Capítulo
7
Windsday
6 de Juin
Jesse Walker
empujó un mechón de pelo gris que se había escapado de la pinza de pelo y
levantó la vista de su lista cuando Shelley Bookman, bibliotecaria de la
comunidad, se precipitó en el almacén de ramos generales.
—Contacté con
todo el mundo en el que podía pensar, ya sea para ayudar a Floyd con la carne u
ofrecer un poco de espacio en el congelador, — dijo Shelley—. Y he actualizado
la lista de temas en debate, en caso de que tengamos la oportunidad de hablar
de algo más que de la carne.
—No voy a
presionar por más discusión, — advirtió Jesse—. Al menos, no hasta que tengamos
una mejor idea de cuan molesto esta Joe Wolfgard por el tema de los bisontes
masacrados de esa forma.
—Lo sé, lo sé,
pero él es el primero de ellos que inicia un contacto con nosotros desde que
algunos de nuestros antepasados plantaron un par de tiendas de campaña aquí y
esperaron algo de tierra. Él entró en la biblioteca la semana pasada.
—¿Ha sacado
algún libro?
—No, se
escabulló tan pronto como me vio, pero él entró.
Jesse miró a
su lista.
—He puesto en
aviso a la granja de productos lácteos, a la granja agrícola y al rancho. Un
par de mujeres de las granjas están en camino para ayudar, y Tom y Ellen García
vienen desde el rancho. Por ahora, eso es todo lo que podemos hacer.
Observó a la
joven mujer ir a la puerta y mirar hacia fuera. Al igual que Tobias, Shelley
tenía 30 años y era una hija de Pradera de Oro, después de haber vivido en esta
pequeña comunidad toda su vida a excepción de los años que había ido a la
escuela por su formación para convertirse en una bibliotecaria. El mundo
exterior no era un lugar fácil para los Intuye, y aunque Shelley nunca hablaba
de sus años en el exterior, Jesse tenía la sensación de que el corazón de la
mujer había sido traicionado y roto. Sea lo que sea que hubiera pasado, a
Shelley le gusta los hombres bastante, siempre y cuando quisieran ser amigos,
pero no consideraría ser nada más.
Una pena, la
verdad, ya que, según la experiencia de Jesse, una gran cantidad de disfrute
podría venir con el hombre adecuado.
Shelley volvió
rápidamente al mostrador.
—Tobias está
de regreso, y Joe Wolfgard está con él.
—No lo apabulles.
Jesse abrió el pequeño refrigerador de vidrio detrás de ella y sacó la jarra de
limonada que había hecho esa mañana. Sacó cuatro vasos de plástico de su
armario personal, los puso en el mostrador, y vertió la limonada justo cuando
la puerta se abrió y entró Tobias con el nuevo líder Terráneo que vigilaba
Pradera de Oro y el puñado de ranchos de propiedad humana, cuyas vallas
bordeaban el resto de la tierra, que era reclamada por los Otros.
—Supuse que
podrían desear algo de beber, — dijo Jesse, dando a los varones una sonrisa—.
Han estado por ahí un rato. — Les entregó los vasos a Tobias, Joe, y luego a
Shelley, antes de tomar el último.
—Mi madre hace
una limonada genial, — dijo Tobias, tomando un par de tragos.
Joe olfateó el
líquido en el vaso antes de tomar un sorbo con cautela. Pareciendo sorprendido,
tomó otro sorbo.
—¿Esto es
limonada?
Jesse asintió,
viendo al Lobo.
—Probé algo que
se llamaba limonada una vez. El sabor era como este, pero no igual. — Joe bebió
de nuevo—. Esta limonada es mejor.
—Lo tomaré
como un cumplido.
—Sí. — Joe
vació su vaso y con cuidado lo colocó sobre el mostrador.
—¿Quieres más?
— Preguntó Jesse.
—No. Gracias.
No confía en nosotros. No está seguro de qué hacer
con nosotros. Pero conoce las formas humanas, al menos hasta cierto punto.
—Necesito usar
un teléfono, — dijo Joe, mirando el teléfono que estaba en el extremo del
mostrador, cerca de la caja registradora—. Para llamar al Courtyard de
Lakeside. En el Nordeste.
—Está bien. —
Jesse intentó no hacer una mueca por el costo de una llamada de larga
distancia—. ¿Podríamos poner el teléfono en altavoz para que todos podamos
escuchar?
