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jueves, 14 de abril de 2016

Adelanto: Capítulo 31 Marked in Flesh - Anne Bishop


Capítulo 31




Firesday 22 de Juin


Al oír el gruñido de Nathan y los graznidos de regaño de Jake, Meg se precipitó al mostrador del frente para averiguar qué estaba mal. Luego su boca se abrió mientras miraba a Robert, Sarah, y Lizzy jugando con una pelota grande en el área de las entregas, un lugar donde un gran camión de reparto, que entrara rápido, podría llegar a ellos. Un lugar que no era un parque infantil. Ellos lo sabían.

—¡Robert!  —Gritó Lizzy—. ¡Oso Grr dice que se supone que no podemos jugar aquí! ¡Se supone que debemos jugar en la parte de atrás!

Meg se quedó sin aliento y se agarró al mostrador cuando un zumbido doloroso le llenó el abdomen y la zona lumbar. Cuando oyó el crujido de alguien que se movía en el piso de arriba, el zumbido se desvaneció tan rápido como empezó, dejando un eco de dolor.

—¡Oso Grr es un cretino! — Robert le lanzó la pelota a Lizzy, que golpeó a Oso Grr, actuando este como un bate y logrando conectar con la pelota, enviándola en un arco alto.

—¡Robert! — Pete Denby gritó desde una ventana del piso superior.

Robert se congeló por un momento ante el sonido de la voz de su padre. Luego, al ver el balón cayendo haciendo un arco sobre su cabeza, se giró para correr detrás de él.

Dolor. Abdomen, espalda, piernas. Recordando imágenes de entrenamiento de personas heridas en accidentes de tráfico, la visión de Meg se ensombreció, y gritó:
—Nathan, ¡detenlo! ¡detenlo!

Pasos golpetearon por encima mientras Nathan se lanzaba por la puerta y atrapaba a Robert cuando el niño estaba sólo a dos pasos de la calle, haciéndole caer de una manera que garantizaba codos y rodillas amoratadas. Entonces Pete Denby también estaba allí, y las chicas estaban llorando porque Pete estaba enojado y Nathan estaba gruñendo... y el teléfono no dejaba de sonar y sonar.

El dolor en el cuerpo de Meg se desvaneció de nuevo, dejándola con una sensación de debilidad, pero la piel a lo largo del lado derecho de la mandíbula empezó a arder.

Centrada en Pete y Nathan enfrentándose, tomó el auricular y dijo:
—¿Qué?

—¿Meg?

La voz temblaba tanto que no estaba segura de haberla reconocido.
—¿Esperanza?

—Meg... correr... ocultarse. Muerte.

—¿Esperanza, qué... ?

—¡Corre!

—¿Esperanza? ¡Esperanza!

La chica ya no estaba allí. Meg escuchó el tono de marcado, luego dejó caer de nuevo el receptor en la base. Se precipitó a la sala de clasificación y cerró la puerta privada.

Cualquiera que fuera la visión que podría haber visto sobre Robert... Ya había pasado. Todavía se sentía débil y enferma, pero no había ninguna punzada o zumbido en su zona lumbar. El dolor estaba a lo largo de su mandíbula ahora, el punto donde había soñado que se cortaba.

Correr. La orden que Esperanza gritó, le ardía bajo su piel. ¿Pero correr de qué? Las cartas no suministrarían la respuesta.

Meg abrió su navaja de plata, colocó la hoja contra el lado derecho de su mandíbula, e hizo un corte largo. Dejando a un lado la navaja, apoyó las manos sobre la mesa y se tragó la agonía, así como las palabras con el fin de ver esta profecía.

Las imágenes se apilaron como una serie de fotografías que se veían tan rápido que apenas podía entender. Lobos. Sangre. Muerte. Eso era común en todas las imágenes. Pero la tierra...  lugares similares, pero no los mismos lugares. Un mar de hierba. Cabañas construidas cerca de las montañas. Más lugares que se convirtieron en un telón de fondo para la muerte. Muchos más.

Por un instante, vio a Simon en el Complejo Wolfgard, un lado de su cara cubierta de sangre. Entonces vio... ella vio...

Alejándose de la mesa, Meg se inclinó y vomitó en el suelo.

Correr. Ocultar la manada.

—Sam, — susurró.

Apartándose de la suciedad, vio el teléfono en el mostrador. Había visto... Conocía ese rostro.

La agenda telefónica, recientemente adquirida en Las Tres P, estaba al lado del teléfono. Meg fue a la sección W y llamó al número.

Almacén de ramos generales Walker. Jesse al habla.

Se obligó a pronunciar las palabras.
—Soy Meg Corbyn.

—¿Meg?

Si no se iba de allí pronto, algo dentro de ella se rompería. Aún así, se esforzó para diseñar las imágenes de una manera que Jesse Walker pudiera comprender.

—Bisonte. Rifle. Muerte. Lobos. Trampa. Muerte. Cuerpos. Cuerpos. La cara de Joe. Fuego, fuego, fuego.

—¿Meg? — Alarmada ahora.

Las imágenes nadaban delante de sus ojos, demasiado horribles para soportar.
—Correr. Ocultar los cachorros. Ocultar los niños. Correr. ¡Correr!

El miedo la estimuló, y Meg siguió su propia advertencia. Tomó las llaves de su Bow de su bolso y salió corriendo por la puerta de atrás, chocando con Vlad, pero incapaz de parar, incapaz de hablar. Ella abrió la puerta del garaje, saltó en su Bow, y por poco no atropella a Simon mientras se retiraba.

—¡Meg! — Gritó Simon.

Ella lo miró, tratando de encontrar las palabras, y sólo pudo encontrar una.
—¡Corre!


Ella pisó el pedal acelerador, inclinando al doblar la esquina, y se dirigió hacia el Complejo Wolfgard tan rápido como el pequeño vehículo podría ir.

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