CAPÍTULO 31
Vicki
Moonsday, 19 de Juin
Julian
Farrow me miró a los ojos e hizo una mueca. Pensé que tener moretones morados
sobre mi ceja parecía ser lo suficientemente malo, pero cuando los moretones
secundarios aparecieron ayer, coloreando toda el área de los ojos, decidí que
el violeta no era un mal aspecto en comparación.
Dos
mujeres de mediana edad estaban hojeando los estantes de libros de romances
usados. En una comunidad tan pequeña, uno pensaría que conocería a todos, al
menos de vista, pero no conocía a estas dos mujeres más allá de su clase: eran
del tipo de club de campo de Sproing, sí, Sproing era un lugar que podía
permitirse construir un club campestre para el puñado de familias que eran
demasiado importantes para codearse con el resto de nosotros. Estas eran esas
mujeres que no pensarían en ir a Entra y
Tómalo para almorzar o ir a la tienda de ropa local a menos que quisieran
que todos supieran que querían visitar los barrios bajos. Eran del tipo que
hacía un viaje de temporada a Hubbney o Toland para una juerga de compras de
ropa, cosa que no impresionaba a nadie excepto a ellas mismas.
Mi ex
suegra era como ellas, sonriendo y manteniendo su voz devastadoramente
agradable mientras enumeraba mis insuficiencias y todas las razones por las que
Yorick podría haberlo hecho mucho mejor si hubiera pensado con la cabeza en vez
de dejar que sus entrañas respondieran a una tentación del momento, que era la
única razón por la que lo había atrapado para casarme. El hecho de que no
tuviera acceso a ninguna parte del dinero de la familia cuando nos casamos y que
necesitó a alguien para ayudarlo mientras "crecía en su potencial"
significaba que ninguna de las chicas elegantes le habría sido de utilidad, ya
que, también, hubieran necesitado que alguien los apoyara mientras crecía en su
potencial.
En una
fiesta para nuestro quinto aniversario, uno de sus amigos le preguntó por qué
se aferraba a su esposa inicial ahora que estaba establecido. Cuando Yorick
simplemente se rió, eso debería haberme dicho algo, pero para entonces yo le
creí cuando me dijo que nadie más querría follarme, y mucho menos casarse con
alguien que parecía rechoncha incluso con el vestido más caro, y que tenía
suerte de que todavía quería quedarse conmigo.
—Debería
esperar que algo así sucediera cuando vive con bestias.
No sé
qué mujer lo dijo, pero sentí el golpe detrás de las palabras. Era más fácil
culpar a la mujer del ojo morado hasta que fuera su propio ojo. Entonces vi la
expresión en el rostro de Julian cuando se volvió hacia las mujeres, y salté
para evitar que hiciera o dijera algo de lo que se arrepentiría.
—¿Qué
piensas?—Dije en voz alta, pasando a su línea de visión—. Lo estoy probando
para un amigo que hace maquillaje. El color se llama Amarillo Moretón.
Julian
me estudió. ¿Comprendía lo que estaba tratando de hacer? ¿Me seguiría el juego?
—Parece
real, —dijo después de un momento—. ¿Pero por qué solo un ojo?
—Para
que se vea realista.
Él
asintió como si eso tuviera sentido.
Un
comentario murmurado de una de las mujeres. No lo entendí, pero esa mirada
volvió a llenar la cara de Julian, una mirada que me hizo pensar que él fue
otras cosas en su vida además de un amable dueño de una librería.
—¿Sabes
qué más me dijo mi amigo?— Le pregunté a Julian, una vez más alejándolo de una
posible confrontación.
—¿Qué?
—Que
hay un tono de lápiz de labios rojo, favorito de las mujeres maduras, que tiene
un ingrediente especial y muy secreto. ¿Sabes qué es?
—¿Qué?—
Dijo de nuevo.
—Orina
de toro.
Él
parpadeó. Las mujeres, que estaban de espaldas a nosotros, se quedaron sin
aliento.
—¿Qué?—Julian
dijo por tercera vez, haciéndome preguntarme si algo andaba mal con él. Por lo
general, no era tan limitado en su vocabulario.
—Orina
de toro. Es el ingrediente que agrega ese toque de amarillo debajo del rojo.
Entonces, en lugar de preguntarle a alguien si besaría a su madre con esa boca
después de decir palabrotas realmente malas, debería estar preguntándose si
querría que alguien le besara usando ese lápiz labial rojo. —Miré a las dos
mujeres y les di una feliz cara de Sproinger.