Joe la miró a
los ojos, y pudo sentir el peso de la mirada del Lobo mientras consideraba su
petición. Ella no estaba siendo entrometida, no demasiado, de todos modos. Sólo
tenía la sensación de que esta conversación iba a cambiar muchas cosas en
Pradera de Oro, para bien o para mal, y
quería saber lo que se dijera.
—Muy bien, —
dijo Joe—. Es tu teléfono, por lo que es justo.
Tobias le dio
una mirada "Madre" como
advertencia, la cual ignoró mientras giraba el teléfono para que le fuera más
fácil a Joe marcar.
—Todavía es
muy temprano en el noreste, — dijo Tobias.
Jesse miró el
pequeño reloj en la pared detrás del mostrador.
—Es en el
inicio de las horas de trabajo.
Joe se encogió
de hombros y marcó con cuidado los números en el teléfono.
El teléfono
sonó. Y sonó. Y...
—Aullidos, Buena Lectura.
Una voz con un
ligero acento. Una voz que, aunque sonaba educada y profesional, a Jesse la
hizo estremecerse... e hizo brotar piel
en el dorso de las manos de Joe Wolfgard.
—¿Vladimir? —
Dijo Joe—. Soy Joe Wolfgard.
—Joe.— La voz fue
lo suficientemente cálida como para que Joe se inclinara hacia el teléfono.
—Necesito
hablar con Simon.
—Simon y Meg
están en otra llamada con Jackson. Hubo un... incidente... con Esperanza esta
mañana.
—¿La cachorra
profeta de Jackson?
Jesse hizo un
esfuerzo para no reaccionar. Cachorra
profeta. ¿Joe estaba hablando de una de las Casandra de sangre de las que
había leído en el periódico? ¿Las chicas que podían decir profecías? Las
noticias acerca de ellas fueron apenas un destello, un esta y ya no, dejándola
preguntándose lo que realmente había sucedido.
Necesitamos ser parte de esto, pensó. No sé cómo ni por qué, pero tenemos que
tener una conexión con estas chicas.
Silencio.
Entonces Vlad dijo:
—¿Por qué tu
voz suena distante?
—Estoy usando
el teléfono de Jesse Walker. Está en el altavoz para que todos podamos
escuchar.
—¿Quiénes,
exactamente, son todos? — Desapareció la calidez en la voz de Vlad.
Jesse observó
a las orejas de Joe cambiar de humano a orejas de Lobo, alcanzó a ver un colmillo
que estaba segura de que no pertenecía a una boca humana. Vladimir, quienquiera
que fuese, volvía a su nuevo líder Lobo, cauteloso.
—Soy Jesse
Walker, — dijo—. Conmigo están Shelley Bookman, bibliotecaria de la ciudad, y
mi hijo, Tobias. Hemos tenido un incidente aquí también, es por ello que pedí
al Sr. Wolfgard si podíamos participar en esta conversación.
—Soy Vladimir
Sanguinati, co-gestor de Aullidos, Buena
Lectura, una librería en el Courtyard de Lakeside.
Shelley
palideció al oír el apellido de Vlad. Ella no había reaccionado a su voz o nombre
de pila, lo que implicaba que no lo conocía personalmente. Y eso significaba
que los Sanguinati como grupo eran algo a temer. Jesse iba a averiguar el por
qué más tarde.
—¿Joe? — Dijo
Vlad—. ¿Tu incidente tiene algo que ver con bisontes muertos?
Joe gruñó.
—Sí. Un
centenar de bisontes fueron asesinados esta mañana.
—¿Cómo se
veían?
Joe se quedó
mirando el teléfono.
—Se veían
muertos. Cayeron donde los mataron.
—¿Así que no
los describirías como un montículo de bisontes?
—¿Un
montículo? El bisonte es grande. No los arrastras a un montículo. Sin embargo
los toros ya crecidos son lo suficientemente grandes que se podría pensar que
son un montículo. — Joe siguió mirando fijamente el teléfono—. ¿Sabes algo
acerca de nuestros bisontes? ¿Cómo? Justo estoy llamando a Simon para contarle.
—Es por eso
que Jackson está en el teléfono. Esperanza hizo un dibujo de bisontes muertos,
y algo sobre la imagen la molestó mucho, se cortó. Es la primera vez que se ha
hecho un corte desde que Jackson y Grace la llevaron al asentamiento de Aguas
Dulces a vivir con la manda. Están comprensiblemente molestos, razón por la
cual ellos, y Esperanza, está en el teléfono con Simon y Meg.
—¿La cachorra
va a estar bien?
—Si Jackson no
la muerde para sacarse la frustración... un sentimiento con el que Simon se
solidariza.
