidad, y los policías comunitarios están en su mayoría en el centro de la ciudad, —dijo Kowalski.

Monty pensó en Jana Paniccia, la joven que fue a Bennett para convertirse en ayudante de sheriff porque no podía conseguir un empleo como oficial de policía en una ciudad controlada por humanos. Ahora patrullaba con un caballo y un revólver. Se preguntó cómo se llevaba con el sheriff, que era un Lobo.

El oficial Daniel Hilborn se detuvo en uno de los espacios de estacionamiento cerca del dúplex.

—Ese es mi coche, —dijo Monty—. Voy a comprobar el túmulo. Si no encuentro nada, hablaré con el Capitán Burke acerca de cómo conseguir ayuda para monitorear el sitio. —Entró en el patrullero e instruyó a Hilborn a conducir hasta el túmulo. Era un lugar en el Parque de Lakeside, enfrente del Courtyard, donde los documentos y otros artículos personales eran dejados cuando los humanos entraban en el Courtyard sin ser invitados. Cuando eso ocurría, no habría un cadáver que encontrar, así que la identificación que quedaba en el monumento era el único medio que la policía tenía para llenar un formulario DUD necesario para que una familia pudiera obtener un certificado de defunción.

Pero no había nada en el lugar donde habían estado los cazadores la noche en que mataron a Daphne Wolfgard y trataron de disparar a Sam. Nada escondido entre las piedras. Sin billetera, sin llaves, sin libreta de racionamiento o licencia de conducir. Nada.

Volviendo al patrullero, Monty llamó a Kowalski.

—Llamé por la matrícula, —dijo Kowalski después de decirle a Monty sobre la furgoneta estacionada en el lote de El Ciervo y la Liebre—. Comprobamos la guantera. No hay tarjeta de seguro o registro. Pero la puerta del lado del pasajero estaba desbloqueada.

—Si el propietario no aparece en unos minutos, que el vehículo sea remolcado a la estación.

—Sí señor.

Monty terminó la llamada. Al cabo de un minuto, se dio cuenta de que el Oficial Hilborn lo observaba.

— ¿Dónde, señor? —preguntó Hilborn.

Si dejaba un vehículo, ¿por qué no bloquear todas las puertas? ¿Y por qué el conductor salía del lado del pasajero? Pero había vías en un vehículo que no dejaban rastro: una ventana abierta una grieta para dejar entrar el aire fresco, las rejillas de ventilación, probablemente otras formas que no podía nombrar. Cualquier apertura por la que el humo pudiera fluir proporcionaría acceso. Lo suficientemente fácil como para eliminar cualquier material que tuviera el nombre de una persona o dirección. Fácil de desbloquear la puerta del pasajero y salir con el material.

También habría sido bastante fácil el bloquear la puerta del pasajero. ¿Descuido o intencional?

—De vuelta a la estación, —dijo Monty—. Pero me gustaría que permanezcas disponible como conductor hoy.

—Sí señor.

Los humanos conectados al Courtyard necesitaban mantener la ilusión de trabajar como siempre, hasta el momento en que no fuera posible.

*****

Meg cerró la puerta privada casi del todo. La puerta de entrada todavía estaba cerrada. No era hora de abrir la oficina todavía, así que Nathan no estaba allí para mantener un ojo en las cosas, incluido ella. Especialmente ella.

Volviendo a la mesa de la sala de clasificación, cogió la navaja plateada. Un lado del mango tenía algunas hojas y flores. El otro lado estaba llano y tenía un grabado en él. Lo que fue su designación; Lo más cercano que tuvo a un nombre durante veinticuatro años.

Nadie quería contarle lo que estaba pasando, pero la navaja se lo diría. Salvo que ella no sentía ningún pinchazo que guiara a la parte derecha de su cuerpo para hacerse el corte.

Frustrada, Meg metió la navaja en el bolsillo, abrió un cajón y sacó la caja de las cartas proféticas. Extendió todas las cartas sobre la mesa, incluyendo las nuevas que eran en realidad un juego de niños con ilustraciones simples. Pasó los dedos sobre todas ellas, moviéndose hacia adelante y hacia atrás.

Necesitaba una pregunta.

Una cosa buena acerca de usar las cartas era que podía hacer tantas preguntas como quisiera. Si no lo hacía bien la primera vez, podría intentarlo de nuevo. Pero todavía necesitaba un punto de partida y no sabía cómo condensarlo en una pregunta.

Algo ocurrió en la Plaza Comercial en la noche. ¿Eso terminó, o algo sucedería en consecuencia?

Las yemas de sus dedos hormiguearon, luego empezaron a arder mientras rozaba las cartas.

Una, dos tres. Sujeto, acción, resultado.

Dio vuelta las cartas. La figura encapuchada con la guadaña. Un coche de policía con las luces parpadeando conduciendo por una calle de la ciudad. Una cara de caricatura de un hombre enfurecido agarrando los barrotes de una celda de la cárcel.

Meg levantó la carta del hombre en la cárcel y frunció el ceño. La cara del dibujo le hizo pensar que la carta debería ser del juego de niños, no de la cubierta del paisaje urbano de las cartas para leer la fortuna. Dio vuelta a la carta para mirar la parte de atrás. Estaba trabajando con varias cubiertas para crear una nueva baraja de cartas proféticas que podría ser usada por las Casandra de sangre, pero podía decir de qué cubierta venía una carta por el diseño en la tapa.

