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martes, 3 de mayo de 2016

Adelanto Capítulo 2: Shadow Study - Maria V. Snyder


—Capítulo 2—



VALEK

Odiaba dejarla. Los recuerdos de las actividades de la noche anterior se arremolinaron en su mente, pero los suprimió. No tenía sentido torturarse. En vez, se centró en el ataque a Yelena mientras ensillaba a Onyx.

Valek realizó otro barrido de la zona tan pronto como el sol se hubo levantado. No había nadie a la vista y no había rastros de nadie. Lo cual no era algo muy reconfortante, si tenía en cuenta que el bastardo había podido ocultarse tan bien. Su identidad seguía siendo un misterio, por ahora. Pero Valek lo encontraría. Sin duda.

Montando a Onyx, Valek agarró las riendas. Kiki se despidió con un pequeño relincho triste.

—Por favor, mantenla a salvo, —le dijo a Kiki.

Ella asintió. Sus ojos azules brillaban con inteligencia.

—Gracias. —Valek chasqueó la lengua, espoleando a Onyx a galopar. Kiki era la única razón por la que no insistió en escoltar personalmente a Yelena a la Ciudadela. Ayer, había llevado a Kiki hasta el lugar donde el asesino había estado esperando. Ella olfateó la zona y tenía el olor del hombre. Combinándolo con la magia de Yelena y sus habilidades con su navaja y el bastón, resultaba en un equipo de lucha impresionante. Además Yelena le había asegurado que se había recuperado de la lesión.

Por supuesto, existía la posibilidad de que, dado que el asesino sabía cómo construir un escudo de nulidad, también podría conocer la mayor debilidad de Valek, la que haría que fuera incapaz de proteger a Yelena. Valek nunca podía olvidar esa desventaja. Era como un cuchillo perforando su corazón lentamente en pequeñas cantidades. Cada día excavaba un poco más profundo.

La que una vez fue su mayor arma contra la magia, su inmunidad, era ahora un inconveniente. Si un mago rodeaba a Valek con un escudo de nulidad, Valek quedaría atrapado dentro, como si quedara preso en una burbuja de acero invisible. Las armas podrían cruzar la barrera, pero él no. Bien, ni él ni Opal, que también era inmune a la magia. Sus aventuras el año pasado dejaron en manifiesto esa debilidad particularmente desagradable y, aunque la comunidad mágica se comprometió a mantenerla en secreto, Valek había aprendido que la mejor manera de hacer correr la información era clasificarla como secreta.

Valek guió a Onyx rumbo al norte, hacia la frontera Ixiana. A ese ritmo, alcanzarían el puesto de control en tres horas. La ubicación de su casa era ideal. Era una pena que tuvieran que mudarse de nuevo. Consideró el retiro; no por primera ni última vez. Y por un momento, soñó con un tiempo en el cual él y Yelena pudieran desaparecer y nunca tener que preocuparse por asesinos, ni intriga o el espionaje de nuevo.

Salvo que ella no podía retirarse de guiar las almas perdidas. Tal vez podría usar un disfraz. Se imaginó a ellos vestidos como un viejo matrimonio que viajaba de ciudad en ciudad. Durante la mitad del año, visitarían los lugares de interés locales, probarían nuevos alimentos y encontrarían almas. La otra mitad la gastarían juntos en una casa de campo, cultivando, tallando y dando paseos diarios. Era un sueño agradable.

A una milla de la frontera, Valek frenó a Onyx. Se cambió con su uniforme Ixiano: pantalones, botas y camisa, todo de negro. Dos diamantes rojos cosidos en el cuello, evidenciándolo como un asesor del Comandante. Dio vuelta a la capa, dejando al descubierto el material negro con dos diamantes rojos en lugar del camuflaje gris. En Ixia, tenía que usar su uniforme con los colores del Comandante, de negro y rojo. Mientras que en Sitia, tenía que mezclarse.

De vuelta en Onyx, se dirigió al puesto de control principal, esperando que los soldados lo reconocieran. Eso ahorraría tiempo. Valek consideró colarse en Ixia, pero el mensaje del Comandante decía que la situación era urgente.