—Meg y los
peluches explosivos no se van solidarizar.
Jesse
parpadeó. ¿Qué serían los peluches explosivos? ¿Conejos que explotaban cuando
eran atacados? No, eso era una tontería. Tenían que estar conectados con las
profetas de la sangre de alguna manera.
Vlad se rió
entre dientes.
—Afortunadamente,
nuestras empleadas humanas no se han presentado a trabajar todavía. Al menos,
no he visto a ninguna de ellas en la librería. — Una pausa—. ¿Quieres que Simon
te devuelva la llamada, o debería transmitir el mensaje sobre los bisontes
asesinados?
—Un centenar
de bisontes es un montón de carne, — respondió Joe—. Me preguntaba si a Simon y
Henry les gustaría alguno. No es una carne que tengan en el Courtyard de
Lakeside.
—Creo que
estarían encantados de tener alguno. ¿Tienes una manera de enviarlo?
—Podemos
envasar la carne y conseguir que vaya en el tren de la noche, — dijo Jesse, insertándose
sola en la conversación—. O en el primer tren de mañana. Siempre hay un coche
refrigerador para el transporte de alimentos que deben mantenerse fríos.
—Ningún
alimento viajará por el País Salvaje sin escolta, — dijo Vlad.
—¿Alguien
tendrá que ir a Lakeside? — Tobias sonaba interesado.
—Tendrías que
tener piel para viajar en un coche refrigerador, —dijo Joe—. Un Lobo, Oso, o
Pantera tendrá que viajar con la carne.
—La escolta no
tiene que viajar todo el camino con los paquetes, — dijo Vlad—. Los Terráneos
han establecido un relevo de guardias de nuestros diversos asentamientos, de
modo que nadie tiene que viajar tan lejos de casa en este momento, pero las
provisiones siguen igual de bien custodiadas.
Joe asintió.
—Podemos hacer
pequeños paquetes de carne para los escoltas, como agradecimiento.
—Serían
felices con eso. Entonces, ¿qué te gustaría a cambio de la carne que vas a
enviar a Lakeside?
—No
necesitamos...
Jesse levantó
una mano. Joe frunció el ceño, haciéndola sentir como si se hubiera portado
mal. Pero no podían dejar pasar esta oportunidad.
—¿Quieres algo
a cambio? — Joe le preguntó.
Jesse miró a
Shelley, que le entregó la lista.
—Sobre todo,
nos gustaría conexión, comunicación.
—No entiendo,
— dijo Vlad después de un momento.
—Bennett es la
ciudad más cercana bajo control humano. Es nuestra conexión con otros lugares,
ya que tiene la estación de tren y la carretera por la que los camiones grandes
viajan. Somos tan autosuficiente como podemos serlo aquí en Pradera de Oro,
pero somos dependientes de los trenes y camiones para los suministros que no
podemos producir. — Ella esperó. Al parecer, Vlad también estaba esperando—.
Tenemos una biblioteca, y Shelley hace todo lo posible para que siga
funcionando y traer nuevos libros. Y tenemos una librería -bien pequeña-, tengo
un par de estantes en mi tienda donde la gente puede comprar libros nuevos y
usados. El punto es, que solía ser capaz de pedir una caja variada de libros de
las editoriales para mi tienda, y Shelley estaba en listas de correo
electrónico que anunciaban los nuevos libros que estaban disponibles. Ahora
quedamos afuera, se redujo las listas, dijeron que tenemos que comprar
cantidades de cada título que no vamos a usar. Durante el último par de meses,
hemos ido a la librería de Bennett y compramos libros para la biblioteca, pero
la semana pasada, la librería estaba cerrada cuando llegamos a la ciudad.
Curioso que una empresa este cerrada a media mañana, pero Shelley y yo tuvimos
el presentimiento de que el cambio en las horas tiene algo que ver con la nueva
etiqueta que se muestra en una esquina de la ventana de la librería.
—¿HPU?
Vladimir
Sanguinanti sonaba amable cuando hizo la pregunta. Jesse esperaba nunca estar
en torno a él en persona mientras fuera tan amable de esa manera. Fuera lo que
fuese, Vladimir era más depredador que el Lobo de pie al otro lado del
mostrador.
—Sí, — dijo
ella—. Esas eran las letras.
—Así que el
movimiento Humanos Primeros y Últimos se ha extendido tan lejos al oeste. — Un
silencio reflexivo—. Ellos no van a vender libros a cualquier persona de su
ciudad. No por un tiempo.
