Capítulo 11
Firesday 11 de Maius.
Simon miró a
los dos niños apestosos que estaban entre Peter y Eva Denby. No era una clase
de apestoso por falta de limpieza; era por tantos olores que los cubrían, que
no podía identificar. No sin un cercano, y más a fondo, olfateo que llevaría a
sus padres a gruñirle.
No es que les
culpara a Eva y Peter por gruñirle. Todos los humanos que habían regresado al
trabajo esta mañana, estaban fingiendo que él no había estado a punto de "morder a todos lo humanos"
ayer, en su enojo, pero estaban tan cautelosos con él, como lo habían estado
antes de que Meg comenzara a trabajar en el Courtyard.
Se preguntó si
había una manera en que los varones humanos podían decir lo siento sin decir
que lo sentían. Porque que no estaba arrepentido de haberse enojado. Todos los
Terráneos estaban enojados por los cachorros de profeta de la sangre
asesinados. Pero lamentaba haber intentado morder a Ruthie y Merri Lee, que no
eran la clase de humanos que ahogarían cachorros o gatitos... o bebés.
Tampoco Peter
y Eva Denby, que habían demostrado valentía al venir aquí, y una confianza en
que sus cachorros estarían a salvo con los Otros.
Lo que lo
llevó de nuevo a los niños, que parecía como si estuvieran esperando por él
para sacar su piel y hacer crecer los colmillos.
Cachorros
irritantes. Tan pronto como Peter y Eva se hubieran ido, los mandaría de paseo
afuera
Caw, caw.
Y tenerlos
afuera haría más fácil para los curiosos Terráneos observarlos.
—Este es
nuestro hijo, Robert, y nuestra hija, Sarah, — dijo Peter—. Niños, éste es el
señor Wolfgard. Dirige la librería.
—¿Puede
realmente convertirse en un lobo? — Preguntó Robert.
—Siempre soy
un Lobo, — respondió Simon—. A veces cambio para verme humano.
—¿Puede?,
como, ¿ponerse peludo y esos chismes?
Antes de que
pudiera decidir si quería contestar a eso, y a qué se refería el joven humano
con eso de "chismes", hubo
un golpe y un grito en la parte trasera de la tienda. Entonces Ruthie se
apresuró hacia él, mirándose revuelta y agitada, lo cual era extraño porque era
generalmente una mujer bien peinada.
—¿Sr.
Wolfgard? — Dijo.
Primero lo
primero. Sacar a los niños apestosos, sin molestar a los padres, ya que ellos
quería mirar los edificios que estaban a la venta en la calle. Entonces él
lidiaría con el golpe y el grito.
—Ella es
Ruthie Stuart, pareja del oficial Kowalski. Ella le mostrará a sus cachorros la
Plaza Comercial, — dijo Simon.
Sarah se rió.
Robert dijo:
—No somos
cachorros; somos chavos[1].
Simon miró a
Robert y Sarah, luego a Ruthie.
Chavales/chivitos. Había oído a
Merri Lee decir algo acerca de cuando era una chava. Pero la palabra no se
aplicaba a ella ahora, porque era una adulta, por lo que nunca se le había
ocurrido que, tal vez, los humanos tenían un poco de la habilidad cambiante,
que superaban a medida que maduraban. ¿Cuando ella había dicho chava, tal vez ella
había querido chivo?
Miró a Robert
y Sarah con más interés.
—¿Los pequeños
humanos pueden cambiar a chivos jóvenes? — Los chivos eran muy sabrosos. ¿Los
humanos que cambiaban a chivos, tenían un sabor diferente de los chivos - chivos?
—No, — dijo
Ruthie con firmeza—. Los humanos no pueden cambiar en cualquier otra forma, y
aunque a los niños humanos a veces se los llaman chavales, nunca son chivos. —
Ella tomó aire y miró a Robert y Sarah—. Sería mejor no usar la palabra "chaval" en el Courtyard
porque los chivos son comestibles y los niños no lo son.
Simon vio todo
el color de la cara de Eva Denby desaparecer.
—¿A qué hora
se supone que deben mirar los edificios? — Preguntó.