El cruce fronterizo oficial entre Sitia y Ixia estaba despejado, una franja de cien pies de tierra que se extendía desde el Océano del Ocaso en el oeste, hasta las Montañas del Alma en el este. La frontera recorría los contornos del Bosque de las Serpientes, que también se extendía por la zona comprendida entre el océano y las montañas. En un momento dado, Valek había pedido al Comandante despejar todo el bosque. Incluso con los cientos de pies de terreno abierto, contrabandistas y refugiados se las arreglaban para deslizarse a través de la frontera. Pero ahora encontraba al bosque conveniente para su red de espías. No era algo que admitiría frente a Yelena.

Los seis guardias de frontera se pusieron firmes cuando se acercó. Una buena señal.

—Bienvenido de nuevo, señor. —El capitán saludó.

Bien.
—Gracias. ¿Alguna novedad, Capitán?

—Ha estado tranquilo, señor. Una caravana cruzó esta mañana, pero estaban en nuestra lista aprobada. Una delegación de Sitia deberá pasar por aquí en un par de días, pero no hemos recibido el manifiesto para los visitantes aún.

Interesante la forma en que el hombre mencionó a la delegación como si fuera rutina. Sólo ocho años atrás, la frontera estaba cerrada herméticamente. Nadie entraba o salía.

—¿Sabe el por qué los Sitianos vendrán? —Interrogó Valek, preguntándose si la delegación era la razón por la que el Comandante le había ordenado volver unos días antes.

—No señor.

Ah. Tendría que esperar.
—¿Algo más?

El capitán sonrió.
—El Consejero Janco nos informó de que un espía de Sitia intentaría cruzar el puesto de control hoy. Afirmó que este espía se disfrazaría de usted y nos ordenó atacar primero y preguntar después.

Valek suprimió su ira; necesitaba tener una pequeña charla con Janco.
—¿Y por qué no siguió las órdenes del Consejero Janco?

—Estaba haciendo un entrenamiento básico con el ... er ... Consejero, señor.

—Mis condolencias, Capitán.

Los soldados del capitán sonrieron ante su risa profunda.
—Sus bromas no tienen fin, pero me ha enseñado más de nuestro instructor.

Interesante y no tan sorprendente.
—Usted ha mostrado una excelente juicio hoy. Aunque ser atacado por seis oponentes calificados habría sido una buena práctica para mí, prefiero la bienvenida.

Se separaron, dejando a Onyx pasar.

—¿Señor? — El capitán pidió.

Valek se volvió.

—Papeles por favor.

Ah. Ahora los soldados rodearon el caballo. Movimiento inteligente. Valek sacó una hoja doblada de uno de los bolsillos interiores de su capa y se lo entregó al capitán.

—Las órdenes del Comandante.

Valek esperó a que el hombre chequeara el documento falso.

La expresión agradable cayó de la cara del capitán. Su mano derecha se deslizó para agarrar la empuñadura de su espada. Después de su señal, sus hombres se tensaron y agarraron las empuñaduras de sus armas.

—Es una falsificación,  —dijo el capitán.

Valek notó que no dijo señor.
—Sólo lo estoy poniendo a prueba, Capitán.

—Desmonte ahora.

Valek chasqueó la lengua.
—¿Qué pasó con sus modales, Capitán?

El capitán sacó su espada en respuesta.

Bien. El hombre seguía el protocolo adecuado. Si Valek no desmontaba pronto, se abalanzarían sobre él, lo tirarían de la silla y lo desarmarían. ¿Qué tan lejos debería presionar? No muy lejos. El Comandante lo esperaba, después de todo.

Sacando las órdenes reales de la manga, Valek levantó las manos. El capitán hizo un gesto a uno de los guardias que se acercó poco a poco, luego, le arrebató el pergamino a Valek con un movimiento rápido. El guardia lo entregó al capitán. Hasta ahí todo bien.

Evaluando la carta, el capitán se relajó.
—Ésta es real. Fue una prueba.

—Y ha pasado. ¿Cuál es su nombre, Capitán?

—Broghan, señor.

—Me aseguraré de mencionar esto a su oficial al mando, Capitán Broghan.

—Gracias Señor.

Satisfecho con las acciones de los guardias fronterizos, Valek instó a Onyx a ir al norte. Alcanzarían el castillo del Comandante por la tarde. Sucia, nieve compactada, cubría bien el sendero desgastado. El bosque circundante no mostraba signos de verdor, todas las ramas estaban desnudas y sombrías incluso con la luz del sol entrando en la tierra. Los brotes ya recubrían los árboles de Sitia, y la mitad sur de las Llanuras de Avibian estarían exuberantes con la vida vegetal y las cálidas brisas ahora.