—Ese es sólo
un ejemplo. Yo... bueno, todos los que hemos ido a Bennett en el pasado mes,
tuvimos la sensación de que la gente de la ciudad están tratando de excluirnos.
—Eres una
Intuye, — dijo Vlad.
—Sí. — No tenía
sentido negarlo, ya que pensaba que ya lo sabía—. Y estas chicas, estas
profetas, que tuvieron un breve paso por las noticias. Me gustaría saber más
acerca de ellas. Tal vez podríamos ayudar. No estoy segura de cómo, pero tengo
la sensación de que podemos ayudar. — Ella escuchó la ira en su voz y trató de
templarla. Pero sabía que este era el momento en el que haría una diferencia.
—¡Mamá! — Dijo
Tobias, al mismo tiempo que Joe dijo—: Dan un montón de trabajo. Más que otros
tipos de cachorros.
Silencio.
—¿Vlad? — Joe
dijo finalmente—. ¿Todavía estás ahí?
—Esta no es
una decisión que puedo tomarla solo, — dijo Vlad—. Hay demasiadas cosas que
necesitan ser consideradas. Pero creo que sería prudente tener algún tipo de
conexión entre Lakeside, Pradera de Oro, y Aguas Dulces, ya sea solo porque
nuestras Casandra de sangre están viendo visiones de una conexión. Joe, ¿tienes
una dirección de correo electrónico?
Joe se alejó
del mostrador, como si el teléfono se hubiera convertido en una serpiente de
cascabel.
—No.
—Puedo crear
una para él en la biblioteca, — dijo Shelley, sonando tan brillante con su voz
quebradiza—. Jesse revisa su correo electrónico allí también.
—Muy bien, —
dijo Vlad—. Dame una donde puedo enviar información, y luego puedan enviarnos a
su vez la información que necesitaremos. También danos un par de números de
teléfono para que te podamos localizar rápidamente si es necesario. Me
aseguraré de que Jackson también tenga los números y direcciones de correo
electrónico.
—Con eso
alcanza. — Jesse le dio su dirección de correo electrónico y el número de
teléfono de su tienda—. Nosotros le haremos saber en qué tren se transportara
la carne.
—Está bien.
—Una vacilación—. ¿Cuando murieron los bisontes?
—Alrededor de
la primera luz; tal vez un poco más temprano, —respondió Joe—. ¿Por qué?
—¿Y no
llamaste a Jackson o le comentaste algo sobre bisontes?
—No. ¿Por qué?
—Nada aún.
¿Jesse Walker? Con su consentimiento, voy a enviar su información de contacto a
Steve Barquero en la Isla Grande.
¿Quién era
Steve Barquero?
—Claro.
Debió haber
sido la respuesta correcta, porque Vlad concluyó la llamada con una promesa de
enviar información. Pero justo antes de que desconectara la llamada, dijo:
—¿Hay un lugar
en su ciudad donde los viajeros puedan quedarse?
—Hay un motel
en el borde de la ciudad, conectado a donde los camioneros paran y cenan. La
mayoría de las personas que vienen aquí son huéspedes de alguna familia y se
quedan con ellos.
—Bueno
saberlo. Estaremos en contacto. Le diré a Simon acerca de la carne de bisonte.
— Vlad colgó.
—Debemos
ayudar con la carne. — Joe miró a su alrededor, se dio la vuelta y salió de la
tienda.
Con un guiño a
ella, Tobias se giró para seguir a Joe.
—Ten cuidado,
hijo, — dijo Jesse.
Él le devolvió
la mirada mientras alcanzaba la puerta.
—Siempre. Tú
igual.
Jesse sirvió
otro vaso de limonada para ella y Shelley.
—Cuando
escuchaste el nombre Sanguinati, te espantaste como ganado en una tormenta.
¿Por qué?
Shelley bebió
la mitad del vaso antes de responder.
—Son una forma
de Terráneos que beben sangre. Había rumores alrededor de la ciudad donde fui a
estudiar, de que la universidad era un coto de caza para algunos de los
Sanguinanti. No se registraron muertes que pudieran estar vinculadas a ellos.
De hecho, un par de chicas lucían chupetones, que según ellas, eran una clase
"especial" de mordedura de amor. Nadie pudo probarlo tampoco. Pero
había algunos hombres jóvenes en el campus, que eran muy bien parecidos, y oí
que eran muy hábiles en hacer sentir a una chica muy, muy bien.
—¿Así que en
realidad no hablaste con uno de esos jóvenes?
La sonrisa de
Shelley sostenía la amargura de viejas heridas.