Me
miraron como si de repente me hubieran crecido colmillos. Lo que me hizo
preguntarme si quedaban algunas de esas tiendas de disfraces donde se podía
comprar cosas como dientes falsos para la Noche
de los Trucos. Podría ser divertido saludar a Orgullosa y Quisquillosa con
una cara feliz colmilluda. Pero no querría insultar a mi abogado, cuyos
colmillos no eran falsos.
Una de
las mujeres levantó los libros que había seleccionado para asegurarse de que estuviéramos
mirando. Luego los dejó caer en el suelo y chasqueó a Julian.
—Si va
a dejar entrar a la chusma en su establecimiento, nos iremos a otro lado.
—Hagan
eso, —espetó Julian—. Y para que no haya malentendidos en el futuro, si deciden
comprar libros aquí, no aceptaré ningún libro usado a cambio. La última vez que
trajeron libros, uno se había caído en agua sucia y los otros dos olían a
orines. Cualquier libro que compren aquí a partir de ahora, pagaran el precio
normal.
—¡Bien!—
Resopló la primera mujer.
—¡Voy
a denunciarte!— La otra cortó.
—¿A
quién? Soy dueño del lugar, —dijo Julian.
La
segunda mujer vaciló, luego dejó caer su pila de libros usados en el piso en
una muestra de solidaridad. La primera mujer apartó un libro de un puntapié
mientras caminaba hacia la puerta y hacia afuera, su amiga detrás de ella.
Julian
salió de detrás del mostrador y comenzó
a recoger los libros que las mujeres habían dejado caer. Cuando di un paso para
ayudarlo, espetó:
—No.
—Luego, más suavemente—: Perras.
Como
no creía que ningún negocio en Sproing pudiera permitirse perder clientes, me
sentí mal por él, y me sentí culpable porque mi ingreso a la tienda había
contribuido a un problema con algunas de sus clientes.
Vi a
las mujeres cruzar la calle.
—Van a
la estación de policía. —Me volví y lo miré—. ¿Van a denunciarte a la policía?
Julian
revisaba los libros por posibles daños, echó un vistazo hacia la estación de
policía y suspiró.
—Dioses,
espero que Wayne no esté en la estación ahora mismo. Este es el tipo de mierda
que lo vuelve loco y es la razón por la que eligió la patrulla de caminos en
primer lugar.
No me
generaba sentimientos de calidez y compasión el pensar en un hombre grande con
un arma volviéndose loco. Por otra parte, me levanté esa mañana con un Cougar
en forma de pantera de pie junto a mi cama, mirándome como si tratara de
decidir si todavía estaba viva y me iba a levantar y preparar el desayuno o si
había muerto y ahora podría ser el desayuno. Como parecía que esta iba a ser mi
nueva normalidad, podría no estar usando la regla más recta a la hora de medir
la locura.
Entré
en la mitad posterior de la tienda, donde los nuevos libros estaban archivados.
Julian tenía un pequeño exhibidor junto al mostrador que contenía los
lanzamientos más recientes, pero el resto de los libros nuevos estaban atrás.
Parecía un plan de negocios menos que estelar, con la parte más rentable de su
stock donde no era fácilmente visible, pero los libros usados en realidad
eran más como una biblioteca de préstamos que una tienda.
Tal
vez Julian debería hacer una tarjeta de membrecía y cobrar una modesta tarifa
anual que permitiera a las personas hacer la compra y el intercambio de libros
usados como lo hacían ahora, y las personas que no pagaban la tarifa podrían
comprar los libros usados.
Dejaría
flotar la idea más allá, primero con Ineke a ver qué pensaba. Mientras tanto,
me rendí ante la necesidad de algún tipo de regalo para quitar el aguijón de
las palabras de la mujer y mi culpa por haber estropeado los negocios de
Julian. Busqué en los estantes, viendo otro thriller de Alan Wolfgard, así como
un libro de misterio de una autora de la que no había leído antes. De acuerdo
con su biografía, ella vivía en el área de los Lagos Finger, en un pueblo del
que nunca escuché hablar.
Al ver
nombres Terráneos en las portadas de algunos de los libros, me di cuenta del
por qué Julian guardaba las nuevas adiciones en la mitad posterior de la
tienda. Claro, llevaba los libros de autores humanos que se podían encontrar en
cualquier librería de ciudades controladas por humanos, pero también tenía libros
de autores que serían desconocidos en ciudades como Hubbney o Toland, autores
que mantenía en inventario para una clientela que no era conocida, que no era
humana
Seleccioné
algunos thrillers y misterios, luego eché un vistazo a los estantes de romance,
finalmente escogí uno sobre el capitán de un barco y una polizona que
enfrentaban peligro en alta mar: el mayor peligro era el mar mismo. La O
mayúscula era la única pista de que el capitán y su polizón podrían estar
enfrentándose a un Elemental, así que, por supuesto, tuve que comprarlo.