No era que extrañara el sur... no del todo. Sólo a una específica sureña. Valek escaneó los alrededores en busca de signos de una emboscada. Recuerdos se arremolinaron de las veces que habían utilizado la cubierta del bosque para ocultar sus acciones. Valek levantó la vista. Yelena también se había aprovechado de las copas de los árboles del Bosque de las Serpientes para escapar de los hombres del Comandante durante un ejercicio de entrenamiento. Fue el día que descubrió que ella era mucho más inteligente de lo que pensaba. Y más peligrosa, también.

Si sólo el Comandante permitiera a los magos vivir en Ixia, entonces ella estaría trabajando con él, en lugar de ser el enlace. Valek había discutido acerca de los beneficios de tener a un mago en el personal con el Comandante durante años, pero seguía en su terquedad. Tal vez Ambrose había cambiado de opinión acerca de la magia después de la demostración de Kade. Valek había oído que el Stormdancer había viajado al norte durante la pasada temporada de frío para cosechar la energía de una de las tormentas de nieve que soplaba abajo de la banquisa del norte. La magia de Kade había transformado la tormenta asesina en una clásica tormenta de nieve regular. El Comandante dejó a Kade alojarse por el resto de la temporada, pero Valek no había oído si Kade y su grupo de Stormdancers serían invitados a volver el próximo año. Una cosa era segura: Valek y el Comandante Ambrose tenían mucho para ponerse al día.

Cuando llegó al complejo del castillo, Valek se detuvo en la puerta sur. Un muro de piedra inmensa rodeaba por completo al castillo, cuarteles, establos y otros edificios de apoyo.

Una vez más, presentó sus órdenes falsas y se complació de que estos guardias también siguieron el protocolo adecuado.

Después de que le permitieran la entrada, Onyx se dirigió automáticamente a los establos cerca de la puerta oeste y al lado de las jaulas de los perros. A mitad de camino, fueron detenidos por un mensajero.

—Consejero Valek, al Comandante le gustaría verlo en su sala de Guerra en este momento. Voy a llevar su caballo al establo y veré que sus maletas se entreguen en su habitación, señor.

Había esperado poder lavarse la suciedad del viaje, pero no le diría al Comandante que esperara. Desmontando, le entregó las riendas al niño y siguió el camino de la entrada occidental.

La única cosa impresionante sobre el castillo era su gran tamaño. Con cuatro torres altas ancladas en las esquinas de la base rectangular, el palacio se extendía por media milla de ancho. Aparte de eso, las capas impares de cuadrados, triángulos, cilindros y otras cosas en lo alto de la base parecían ridículos. Incluso después de todos estos años, Valek todavía no sabía por qué el Rey había acordado construir una estructura que se parecía a la torre de bloques de un niño no creativo.

Tal vez el primer Rey de Ixia había pensó que el diseño asimétrico obstaculizaría a los asesinos. Sólo podría confundir a los estúpidos. Valek se había infiltrado en el castillo sin problemas al hacerse pasar por una peluquera para la Reina Jewel.

Apurando el paso, Valek cortó a través de los pasillos de los sirvientes para ahorrar tiempo. Llegó a la sala de Guerra del Comandante justo cuando los sirvientes de la cocina se marchaban. Se llevaron las bandejas vacías. Ah, la cena. Su estómago gruñó en anticipación.

Situado en la torre noroeste, la circular sala de Guerra estaba rodeada por delgadas vidrieras del suelo a techo que se extendían por las tres cuartas partes de la pared. Cuando la luz del sol brillaba por la tarde, un arco iris de colores salpicaba la gran mesa de madera que ocupaba el centro.

Linternas se habían encendido, enviando chispas de colores en diferentes direcciones desde las ventanas. Ari y Janco se atiborraban de la comida en sus platos y el Comandante estaba sentado en la cabecera de la mesa, esperando mientras su catador de alimentos sorbía y tomaba su cena. Una pequeña pila de archivos estaban apilados junto al plato del Comandante.