Peter vaciló,
luego miró su reloj de pulsera.
—Tenemos que
ir ahora. — Sacó un billete de cinco dólares de su bolsillo y lo sostuvo en
alto mientras miraba a su hijo—. Comparte esto con tu hermana y compra un
regalo.
Robert tomó el
dinero.
Otro golpe en
la habitación de atrás seguido por una maldición gruñida en voz alta. Entonces
Saltarín Wolfgard giró en la parte delantera de la tienda y vio el dinero en la
mano de Robert.
«¡Galleta!»
Antes de que
Simon pudiera agarrarlo, el joven Lobo con el cerebro de un saltante, arrebató
el dinero de los dedos de Robert, le dio un par de rápidas mordidas y lo tragó.
Mierda, joder, maldición, pensó Simon.
Agarrando la cola de Saltarín, tiró al Lobo hacia él, antes de mirar al chico.
No había sangre, no había gritos, no había dedos que faltaran.
Mientras Simon
cambió su agarre para sujetar a Saltarín por la piel, los ojos del menor se
abrieron de sorpresa justo antes de que vomitara el dinero y la mitad de un
ratón.
Sarah gritó y
saltó lejos del desastre. Robert se inclinó para ver mejor.
«Vomite
galleta,» dijo Saltarín.
—Lo siento, lo
siento. — John Wolfgard corrió a la parte delantera de la tienda—. Él se alejó
de mí.
—Se comió un
ratón, — dijo Robert, sonando intrigado.
—Te comiste un
gusano de una vez y vomitaste el gusano y un centavo que debiste habértelo
tragado junto con eso. —Eva suspiró y miró a Simon—. ¿Tiene algún trapo o algo
para limpiar eso?
—Yo me encargo
de eso, — dijo Tess, viniendo a través del arco de Un Pequeño Bocado.
Simon no se
molestó a jurar. El cabello de Tess estaba totalmente verde y ondulado, una
señal de que estaba agitada por algo.
Los Denby
observaron. Ruthie se detuvo. Saltarín trató de retorcerse del agarre de Simon
y comerse el ratón regurgitado.
—Ustedes.
Vayan con ella. —Tess señaló a los niños, luego a Ruthie—. Ustedes dos vayan a
mirar a los edificios de apartamentos.— Señaló a Peter y Eva, y luego se volvió
hacia John—. Lleva a Saltarín afuera. Y no le digas a Meg que se comió un ratón
o no va a dejar que se quede con ella en la Oficina de Enlace.
Todo el mundo
se apresuró a obedecer, dejándolo frente a Tess sobre un charco de vómito.
—Encuentra
algo que hacer, — le dijo.
Este no era el
momento para recordarle que él era el líder. La rodeó y se dirigió a las
escaleras. Pero miró hacia atrás y vio a Tess observándolo. Ella no parecía
feliz.
Por supuesto,
él no iba a ser feliz tampoco si tenía que limpiar el vómito. Olía peor que los
niños Denby.
* * *
Dejando Jake
Crowgard posado sobre el mostrador de la Oficina del Enlace, Meg se lanzó a Las Tres P, la tienda del Courtyard de
papel, sellos, e impresión. Cuando abrió la puerta trasera de su oficina unos
minutos atrás, había visto las luces encenderse en la tienda, por lo que sabía
que Lorne se estaba preparando para su día de trabajo.
Sólo necesito un par de minutos para comprobar a
Lorne y asegurarme de que está bien con estar aquí hoy, Meg pensó
mientras entraba en la tienda. Sólo unos
pocos minutos...
Ella no había
estado dentro de Las Tres P. Todo lo
que necesitaba para hacer su trabajo en la Oficina del Enlace se lo habían
dado, desde los bolígrafos y lápices hasta el portapapeles y bloc de papel que
utilizaba. Ahora se quedó paralizada justo dentro de la puerta.
No hubo picor.
No sentía los alfileres y agujas. No sentía una profecía. Pero mientras miraba
a la gran cantidad de artículos en exposición, supo que entrar en la tienda
había sido un error.
