—Capítulo 2—
VALEK
Odiaba
dejarla. Los recuerdos de las actividades de la noche anterior se arremolinaron
en su mente, pero los suprimió. No tenía sentido torturarse. En vez, se centró
en el ataque a Yelena mientras ensillaba a Onyx.
Valek realizó
otro barrido de la zona tan pronto como el sol se hubo levantado. No había
nadie a la vista y no había rastros de nadie. Lo cual no era algo muy reconfortante,
si tenía en cuenta que el bastardo había podido ocultarse tan bien. Su
identidad seguía siendo un misterio, por ahora. Pero Valek lo encontraría. Sin
duda.
Montando a
Onyx, Valek agarró las riendas. Kiki se despidió con un pequeño relincho
triste.
—Por favor,
mantenla a salvo, —le dijo a Kiki.
Ella asintió.
Sus ojos azules brillaban con inteligencia.
—Gracias.
—Valek chasqueó la lengua, espoleando a Onyx a galopar. Kiki era la única razón
por la que no insistió en escoltar personalmente a Yelena a la Ciudadela. Ayer,
había llevado a Kiki hasta el lugar donde el asesino había estado esperando.
Ella olfateó la zona y tenía el olor del hombre. Combinándolo con la magia de
Yelena y sus habilidades con su navaja y el bastón, resultaba en un equipo de
lucha impresionante. Además Yelena le había asegurado que se había recuperado
de la lesión.
Por supuesto,
existía la posibilidad de que, dado que el asesino sabía cómo construir un
escudo de nulidad, también podría conocer la mayor debilidad de Valek, la que
haría que fuera incapaz de proteger a Yelena. Valek nunca podía olvidar esa
desventaja. Era como un cuchillo perforando su corazón lentamente en pequeñas
cantidades. Cada día excavaba un poco más profundo.
La que una vez
fue su mayor arma contra la magia, su inmunidad, era ahora un inconveniente. Si
un mago rodeaba a Valek con un escudo de nulidad, Valek quedaría atrapado
dentro, como si quedara preso en una burbuja de acero invisible. Las armas
podrían cruzar la barrera, pero él no. Bien, ni él ni Opal, que también era
inmune a la magia. Sus aventuras el año pasado dejaron en manifiesto esa
debilidad particularmente desagradable y, aunque la comunidad mágica se
comprometió a mantenerla en secreto, Valek había aprendido que la mejor manera
de hacer correr la información era clasificarla como secreta.
Valek guió a
Onyx rumbo al norte, hacia la frontera Ixiana. A ese ritmo, alcanzarían el
puesto de control en tres horas. La ubicación de su casa era ideal. Era una
pena que tuvieran que mudarse de nuevo. Consideró el retiro; no por primera ni
última vez. Y por un momento, soñó con un tiempo en el cual él y Yelena
pudieran desaparecer y nunca tener que preocuparse por asesinos, ni intriga o
el espionaje de nuevo.
Salvo que ella
no podía retirarse de guiar las almas perdidas. Tal vez podría usar un disfraz.
Se imaginó a ellos vestidos como un viejo matrimonio que viajaba de ciudad en
ciudad. Durante la mitad del año, visitarían los lugares de interés locales,
probarían nuevos alimentos y encontrarían almas. La otra mitad la gastarían
juntos en una casa de campo, cultivando, tallando y dando paseos diarios. Era
un sueño agradable.
A una milla de
la frontera, Valek frenó a Onyx. Se cambió con su uniforme Ixiano: pantalones,
botas y camisa, todo de negro. Dos diamantes rojos cosidos en el cuello,
evidenciándolo como un asesor del Comandante. Dio vuelta a la capa, dejando al
descubierto el material negro con dos diamantes rojos en lugar del camuflaje
gris. En Ixia, tenía que usar su uniforme con los colores del Comandante, de
negro y rojo. Mientras que en Sitia, tenía que mezclarse.
De vuelta en
Onyx, se dirigió al puesto de control principal, esperando que los soldados lo
reconocieran. Eso ahorraría tiempo. Valek consideró colarse en Ixia, pero el
mensaje del Comandante decía que la situación era urgente.