El catador de alimentos, un hombre joven y voluble, disparó a Valek una mirada desagradable mientras se desplazaba por la sala. Valek en realidad extrañaba a la antigua catadora, Star, pero fue demasiado difícil trabajar con ella y hacer el seguimiento de todas sus conspiraciones se había vuelto tedioso. Así que había deslizado una dosis de Amor mío en la bebida del Comandante para poner a prueba sus habilidades de cata de veneno. Star no pasó la prueba y pagó por ese error con su vida.

El Comandante arrugó la nariz ante el plato sucio, pero no hizo ningún comentario mientras pinchaba un trozo de carne.

—Bueno, miren quién decidió aparecer: El Guerrero Fantasma, —dijo Janco—. ¿Hubo algún problema en la frontera? —Él sonrió.

Valek se quedó mirando a Janco con una promesa de retribución.

No viéndose afectado, Janco dio un codazo a su compañero, Ari.
—¿Ves? Te dije que conseguiría pasar.

Mientras Janco era todo magros músculos nervudos, fornido y ancho de hombros, Ari era puro músculo. Casi un pie más alto y más ancho que Janco, Ari también tenía más sentido común.

—Me habló de ello más tarde, Valek, —dijo Ari—. Nada podía hacer en ese momento. —Su tono de resignación dijo más que sus palabras.

—Su travesura no funcionó. —Valek se sirvió un guiso en un recipiente hondo.

—¿Eh? —Janco no parecía muy convencido.

—El Capitán Broghan ya te conocía basado en sus días de entrenamiento básico.

Janco apuñaló con su tenedor el aire.
—Sabía que él me resultaba familiar, ¿no es cierto, Ari?

—Dijiste que se parecía a tu primo segundo.

—Suficientemente cerca. Así que Broghan llegó a capitán. —Janco golpeó el tenedor contra sus dientes.

—¿Vale la pena considerarlo para integrar mi cuerpo de agentes? — Valek se sentó en el lado opuesto de la mesa de los gemelos de poder; el apodo de Ari y Janco.

—Él es inteligente y aprende rápido, pero no tiene la finura.

—No todo el mundo puede ser una reina del drama como tú, Janco, —dijo Ari.

—Me siento insultado. —Janco puso mala cara, validando el punto de Ari.

—Venga, —ordenó Valek—. ¿No tiene finura?

—Sí, no hay chispa... imaginación. Él va a seguir las órdenes y el protocolo, pero si una situación va más allá de los protocolos,  va a quedar obstaculizado.

—¿Obstaculizado? ¿Quién usa esa palabra? —Bromeó Ari.

—Los que saben lo que significa. Por favor, disculpen a Ari. Su vocabulario se limita a cincuenta palabras, la mayoría de ellas malas palabras.

Ari resoplo en replica, pero el Comandante se inclinó hacia delante y detuvo la maña con una mirada dura de sus dorados, ojos en forma de almendra. Llegó el momento de trabajar.

El uniforme del Comandante emparejaba con el de Valek con la excepción de que tenía dos diamantes reales cosidos en el cuello y el suyo estaba libre de arrugas. Su cabello gris acero había sido cortado cerca de su cuero cabelludo.

—Tengo dos asuntos que deseo discutir, —dijo el Comandante—. El primero está relacionado con los contrabandistas. Los informes de mercancías ilegales retenidas en la frontera se han reducido al mínimo. Sin embargo, los bienes en el mercado negro se encuentran todavía en amplio suministro.

Valek meditó.
—Eso significa que han encontrado una nueva forma de entrar y salir de Ixia.

—Correcto. —El Comandante apartó el plato.

—¿Todavía estamos permitiendo que algunos contrabandistas se deslicen por el camino? —Preguntó Valek. Seguir a las caravanas de mercancías ilegales hasta la fuente era una buena estrategia.

—No. Los pocos que intentan cruzar ilegalmente son tan ineptos, que están siendo capturados de inmediato.

—Señuelos, —dijo Ari—. Para hacernos pensar que todavía están tratando de colarse a través del Bosque de las Serpientes.

—Lo que significa que están organizados, —agregó Janco.

—¿Organizados, cómo? —Preguntó el Comandante.

Janco se rascó el lugar vacío donde la mitad inferior de la oreja derecha solía estar.