—No. Yo no era
del tipo de ninguno, ni siquiera de un vampiro. —Ella dejó el vaso—. Te veré
más tarde. Gracias por la limonada.
Jesse puso la
jarra de nuevo en el refrigerador y limpio el mostrador sacando los otros tres
vasos. Luego miró alrededor de su tienda. ¿Qué vería Joe Wolfgard cuando él y
otros Terráneos entraban? ¿Qué querrían o necesitaban él y los Otros que
pudiera suministrarles? Y Vladimir Sanguinati, tan lejos. ¿Tal vez no lo
suficiente?
No tenía
manera de saberlo todavía. Pero tenía el presentimiento de que todos iban a
averiguarlo lo suficientemente pronto.
*****
Vlad miró
distraídamente los libros sobre la mesa de exposición y los estantes
delanteros. ¿En las dos librerías y bibliotecas en Desembarco del Ferry tendrían el mismo problema con los pedidos
que en Pradera de Oro? Y tenían la biblioteca rodante también, un autobús que
se detenía tanto en la comunidad de Vida
Simple en Isla Grande, como en los puntos donde los Otros en la isla habían
construido estructuras básicas que necesitaban cuando estaban en forma humana.
Ellos querían libros también. Tal vez Meg podría ser la encargada de tramitar
las solicitudes de libros para Desembarco del Ferry y Pradera de Oro. Podría
ser que también incluyera a Aguas Dulces de paso. Él y Simon continuarían
ordenando para ABL y los Terráneos en la tierra que rodeaba Lakeside, mientras
que Meg manejaría los otros lugares y les daría una lista.
Algo para
meditar. Por ahora...
Vlad fue al
almacén y volvió con una cesta vacía. Dudaba que los humanos en Pradera de Oro
hubieran leído alguno de los libros escritos por Terráneos. Hablaría con Simon antes
de empaquetar una selección. Después de todo, no quería causar problemas a Joe
Wolfgard por aterrorizar a los Intuye.
Todavía tenían
una serie de libros de besos que habían sacado con Simon de los estantes. Podía
incluir unos pocos de ellos y dejar que la Bibliotecaria, Shelley, le dijera
qué tipo de libros eran populares entre su pueblo.
El tiempo no
encajaba. Eso es lo que le molestaba. Las Casandra de sangre decían profecías;
sus visiones eran advertencias sobre algo que podría suceder, algo que no había
sucedido. Excepto cuando algo pasado proporcionaba un contexto o referencia
para algo que vendría.
¿Esperanza
había dibujado su visión de bisontes muertos al mismo tiempo que los animales
estaban siendo asesinados? ¿O había visto otra cosa, y los bisontes muertos de
Joe no eran los mismos que los bisontes que Esperanza había dibujado? ¿Y por
qué la chica se habría asustado tanto como para cortarse sola? No, ella dijo
que se había cortado porque necesitaba el color. Ella necesitó pintar la
sangre. Pero una vez que se hizo el corte, ¿qué otra cosa vio?
No, el tiempo
no encajaba. Y había preguntas que necesitaban ser hechas y respondidas.
—¿Qué estás
haciendo? — Preguntó Simon mientras entraba en la parte frontal de Aullidos, Buena Lectura.
—Armando una
solicitud de libros.
Simon miró a
los libros en el estante superior del carro.
—¿Quién va a
comprar tantos libros?
—Más trueque
que compra. ¿Están todos bien en Aguas Dulces?
—Todo el mundo
está bien. Meg habló con Esperanza; Hablé con Jackson. Nadie va a morder a
nadie. Sin embargo. — Simon observó a Vlad seleccionar un par de libros—.
¿Quién no está bien?
—Joe Wolfgard
llamó mientras estabas hablando con Jackson.
—¿Joe? ¿Dejó
un número de teléfono o una dirección?
—Joe está muy
bien. Sin embargo, ¿Simon? — Vlad miró a su amigo y co-gestor—. Tenemos que
hablar. Todos tenemos que hablar.
Wuau, más intriga y personajes!!!!!!! No puedo esperar al siguiente capítulo!!😨😨😨😨😨
ResponderEliminarAmo a esta escritora, me fascina la forma en que va entretejiendo misterio tras misterio, enredo tras enredo, y creando problemas que luego resuelve como si desatara un nudo, pero sin nunca dejar la tension. Muchas gracias por el capitulo :D
ResponderEliminarwuaaaaaaaaa :*
ResponderEliminarEstoy totalmente enganchada a la historia. Gracias por el capítulo.
ResponderEliminar