El cruce
fronterizo oficial entre Sitia y Ixia estaba despejado, una franja de cien pies
de tierra que se extendía desde el Océano del Ocaso en el oeste, hasta las
Montañas del Alma en el este. La frontera recorría los contornos del Bosque de
las Serpientes, que también se extendía por la zona comprendida entre el océano
y las montañas. En un momento dado, Valek había pedido al Comandante despejar
todo el bosque. Incluso con los cientos de pies de terreno abierto,
contrabandistas y refugiados se las arreglaban para deslizarse a través de la
frontera. Pero ahora encontraba al bosque conveniente para su red de espías. No
era algo que admitiría frente a Yelena.
Los seis
guardias de frontera se pusieron firmes cuando se acercó. Una buena señal.
—Bienvenido de
nuevo, señor. —El capitán saludó.
Bien.
—Gracias.
¿Alguna novedad, Capitán?
—Ha estado
tranquilo, señor. Una caravana cruzó esta mañana, pero estaban en nuestra lista
aprobada. Una delegación de Sitia deberá pasar por aquí en un par de días, pero
no hemos recibido el manifiesto para los visitantes aún.
Interesante la
forma en que el hombre mencionó a la delegación como si fuera rutina. Sólo ocho
años atrás, la frontera estaba cerrada herméticamente. Nadie entraba o salía.
—¿Sabe el por
qué los Sitianos vendrán? —Interrogó Valek, preguntándose si la delegación era
la razón por la que el Comandante le había ordenado volver unos días antes.
—No señor.
Ah. Tendría
que esperar.
—¿Algo más?
El capitán
sonrió.
—El Consejero
Janco nos informó de que un espía de Sitia intentaría cruzar el puesto de
control hoy. Afirmó que este espía se disfrazaría de usted y nos ordenó atacar
primero y preguntar después.
Valek suprimió
su ira; necesitaba tener una pequeña charla con Janco.
—¿Y por qué no
siguió las órdenes del Consejero Janco?
—Estaba haciendo
un entrenamiento básico con el ... er ... Consejero, señor.
—Mis
condolencias, Capitán.
Los soldados
del capitán sonrieron ante su risa profunda.
—Sus bromas no
tienen fin, pero me ha enseñado más de nuestro instructor.
Interesante y
no tan sorprendente.
—Usted ha
mostrado una excelente juicio hoy. Aunque ser atacado por seis oponentes calificados
habría sido una buena práctica para mí, prefiero la bienvenida.
Se separaron,
dejando a Onyx pasar.
—¿Señor? — El
capitán pidió.
Valek se
volvió.
—Papeles por
favor.
Ah. Ahora los
soldados rodearon el caballo. Movimiento inteligente. Valek sacó una hoja
doblada de uno de los bolsillos interiores de su capa y se lo entregó al
capitán.
—Las órdenes
del Comandante.
Valek esperó a
que el hombre chequeara el documento falso.
La expresión
agradable cayó de la cara del capitán. Su mano derecha se deslizó para agarrar
la empuñadura de su espada. Después de su señal, sus hombres se tensaron y
agarraron las empuñaduras de sus armas.
—Es una
falsificación, —dijo el capitán.
Valek notó que
no dijo señor.
—Sólo lo estoy
poniendo a prueba, Capitán.
—Desmonte
ahora.
Valek chasqueó
la lengua.
—¿Qué pasó con
sus modales, Capitán?
El capitán
sacó su espada en respuesta.
Bien. El
hombre seguía el protocolo adecuado. Si Valek no desmontaba pronto, se abalanzarían
sobre él, lo tirarían de la silla y lo desarmarían. ¿Qué tan lejos debería
presionar? No muy lejos. El Comandante lo esperaba, después de todo.
Sacando las
órdenes reales de la manga, Valek levantó las manos. El capitán hizo un gesto a
uno de los guardias que se acercó poco a poco, luego, le arrebató el pergamino
a Valek con un movimiento rápido. El guardia lo entregó al capitán. Hasta ahí
todo bien.
Evaluando la
carta, el capitán se relajó.
—Ésta es real.
Fue una prueba.
—Y ha pasado.
¿Cuál es su nombre, Capitán?
—Broghan,
señor.
—Me aseguraré
de mencionar esto a su oficial al mando, Capitán Broghan.
—Gracias
Señor.
Satisfecho con
las acciones de los guardias fronterizos, Valek instó a Onyx a ir al norte.
Alcanzarían el castillo del Comandante por la tarde. Sucia, nieve compactada,
cubría bien el sendero desgastado. El bosque circundante no mostraba signos de
verdor, todas las ramas estaban desnudas y sombrías incluso con la luz del sol
entrando en la tierra. Los brotes ya recubrían los árboles de Sitia, y la mitad
sur de las Llanuras de Avibian estarían exuberantes con la vida vegetal y las
cálidas brisas ahora.