—Si fueran sólo uno o dos contrabandistas los que usan la nueva ruta, entonces los otros seguirían como siempre. Pero señuelos, implica que todos los contrabandistas se han reunido y encontrado una ruta alrededor de los guardias fronterizos.

—¿Una convención de traficantes? —Preguntó Ari con un toque de humor—. Los ladrones no suelen jugar bien juntos.

—Tal vez un gran malhechor llegó con una nueva manera de hacer las cosas.

—¿Un líder? —Preguntó Ari.

—Exactamente. Un tipo atemorizante que ha tomado el relevo. Es probable que sea del tipo de; o lo hacen a mi manera o...

—Es una posibilidad, —dijo Valek mientras Janco se puso a buscar una amenaza traficante adecuada.

—Independientemente. Quiero que los tres se dediquen a encontrar la nueva ruta y los nuevos jugadores. Cuanto antes, mejor, —ordenó el Comandante.

—¿Qué hay de Maren? —Preguntó Ari—. ¿Ella nos ayudará?

Maren se había asociado con Ari y Janco, y los tres habían retado a Valek en una pelea, ganando el derecho a ser sus segundos al mando.

—Ella está en una misión especial, —dijo el Comandante—. Pueden reclutar si necesitan más ayuda.

La inquietud mordisqueó su estómago. Valek no sabía nada acerca de la asignación de Maren y, a partir de la expresión cerrada del Comandante, no iba a saber más de ello de su jefe.

—Túneles, —dijo Janco—. Podrían haber cavado túneles debajo de la frontera.

—Tendría que tener millas de largo. De lo contrario, aparecerían de repente en el Bosque de las Serpientes y alguien los habría visto, —dijo Ari—. ¿Quién tiene la capacidad de construir un túnel de ese tipo?

—Los mineros, —dijo el Comandante con voz tranquila.

No era una sorpresa que el Comandante los mencionara. Su familia había sido propietaria de una mina en las Montañas del Alma que bordeaba lo que ahora era el Distrito Militar 3, hasta que descubrieron diamantes. El Rey de Ixia había reclamado la propiedad de las piedras preciosas y "permitido" a la familia del Comandante permanecer y trabajar para él. Los movimientos codiciosos del Rey dieron comienzo a las muestras de descontento y convirtieron a un joven brillante en el enemigo número uno del Rey.

—Vamos a estudiar la posibilidad de un túnel, —dijo Valek.

—Barcos en el Océano del Ocaso. —Janco levantó la servilleta. La había doblado en lo que parecía a un barco de vela.

—No es práctico, —dijo Ari—. Entre las tormentas y los Rápidos, no hemos tenido ningún problema con la gente que usa el océano como una vía de escape.

Los Rápidos se extendían desde la costa del DM-7 a por lo menos cien millas en el Océano del Ocaso. Con las rocas sumergidas, las corrientes fuertes e impredecibles, y zonas de poca profundidad que se movían, los Rápidos eran imposibles de navegar. Navegar alrededor de ellos les llevaría demasiado a los marineros que correrían el riesgo de golpear el aire muerto y quedar colgados durante meses.

Valek dio un golpecito con el dedo sobre la mesa.
—¿Cuándo comenzaron los señuelos?

El Comandante hojeó unos papeles en el archivo en la parte superior de la pila.
—Al final de la temporada helada, hace unos sesenta días.

Valek calculó.
—La primer temporada de tormentas. Es un suicidio estar en el océano en esa época del año.

—Voy a dejar la detección para ustedes. En cuanto a este otro asunto... —El Comandante sacó una carta de debajo de las carpetas. La contempló y luego volvió su mirada a Valek—. Un hecho desafortunado, pero que no vamos a involucrarnos. ¿Lo entiendes?

—Sí, señor. —Valek mantuvo una expresión neutra, preparándose para las malas noticias.

Ari y Janco intercambiaron una mirada de preocupación.

—¿Recuerdas a Ben Moon?

No podía olvidar al hombre que había intentado asesinar a Yelena en venganza por la ejecución de su hermano, Owen Moon. Sólo el hecho de que Ben permanecía encerrado, apretado en un ala especial de la prisión de Wirral durante los últimos tres años, mantenía al hombre vivo. Así que por qué el Comandante... Una sensación de malestar recorrió su pecho.

—¿Él escapó?


—Sí.

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