Entonces Lorne
salió de la habitación de atrás y la vio.
—¿Meg?
Empezó a
correr hacia ella, pero se detuvo, y se preguntó lo que vio en su rostro que le
hiso parecer tan preocupado.
—¿Te pasa
algo?—Preguntó.
No hay peligro aquí, ninguna amenaza, pensó Meg,
sintiendo el pánico empezar a burbujear en su interior.
—Voy a llamar
a Simon. — Lorne volvió hacia el mostrador y el teléfono.
—¡No! — Su
vehemencia sorprendió a ambos—. No,— dijo de nuevo, luchando por recuperar el
control—. No llames a Simon. Todavía no. Sólo necesito un minuto.
Ella no hablaba
con Lorne de la forma en que hablaba con Merri y Ruth sobre las imágenes y cómo
ella y la otras Casandra de sangre habían sido entrenadas en el recinto. Si
trataba de explicar, ¿lo entendería?
Sólo había una
forma de averiguarlo.
—He visto
imágenes de tiendas de suministros de oficina, — dijo ella—. Si esto fuera una
lección, mostraría una imagen general de la parte interior de la tienda. Pero
no habría imágenes de una mercancía, una imagen para representar un determinado
tipo de cosa.
—¿Entonces te mostraría
el exterior de una agenda y tal vez una página interior que mostrara una cita? —
Preguntó Lorne.
Meg asintió.
—Sólo teníamos
las imágenes que los Nombre Caminantes
querían que nosotras tuviéramos, en lugar de todo. — Ella hizo un gesto para indicar
las estanterías de mercancía que llenaban las paredes y las dos unidades a la
altura del pecho que proporcionaban más espacio de exhibición.
No le quedaba
más tiempo. No podía dejar a Jake por su cuenta durante mucho tiempo, sobre
todo cuando era su trabajo el recibir las entregas.
Lorne miró a
su alrededor.
—Así que sin
nadie que establezca límites, ¿tratarías de catalogar todo en la tienda como
imágenes diferentes?
—Sí. Cuando
vivía en el recinto, podría haber absorbido toda una carpeta de imágenes en el
transcurso de un día. Pero hay tantas cosas que ver en el Courtyard, que
hacerlo ahora sería abrumador. — Sobrecarga de información. Supresión, porque
su mente se había cerrado durante unos minutos. Se había cerrado a las
imágenes.
Su reacción a
estar dentro de Las Tres P era otra
confirmación de que las Casandra de sangre podrían absorber solamente algo,
antes de que se cerraran o buscaran una manera de aliviar la presión dentro de
ellas.
—¿Por qué
viniste?—Preguntó Lorne.
Después de ir
a Chucherías y brillantes, pensó que
podía manejar entrar en Las Tres P,
pero no podía ir más allá de la puerta. Hoy no.
—Escribí una
carta a mi amiga Jean. Ella vive en la Isla Grande ahora. Pero es en papel y lleva
un sobre y sello.
¿Había dicho
algo que valiera la pena en esa carta? El acto de escribir que la había
absorbido tanto que no podía recordar lo que había dicho. Ni siquiera sabía si
había dicho algo que alguien más pudiera entender, ¿o había divagado, atrapada
por la fascinación de ver el bolígrafo formar letras?
No era lo
mismo que escribir la información sobre las entregas. Eso era sencillo. Y no
era lo mismo que actualizar las listas de los libros que había leído o la
música que le gustaba, o incluso el escribir algunos pensamientos acerca de su
día. Ninguna de esas cosas le creaba esa compulsión de continuar, por el simple
hecho de continuar.
De repente Meg
entendió por qué la Crowgard le había cortado el pelo tan corto. Al igual que
Meg escribiendo una carta, había quedado
atrapada por una nueva experiencia y no quería terminarla.
—¿Quieres algo
de papelería? — Preguntó Lorne—. Tengo un poco de surtido.
¿Cuánto tiempo
gastaría llenando pagina tras pagina?
—Mucho. Meg
alcanzó la puerta detrás de ella. Tenía que volver a la oficina, a lo familiar.