No era que
extrañara el sur... no del todo. Sólo a una específica sureña. Valek escaneó
los alrededores en busca de signos de una emboscada. Recuerdos se arremolinaron
de las veces que habían utilizado la cubierta del bosque para ocultar sus
acciones. Valek levantó la vista. Yelena también se había aprovechado de las
copas de los árboles del Bosque de las Serpientes para escapar de los hombres
del Comandante durante un ejercicio de entrenamiento. Fue el día que descubrió
que ella era mucho más inteligente de lo que pensaba. Y más peligrosa, también.
Si sólo el
Comandante permitiera a los magos vivir en Ixia, entonces ella estaría
trabajando con él, en lugar de ser el enlace. Valek había discutido acerca de
los beneficios de tener a un mago en el personal con el Comandante durante años,
pero seguía en su terquedad. Tal vez Ambrose había cambiado de opinión acerca
de la magia después de la demostración de Kade. Valek había oído que el
Stormdancer había viajado al norte durante la pasada temporada de frío para
cosechar la energía de una de las tormentas de nieve que soplaba abajo de la
banquisa del norte. La magia de Kade había transformado la tormenta asesina en
una clásica tormenta de nieve regular. El Comandante dejó a Kade alojarse por
el resto de la temporada, pero Valek no había oído si Kade y su grupo de
Stormdancers serían invitados a volver el próximo año. Una cosa era segura:
Valek y el Comandante Ambrose tenían mucho para ponerse al día.
Cuando llegó
al complejo del castillo, Valek se detuvo en la puerta sur. Un muro de piedra
inmensa rodeaba por completo al castillo, cuarteles, establos y otros edificios
de apoyo.
Una vez más,
presentó sus órdenes falsas y se complació de que estos guardias también
siguieron el protocolo adecuado.
Después de que
le permitieran la entrada, Onyx se dirigió automáticamente a los establos cerca
de la puerta oeste y al lado de las jaulas de los perros. A mitad de camino,
fueron detenidos por un mensajero.
—Consejero
Valek, al Comandante le gustaría verlo en su sala de Guerra en este momento.
Voy a llevar su caballo al establo y veré que sus maletas se entreguen en su
habitación, señor.
Había esperado
poder lavarse la suciedad del viaje, pero no le diría al Comandante que
esperara. Desmontando, le entregó las riendas al niño y siguió el camino de la
entrada occidental.
La única cosa
impresionante sobre el castillo era su gran tamaño. Con cuatro torres altas
ancladas en las esquinas de la base rectangular, el palacio se extendía por
media milla de ancho. Aparte de eso, las capas impares de cuadrados,
triángulos, cilindros y otras cosas en lo alto de la base parecían ridículos.
Incluso después de todos estos años, Valek todavía no sabía por qué el Rey
había acordado construir una estructura que se parecía a la torre de bloques de
un niño no creativo.
Tal vez el
primer Rey de Ixia había pensó que el diseño asimétrico obstaculizaría a los
asesinos. Sólo podría confundir a los estúpidos. Valek se había infiltrado en
el castillo sin problemas al hacerse pasar por una peluquera para la Reina
Jewel.
Apurando el
paso, Valek cortó a través de los pasillos de los sirvientes para ahorrar
tiempo. Llegó a la sala de Guerra del Comandante justo cuando los sirvientes de
la cocina se marchaban. Se llevaron las bandejas vacías. Ah, la cena. Su
estómago gruñó en anticipación.
Situado en la
torre noroeste, la circular sala de Guerra estaba rodeada por delgadas
vidrieras del suelo a techo que se extendían por las tres cuartas partes de la
pared. Cuando la luz del sol brillaba por la tarde, un arco iris de colores
salpicaba la gran mesa de madera que ocupaba el centro.
Linternas se
habían encendido, enviando chispas de colores en diferentes direcciones desde
las ventanas. Ari y Janco se atiborraban de la comida en sus platos y el
Comandante estaba sentado en la cabecera de la mesa, esperando mientras su
catador de alimentos sorbía y tomaba su cena. Una pequeña pila de archivos
estaban apilados junto al plato del Comandante.