Traje
mis selecciones al mostrador. Julian miró la pila y suspiró.
—No
tienes que comprar más de lo que quieres en un esfuerzo por apoyar a la tienda,
—dijo—. Esas mujeres no afectaron en nada mi balance final.
—Me gusta
leer. —No fue una respuesta ágil o inteligente, pero era la verdad.
Julian
hizo un registro de mis compras y dedujo el total de mi línea de crédito
rotativa. El hecho de que compre libros a crédito tampoco lo ayudaba, pero le
pagaría. Finalmente.
Puso
los libros en una bolsa de tela de Lettuce
Reed y me la tendió. Cogí la bolsa,
pero dudé en abandonar la tienda.
—¿El
ojo realmente se ve tan mal? — Le pregunté.
—¿Comparado
con qué?
Ahora
suspiré. Había planeado hacer una parada en la tienda general para recoger
algunas cosas, ya que no tenía ganas de conducir hasta una tienda de víveres en
Crystalton o Bristol para obtener una gran cantidad de víveres. Además, Pops
Davies llevaba todos los elementos básicos, y compraba la comida fresca de los
agricultores locales, y eso incluía leche, queso y el helado. ¿Qué más
necesitaba? Bueno, necesitaba gafas de sol grandes que ocultaran la mitad de mi
cara para no tener que responder la pregunta "¿Qué te pasó?" En cada
tienda en la que ingresara.
Cuando
le pedí a Ilya Sanguinati que corriera la voz sobre cómo me lastimé, él sabía
que no estaba pensando en los humanos de Sproing, pero tal vez debería avisarle
a ciertas personas. El problema era que realmente no quería decirle a los
humanos que tenía un ojo morado porque tuve una pesadilla y me caí de la cama.
Mientras
consideraba si realmente necesitaba leche y fruta, el detective Swinn entró de
golpe en la tienda, luciendo triunfante. El agente Osgood lo seguía, parecía
preocupado. Se veía asustado.
—Vendrá
conmigo, Farrow, —dijo Swinn.
—¿Por
qué? — Julian preguntó con calma.
—Para
responder a los cargos de lenguaje abusivo y amenazas de daños corporales.
—¿Me
lo puede repetir?
—¿Se
está resistiendo? — La expresión de Swinn dejó en claro que realmente quería el
menor indicio de resistencia.
—Estoy
pidiendo una aclaración.
—Dos
mujeres presentaron una queja sobre usted, —dijo Osgood.
—¿Se
refiere a las dos mujeres que marcharon a la estación de policía después de
insultar a otra clienta y dañar una parte de mi stock? — Julián preguntó tan
gratamente que sabía que estaba furioso—. ¿Las dos mujeres que vienen al menos
una vez a la semana para quejarse de que no traigo a sus autores preferidos? Sí
tengo a esos autores, por cierto, pero las mujeres tendrían que comprar nuevas
copias de los libros porque no tengo esos títulos como libros usados. ¿Estamos
hablando de las dos mujeres que entran y se quejan de lo que cobro por los
libros usados, diciendo que pueden conseguirlos más baratos en Bristol? ¿Las
dos mujeres que traen libros dañados que no puedo usar y esperan recibir
crédito completo para su próxima selección? ¿Son esas mujeres las que
presentaron la queja?
—Julian
no dijo nada objetable, —le dije.
—Nadie
le preguntó, señora, —espetó Swinn. Luego estudió mi rostro y sonrió—. Esa es
una buena apariencia para ti. Boca de
incendios.
Julian
casi saltó sobre el mostrador, pero Osgood dijo en voz alta:
—Algo
está sucediendo en el banco.
Swinn
había estado presionando por ello, esperando que Julian reaccionara. En
silencio le di las gracias a Osgood por la distracción. Luego miré por la gran
ventana frontal de la librería y me di cuenta de que no era una distracción.
Una turba de gente se amontonaba en la acera frente al banco y nadie entraba.
Por
supuesto. Los Sanguinati habían cerrado el banco después del final de los
negocios en Firesday. Parecía que todavía estaba cerrado, lo cual no era una
buena manera de comenzar la semana de trabajo. Me pregunté si alguien había
pensado poner un letrero en la puerta para informar a la gente que el banco
volvería a abrir.
—Parece
que el banco está cerrado hoy. —Julian dio un paso atrás desde el mostrador
mientras recuperaba el control de sí mismo—. Es posible que desee ir y ayudar
con el control de multitudes.
—No es
mi trabajo, —dijo Swinn.
