Capítulo
30
Firesday
22 de Juin
Esperanza dejó
caer el lápiz color gris, horrorizada por el dibujo. Ella saltó y medio cayó en
la cama ya que sus piernas, -adormecidas
por haber estado dobladas por mucho tiempo-, no pudieron sostenerla. Sintió
como un calor liquido le recorría por las piernas, apenas entendiendo que se
había mojado sobre sí misma.
Temblando,
llorando, demasiado temerosa para pedir ayuda -demasiado temerosa de que nadie
respondiera-, se obligó a mirar el dibujo de nuevo.
Más que
muerte. Un horror que nunca se olvidaría.
Miró más de
cerca. No conocía esa cara. No vivía en Aguas Dulces. ¿Había dibujado esa cara
antes? No podía recordar.
El miedo
creció en su interior, sus garras filosas cortaron su capacidad de raciocinio.
Tenía que
encontrar a Jackson y a Grace. Tenía que correr, escapar, esconderse. Tenía que
contar...
Un rostro en
la esquina del papel, aparte del resto del dibujo.
... la Trailblazer.
Esperanza se
puso de pie. Podía correr rápido ahora. Podía correr a la cabaña de
comunicaciones y llamar a la Trailblazer.
Recordó el número. Llamaría porque el peligro golpearía en otro lugar antes de
llegar a Aguas Dulces. Así que llamaría, y entonces buscaría a sus amigos y
huirían y se ocultarían.
Ella tropezó
al salir de la cabaña Wolfgard, casi se cayó por las escaleras.
¡Caw!
Uno de los
Ravengard, la observaba.
No había
tiempo para explicar. No hasta que hubiera enviado la advertencia.
Esperanza
avanzó tambaleante entre las cabañas que formaban el asentamiento Terráneo
hasta llegar a la carretera de tierra. Luego corrió tan rápido como pudo a la
cabaña de comunicaciones, perseguida por la imagen de un dibujo lleno de
muerte.
*****
Joe Wolfgard
rascó en la puerta de la habitación del motel de Tolya, se dio la vuelta y
escuchó el aullido de los Lobos en la distancia.
El Cantar de
la batalla.
«¿Qué pasa?»,
Exigió.
«¡Los
humanos!», Fue la respuesta. «¡Están disparando de nueva a nuestros bisontes!
¡Están matando a nuestra carne!»
«¡Esperen!
¡Pueden dispararles a ustedes también!»
Sin embargo,
los cazadores y los guardianes de la manada, demasiado enfurecidos por la
masacre sin sentido, no escucharon.
Tolya abrió la
puerta.
—¿Joe?
«Los humanos
están matando a los bisontes de nuevo.»
—¿A plena luz
del día? ¿Cuándo somos capaces de reconocerlos? — Había sospecha en la voz de
Tolya.
Los humanos
habían sido cuidadosos hasta el momento. Se habían quedado dentro de los
vehículos para que los Lobos no pudieran recoger sus aromas. Pero Tolya tenía
razón, los humanos no se expondrían a menos que estuvieran haciendo algo más
que ser taimados.
«Tengo que
frenar a la manada.»
—Ve. Voy a
mantener un ojo en los humanos de aquí.
Joe corrió en
la dirección de la manada y se preguntó si se había perdido alguna nueva señal
de que los humanos se hubieran vuelto rabiosos.
Cada vez más Esperanza me produce ternura
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