El catador de
alimentos, un hombre joven y voluble, disparó a Valek una mirada desagradable
mientras se desplazaba por la sala. Valek en realidad extrañaba a la antigua
catadora, Star, pero fue demasiado difícil trabajar con ella y hacer el
seguimiento de todas sus conspiraciones se había vuelto tedioso. Así que había
deslizado una dosis de Amor mío en la
bebida del Comandante para poner a prueba sus habilidades de cata de veneno.
Star no pasó la prueba y pagó por ese error con su vida.
El Comandante
arrugó la nariz ante el plato sucio, pero no hizo ningún comentario mientras
pinchaba un trozo de carne.
—Bueno, miren
quién decidió aparecer: El Guerrero
Fantasma, —dijo Janco—. ¿Hubo algún problema en la frontera? —Él sonrió.
Valek se quedó
mirando a Janco con una promesa de retribución.
No viéndose
afectado, Janco dio un codazo a su compañero, Ari.
—¿Ves? Te dije
que conseguiría pasar.
Mientras Janco
era todo magros músculos nervudos, fornido y ancho de hombros, Ari era puro
músculo. Casi un pie más alto y más ancho que Janco, Ari también tenía más
sentido común.
—Me habló de
ello más tarde, Valek, —dijo Ari—. Nada podía hacer en ese momento. —Su tono de
resignación dijo más que sus palabras.
—Su travesura
no funcionó. —Valek se sirvió un guiso en un recipiente hondo.
—¿Eh? —Janco
no parecía muy convencido.
—El Capitán
Broghan ya te conocía basado en sus días de entrenamiento básico.
Janco apuñaló
con su tenedor el aire.
—Sabía que él
me resultaba familiar, ¿no es cierto, Ari?
—Dijiste que
se parecía a tu primo segundo.
—Suficientemente
cerca. Así que Broghan llegó a capitán. —Janco golpeó el tenedor contra sus
dientes.
—¿Vale la pena
considerarlo para integrar mi cuerpo de agentes? — Valek se sentó en el lado
opuesto de la mesa de los gemelos de poder; el apodo de Ari y Janco.
—Él es
inteligente y aprende rápido, pero no tiene la finura.
—No todo el
mundo puede ser una reina del drama como tú, Janco, —dijo Ari.
—Me siento
insultado. —Janco puso mala cara, validando el punto de Ari.
—Venga,
—ordenó Valek—. ¿No tiene finura?
—Sí, no hay
chispa... imaginación. Él va a seguir las órdenes y el protocolo, pero si una
situación va más allá de los protocolos,
va a quedar obstaculizado.
—¿Obstaculizado?
¿Quién usa esa palabra? —Bromeó Ari.
—Los que saben
lo que significa. Por favor, disculpen a Ari. Su vocabulario se limita a
cincuenta palabras, la mayoría de ellas malas palabras.
Ari resoplo en
replica, pero el Comandante se inclinó hacia delante y detuvo la maña con una
mirada dura de sus dorados, ojos en forma de almendra. Llegó el momento de trabajar.
El uniforme
del Comandante emparejaba con el de Valek con la excepción de que tenía dos
diamantes reales cosidos en el cuello y el suyo estaba libre de arrugas. Su
cabello gris acero había sido cortado cerca de su cuero cabelludo.
—Tengo dos
asuntos que deseo discutir, —dijo el Comandante—. El primero está relacionado
con los contrabandistas. Los informes de mercancías ilegales retenidas en la
frontera se han reducido al mínimo. Sin embargo, los bienes en el mercado negro
se encuentran todavía en amplio suministro.
Valek meditó.
—Eso significa
que han encontrado una nueva forma de entrar y salir de Ixia.
—Correcto. —El
Comandante apartó el plato.
—¿Todavía
estamos permitiendo que algunos contrabandistas se deslicen por el camino?
—Preguntó Valek. Seguir a las caravanas de mercancías ilegales hasta la fuente
era una buena estrategia.
—No. Los pocos
que intentan cruzar ilegalmente son tan ineptos, que están siendo capturados de
inmediato.
—Señuelos,
—dijo Ari—. Para hacernos pensar que todavía están tratando de colarse a través
del Bosque de las Serpientes.
—Lo que
significa que están organizados, —agregó Janco.
—¿Organizados,
cómo? —Preguntó el Comandante.
Janco se rascó
el lugar vacío donde la mitad inferior de la oreja derecha solía estar.
—Si fueran
sólo uno o dos contrabandistas los que usan la nueva ruta, entonces los otros
seguirían como siempre. Pero señuelos, implica que todos los contrabandistas se
han reunido y encontrado una ruta alrededor de los guardias fronterizos.