—Tampoco
el seguir una queja ridícula, pero aquí está.
Marmaduke
Swinn se encontró con Julian Farrow.
—El
presidente del banco vendió todo para salvarse, —dijo Julian en voz baja—. Él y
el gerente del banco están fuera del tablero de juego. También lo está Franklin
Cartwright. Igualmente Chesnik, Baker y Calhoun. ¿Usted y Reynolds también son
los peones en el plan de alguien? ¿Cuál es el precio de la lealtad?
El
odio que llenó los ojos de Swinn fue totalmente desproporcionado con las
palabras de Julian, a menos que Swinn realmente fuera un peón en el plan de
alguien más.
—Alguien
debería haberte metido una bala en el cerebro hace años, —gruñó Swinn.
Me
quedé helada, conmocionada. Osgood parecía igual de sorprendido. Tal vez más porque
Swinn había sido su comandante sólo unos días atrás.
—Mejores
hombres que tú lo han intentado, y todavía estoy aquí, —respondió Julian.
—Tu
suerte no durará para siempre.
—Tal
vez no. Pero también tengo aliados, y les haré saber que si algo me sucede,
deberías ser la primera persona a quien ir a buscar.
—Es
suficiente, —dijo Grimshaw.
No sé
cuánto tiempo estuvo parado en la puerta. No lo vi entrar, no sabía cuánto
había escuchado.
—Oficial
Osgood, ve al banco y comienza a dispersar a la multitud. Me informaron que el
banco volverá a abrir mañana bajo una nueva administración. La gente debe traer
comprobantes de sus cuentas corrientes y de ahorro. Se honrará a cada cuenta
con documentación confirmada. Pasa el mensaje.
—Sí,
señor. —Osgood huyó.
—Detective
Swinn, —continuó Grimshaw—. Este no es tu territorio. Viniste a investigar la
muerte de un hombre. Se ha determinado que ningún agente humano estuvo
involucrado en su muerte, por lo que el caso está cerrado.
—El
hecho de que un humano no lo haya matado no significa que un humano no haya
estado involucrado. —Swinn me miró cuando lo dijo.
—La
investigación está cerrada.
—Estará
cerrada cuando yo diga que lo está.
Grimshaw
dio un paso hacia Swinn.
—Está
cerrada cuando tu capitán dice que lo está. Te llamó esta mañana y te dijo que
volvieras a Putney. Tú y Reynolds. Lo sé porque tu capitán llamó al mío para
solicitar que cualquier seguimiento se maneje a través de la estación de
Bristol.
La
cara de Swinn se volvió de un poco saludable tono rojo.
—Esto
no ha terminado. —Llenó las palabras con veneno.
—Desafortunadamente,
tienes razón sobre eso. —Grimshaw se hizo a un lado, dándole a Swinn un camino
claro hacia la puerta. Observó a Swinn hasta que el otro hombre empujó a través
de la multitud que aún se arremolinaba alrededor del banco y se metió en el
auto sin identificación. Luego miró a Julian—. Necesitamos hablar.
Julian
dudó.
—Sabes
donde vivo.
Ahora
Grimshaw se centró en mí.
—¿Te
sientes bien?
—Mi
cara está dolorida. Pero más allá de eso, creo que me veo peor de lo que me
siento.
—Eso
es bueno.
Supongo
que esa fue su manera de decirme que realmente no debería visitar más tiendas
hasta que los moretones se desvanecieran.
—Llama
a Pops para un pedido y pídele que lo deje en la pensión, —dijo Julian.
—¿Por
qué ahí? — Le pregunté. Aunque conseguir un bocadillo en la pensión tenía mucho
atractivo. Y podría darle a Ineke los chismes de primera mano. Entre el
enfrentamiento en la librería y la multitud en el banco había mucho de qué
hablar—. Olvida la pregunta. Dejar un pedido en lo de Ineke ahorraría tiempo y
gasolina a Pops.
La
sonrisa de Julian no llegó a sus ojos.
—Exactamente.
Grimshaw
me acompañó hasta mi auto.
—No
deberían molestarte, pero si Swinn o Reynolds aparecen en El Jumble, o en cualquier otro lado, quiero saber sobre eso.
¿Entendido?
—¿Swinn
quiso decir lo que dijo sobre Julian?
Grimshaw
abrió la puerta de mi coche y no respondió.
Muchas gracias! ;)
ResponderEliminarJejeje... Me hubiera gustado que hubieran explicado en primera persona el momento de abrir los ojos y ver un puma...
ResponderEliminarGraaacias💝
ResponderEliminarJulian esta resultando una caja de sorpresas
ResponderEliminargracias por este gran trabajo