—Espera ahí. —
Lorne corrió hacia un estante cerca del mostrador. Rápidamente seleccionó un puñado de artículos, y luego
regresó, extendiéndoselos a ella—. Postales. Una foto en el frente. —Dio la
vuelta a una—. Y en la parte blanca al otro lado. Pones un sello en esta
esquina, y la dirección de la persona aquí. — Señaló a los dos lugares—. La
otra mitad es donde se escribe un mensaje. El espacio es limitado.
Espacio limitado. Las palabras debería haber
conjurado una imagen de algo que debería odiar. En cambio, sintió alivio.
Meg tomó las
postales.
—Te debo
dinero.
—Solo manda
las cartas hoy. — Lorne abrió la puerta para ella, un gesto que entendía significaba que tenía que irse—. Nos
arreglaremos más tarde. Además, suena como que tienes una entrega, — añadió,
cuando ambos escucharon el sonido de la puerta corredera lateral de una
camioneta abrirse, luego cerrarse un momento después.
Meg se
apresuró a volver a la oficina y llegó a la puerta de entrada privada a tiempo
para ver a Jake coger un bolígrafo con su pico y ofrecer al repartidor. El
hombre asintió a Meg, tomó la pluma de Jake, e hizo una anotación en el
documento adjunto a su portapapeles.
Un repartidor
dejando paquetes. Familiar. Jake jugando al juego del bolígrafo. Familiar.
Miró a las
tarjetas postales en sus manos, fascinada por las fotografías de Saltos de
Talulah. Todo lo que el agua vertía sobre el borde del mundo, creaba niebla y
un arco iris.
Algo nuevo.
Una experiencia limitada.
Meg se lanzó a
la mesa en la sala de clasificación y coloco las cinco tarjetas postales, con
la imagen hacia arriba. Tres de ellas eran de Saltos de Talulah. Una de ellas
era un ciervo medio envuelto por una niebla que se levantaba desde el suelo. Y
la última... Rocas rojas grandes levantándose de la tierra, sus cimas planas.
Mesetas.
Una
efervescencia de emoción la invadió. Meseta. Lugar de descanso. Lugar estable
donde las cosas podrían permanecer igual durante un tiempo, dando a la mente la
oportunidad de ponerse al día.
¿Era por eso
que, después de hacer tanto y absorber tanto, estaba en apuros ahora? Viviendo
en el Courtyard, absorbía más imágenes e información en un día de lo que
hubiera visto en una semana en el recinto. E incluso en el recinto, aunque
nadie le habría dicho a las chicas por qué se hacía de esa manera, habría una
semana de nuevas imágenes, y luego la siguiente para mirar las cosas que habían
visto antes.
Meseta. Lugar
de descanso. Un poco lo había hecho por instinto, tomaba una revista que había
examinado antes, en lugar de ver la nueva edición. Pero no había prestado la
suficiente atención, porque no había considerado lo importante que era parar
antes de llegar a la sobrecarga. A partir de ahora, se daría a sí misma, más
lugares de descanso.
Y si
necesitaba esos lugares de descanso, también las otras chicas, especialmente
las niñas que no habían elegido vivir en el mundo exterior.
Meg cogió el
teléfono en la sala de clasificación y llamó Merri Lee.
—¿Merri? Me di
cuenta de otra cosa que tenemos que poner en la Guía.
[1]
Chavo: La palabra usada en el texto
original es Kid. Es un juego de palabras que no fuimos capaces de encontrar la
forma de plasmar en la traducción. La traducción de Kid en español tiene varias
connotaciones; niño, chaval, chamaco etc., pero también significa cabrito,
chivo.
¿Alguien tiene alguna sugerencia de como traducir "kid" para que quede mejor planteado la confusión de Simon que piensa que hablan de chivos, o cabritos?
ResponderEliminarPues a mi me gusta como les ha quedado, asi que sin ideas, y gracias por el capitulo ^w^
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ResponderEliminarFico emocionada e agradecida pelo cuidado e o zelo que vocês têm com o trabalho de tradução, mas, como disse Marina, gostei como ficou, está clara a confusão de Simon.
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