—¿Una
convención de traficantes? —Preguntó Ari con un toque de humor—. Los ladrones
no suelen jugar bien juntos.
—Tal vez un
gran malhechor llegó con una nueva manera de hacer las cosas.
—¿Un líder?
—Preguntó Ari.
—Exactamente.
Un tipo atemorizante que ha tomado el relevo. Es probable que sea del tipo de; o lo hacen a mi manera o...
—Es una
posibilidad, —dijo Valek mientras Janco se puso a buscar una amenaza traficante
adecuada.
—Independientemente.
Quiero que los tres se dediquen a encontrar la nueva ruta y los nuevos
jugadores. Cuanto antes, mejor, —ordenó el Comandante.
—¿Qué hay de
Maren? —Preguntó Ari—. ¿Ella nos ayudará?
Maren se había
asociado con Ari y Janco, y los tres habían retado a Valek en una pelea,
ganando el derecho a ser sus segundos al mando.
—Ella está en
una misión especial, —dijo el Comandante—. Pueden reclutar si necesitan más
ayuda.
La inquietud
mordisqueó su estómago. Valek no sabía nada acerca de la asignación de Maren y,
a partir de la expresión cerrada del Comandante, no iba a saber más de ello de
su jefe.
—Túneles,
—dijo Janco—. Podrían haber cavado túneles debajo de la frontera.
—Tendría que
tener millas de largo. De lo contrario, aparecerían de repente en el Bosque de
las Serpientes y alguien los habría visto, —dijo Ari—. ¿Quién tiene la
capacidad de construir un túnel de ese tipo?
—Los mineros,
—dijo el Comandante con voz tranquila.
No era una
sorpresa que el Comandante los mencionara. Su familia había sido propietaria de
una mina en las Montañas del Alma que bordeaba lo que ahora era el Distrito
Militar 3, hasta que descubrieron diamantes. El Rey de Ixia había reclamado la
propiedad de las piedras preciosas y "permitido" a la familia del
Comandante permanecer y trabajar para él. Los movimientos codiciosos del Rey
dieron comienzo a las muestras de descontento y convirtieron a un joven
brillante en el enemigo número uno del Rey.
—Vamos a
estudiar la posibilidad de un túnel, —dijo Valek.
—Barcos en el
Océano del Ocaso. —Janco levantó la servilleta. La había doblado en lo que
parecía a un barco de vela.
—No es
práctico, —dijo Ari—. Entre las tormentas y los Rápidos, no hemos tenido ningún
problema con la gente que usa el océano como una vía de escape.
Los Rápidos se
extendían desde la costa del DM-7 a por lo menos cien millas en el Océano del
Ocaso. Con las rocas sumergidas, las corrientes fuertes e impredecibles, y
zonas de poca profundidad que se movían, los Rápidos eran imposibles de
navegar. Navegar alrededor de ellos les llevaría demasiado a los marineros que
correrían el riesgo de golpear el aire muerto y quedar colgados durante meses.
Valek dio un
golpecito con el dedo sobre la mesa.
—¿Cuándo
comenzaron los señuelos?
El Comandante
hojeó unos papeles en el archivo en la parte superior de la pila.
—Al final de
la temporada helada, hace unos sesenta días.
Valek calculó.
—La primer
temporada de tormentas. Es un suicidio estar en el océano en esa época del año.
—Voy a dejar
la detección para ustedes. En cuanto a este otro asunto... —El Comandante sacó
una carta de debajo de las carpetas. La contempló y luego volvió su mirada a
Valek—. Un hecho desafortunado, pero que no vamos a involucrarnos. ¿Lo
entiendes?
—Sí, señor.
—Valek mantuvo una expresión neutra, preparándose para las malas noticias.
Ari y Janco
intercambiaron una mirada de preocupación.
—¿Recuerdas a
Ben Moon?
No podía
olvidar al hombre que había intentado asesinar a Yelena en venganza por la
ejecución de su hermano, Owen Moon. Sólo el hecho de que Ben permanecía
encerrado, apretado en un ala especial de la prisión de Wirral durante los
últimos tres años, mantenía al hombre vivo. Así que por qué el Comandante...
Una sensación de malestar recorrió su pecho.
—¿Él escapó?
—Sí.
Gracias por compartir ok kisses
ResponderEliminarMuchas Gracias chicas
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