La carta se le resbaló de la mano. Cuando la recogió y le dio vuelta, se dio cuenta de que había recogido dos cartas.

La nueva carta era un cartel que decía: ¡PELIGRO!

—Eso no es de mucha ayuda, —murmuró—. ¿Qué clase de peligro? ¿Quién está en peligro?

La punta de su lengua se estremeció al mismo tiempo que un zumbido áspero llenó las puntas de sus dedos. Entonces su mente quedó en blanco por un momento. No, no en blanco. Su mente se... veló.

Meg parpadeó. Apoyó las manos sobre la mesa.

Eso fue extraño. No hubo ninguna sensación de euforia, que por lo general velaba la mente de una profeta de la sangre de las imágenes que veía, pero Meg definitivamente había experimentado el velo protector.

Examinó sus manos buscando evidencia de cortes de papel o pinchazos que podrían haber sangrado, luego presionó su lengua contra el paladar de su boca. Sin cortes, sin sensación de dolor.

Pero había tres cartas más volteadas boca arriba sobre la mesa.

La primera carta era un bosque moteado, como si una persona estuviera caminando entre los árboles hacia un prado iluminado por el sol. La segunda carta era una lápida. La tercera carta era un espejo.

Tragó saliva y deseó no haber hecho ninguna pregunta.

De alguna manera, lo que había sucedido en la Plaza Comercial conduciría a una tumba en el bosque. En cuanto a quién estaba en peligro...  Bueno, ¿a quién veía una persona cuando se miraba en un espejo?

Meg devolvió las cartas a la caja de madera, dejó la caja en el cajón y lo cerró. Las profecías no eran una certeza absoluta, ni siquiera con la navaja. Y todavía no sabía lo suficiente sobre el uso de las cartas para estar segura de su interpretación. Además, si continuaba haciendo preguntas y sacando cartas por respuestas, ¿cómo podía saber si alguna de ellas era la pregunta que necesitaba hacerse?

Y estaba esa inquietante experiencia de que su mente quedó velada sin la euforia que seguía cuando era cortada.

Tal vez debería consultar con Theral y averiguar si Emily Faire, la enfermera practicante, tenía horas de oficina hoy. Y debía escribir los detalles de este episodio para el Dr. Lorenzo, ya que estaba trabajando con un grupo de trabajo para comprobar el bienestar de las Casandras de sangre. Éste era exactamente el tipo de cosa que él tenía que saber.

El estrés o la ansiedad podían hacer que el cuerpo reaccionara extrañamente. Había leído un artículo sobre eso recientemente. Así que tal vez su mente no se había velado de la forma en que lo hacía cuando usaba la navaja y por eso no había sentido la euforia. Tal vez se había borrado debido al estrés o la ansiedad. ¿Le pasaba eso a la gente?

Sacó el cuaderno que usaba para registrar cualquier cosa revelada usando las cartas, fechó una página limpia y escribió:

Figura encapuchada con guadaña + patrullero + hombre en la cárcel

Señal de peligro

Bosque + lápida + espejo

¿Cómo comenzaba una secuencia de eventos con la muerte y terminaba con ella? Suponiendo que su interpretación fuera remotamente exacta.

— ¡Arroo!

Nathan, reportándose en el trabajo.

Nada más que pudiera hacer ahora mismo. Incluso si su cerebro estaba enloqueciendo y las cartas no significaban nada, debía mostrarle a alguien. Henry o Vlad o Merri Lee.

Quería mostrarle a Simon, pero ¿y si quería una excusa para alejarse, para evitar seguir siendo amigos? Los Lobos no se alejaban de los miembros de la manada que tenían cerebros vacilantes. Saltarín era prueba de ello. Pero ella no era un Lobo, no era realmente de la manada.

Si le dijera a Henry o a Vlad, se lo dirían a Simon. Merri Lee, entonces. Le mostraría a Merri Lee durante su descanso del mediodía.

— ¡Arroo! —Más insistente. Si Nathan tuviera que esperar mucho más, empezaría a aullar.


Meg puso el cuaderno en el cajón con los otros cuadernos y se apresuró a abrir la puerta de la oficina para el Lobo guardián.

8 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhh simón está avergonzado de haber matado humanos... Y se puso feliz al ver a Meg ♥ lo adoro...

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  2. Todos están alterados, Meg no sabe que hacer y Jimmi debe de estar muy cómodo en su casa. La pregunta que se hizo simón fue realmente algo, ¿aun era un lobo Terraneo? Eso es algo muy abstracto, los antiguos deben de estar muy curiosos. Mil gracias por sus esfuerzos Chicas (^o^)/

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  3. Lástima que no se comieron al instigador de todos esos problemas...

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  4. Espejo? Me suena a que Meg esta en peligro....Gracias chicas
    Mariana

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  5. Ahora no duermo de pensar q le va a pasar algo a Meg....

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  6. Le han estado advirtiendo a Simon que no se vuelva demasiado Humano, esa molestia que tiene por haberse comido a unos humanos no la había tenido antes, creo que eso va a generarle problemas a futuro

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    1. Lo que le molesta a Simon es que eso le moleste a Meg,

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  7. uy...este capitulo esta lleno de confusion...me pregunto sobre lo de la camioneta...porq solo estaba abierto la parte del pasajero...

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