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miércoles, 8 de julio de 2015

Adelanto Capítulo 10: Visiones en Plata - Anne Bishop


Capítulo 10

  

Firesday 11 de Maius

En la estación de Addirondak, Nathan Wolfgard subió al tren con rumbo al oeste. Caminó a través de dos vagones que estaban demasiado llenas para ser confortables. El tercero tenía unos pocos humanos agrupados cerca de la parte delantera del vagón, pero la otra parte estaba vacía.

Nathan suspiró con alivio. Había esperado que al tomar el primer tren disponible reduciría el número de humanos a bordo. Había pasado casi dos semanas en las montañas Addirondak, corriendo con una de las manadas que custodiaban ese pedazo del país salvaje, y él no estaba dispuesto a interactuar con los humanos más de lo necesario.

Se detuvo en un asiento y descubrió que esa parte del vagón no estaba bastante vacío. Al otro lado del pasillo estaba una hembra humana, apretujada en el asiento junto a la ventana.

Pensó en moverse un par de filas más abajo, pero tenía que acostumbrarse a estar alrededor de los humanos de nuevo. Una pequeña hembra era una buena manera de empezar.

Guardando su bolsa de viaje en el estante por encima de los asientos, sacó un libro del bolsillo lateral y tomó el asiento del pasillo. Demasiado fácil para un Lobo solitario quedar atrapado si estaba en el asiento junto a la ventana.

No tenía que volver al Courtyard de Lakeside por otras dos semanas, pero echaba de menos estar allí. Eso fue una sorpresa para él, así como para la manada de acogida. Incluso un Courtyard tan grande como Lakeside podrían sentirse demasiado pequeño, cuando no estaba habitado por Terráneos cuyas formas eran adversarios en el mundo animal. Los Nativos de la Tierra no absorbían todo de las formas que habían elegido durante los largos años desde que el sol se había levantado y sentado en Namid. Eran primero y siempre Terráneos. Pero aprendieron de los depredadores en los que se convirtieron, y ciertos rasgos se transmitían a los jóvenes de cada forma.

Sí, había peligro, amenazas e incluso hubo ataques en el Courtyard de Lakeside durante los últimos meses, pero también había un nuevo tipo de diversión. Meg Corbyn, Enlace Humano y juguete chillón, proveía un tipo diferente de interacción con los humanos. Y su presencia cambió cómo algunos otros humanos se acercaron a los Otros.

Durante el día, la manada de Addirondak había cazado y jugado como él lo solía hacer. Pero por la noche, después de que cantaran al mundo, los Lobos habían preguntado por el Courtyard, sobre las cosas que habían oído, pero no acababan de creer. Claro, los Intuye que vivían en los asentamientos humanos dentro del territorio de Addirondak, negociaban de manera justa con los Otros. Pero ninguno de esos humanos jugaba con los Lobos. ¿Esta Meg realmente jugaba con él?

Así que por la noche, les contó historias sobre el primer encuentro de Meg con él, después de que había sido asignado a custodiar la oficina; sobre cómo ella había engatusado a Sam, el sobrino de Simon Wolfgard, para sacarlo de una jaula y lo bien que el cachorro lo estaba haciendo ahora; sobre Saltarín, -el joven Lobo que había sido enviado a Lakeside-, capturando un ratón y persiguiendo a Meg; acerca de cómo había conocido al líder de los Sanguinati y había hecho amistad con Invierno y los ponis de los Elementales.

Les habló de su sangre dulce y de los cortes que se había hecho en su propia piel para ver las advertencias que habían salvado a los ponis... y a Sam. Les habló de las galletas que se están realizando actualmente especialmente para los Lobos. Bueno, para otros Terráneos también, pero sobre todo para los Lobos.

Había aprendido más acerca de los humanos en los últimos meses, de lo que había aprendido en todo el tiempo que había entrenado para trabajar en un Courtyard y hacer frente a la proximidad de tantos humanos. Pasaba tanto tiempo en forma de Lobo como en forma humana. Él corría, jugaba y cazaba en el Courtyard al igual que  en el país salvaje. Pero luego podría pasar a ver una película o leer un libro... o jugar un juego activo, físico adaptado mejor a la forma humana.

Cuando los líderes de la manada le pidieron hablar con Simon sobre permitir que unos Lobos visitaran Lakeside para aprender estas cosas humanas adicionales, Nathan se preocupó de que podría haber contado algunas historias de más. Pero Simon había hablado sobre el cierre de las tiendas a la mayoría de los humanos para que los Terráneos pudieran aprender sobre los diferentes tipos de tiendas y mercancías, y con seguridad, interactuar con los humanos en que se podía confiar.

Otra razón por la que se dirigía a casa antes de lo esperado.

Había intentado llamar a Simon, y luego a Blair, ayer, para decirles que regresaba, pero todas las líneas telefónicas estaban ocupadas, ocupadas, ocupadas. Esta mañana había recibido tantas peticiones de última hora de la manada, que apenas había llegado a la estación para mostrar su pase de viaje y recibir un boleto gratis, antes de que el tren arrancara. Ahora se daba cuenta de que todavía nadie sabía que necesitaba un viaje a casa cuando el tren llegara a la estación de Lakeside.

Llamaría Blair cuando el tren hiciera su siguiente parada. Había un montón de millas entre las montañas Addirondak y la ciudad a orillas del Lago Etu.

Después de que el guarda entró a comprobar su boleto, Nathan abrió su libro, una novela de suspense de un autor humano. La había leído cuando salió, hace un par de años, pero a la mayoría de los Lobos de Addirondak les era difícil visitar los asentamientos humanos, e ir a las tiendas para comprar cosas, por lo que había negociado los dos nuevos libros que había llevado con él por éste, para leer en el camino a casa, e hizo una nota mental para preguntarle a la manada humana de Meg, ideas sobre cómo los Terráneos podrían conseguir más novelas.

No sabía cuánto tiempo había pasado cuando un varón humano caminó a su asiento. Nathan levantó la cabeza y le enseñó los dientes.

¡Intruso!

No, pensó, luchando por el control. No era un intruso, como tal. Fue el olor acre de la colonia del hombre, lo que había desencadenado la respuesta de Nathan a un extraño masculino tratando de marcar el territorio que no le pertenecía. Pero el hombre no podría haber estado tratando de reclamar nada. El hombre podría haber llegado desde el vagón comedor y necesitaba pasar a través de este vagón para regresar a su asiento.

A los Terráneos no les gustaba los olores que los humanos usaban para disfrazar su propio olor, pero por primera vez, Nathan se preguntó si el que los hombres se bañaban a mismos con un olor agudo, era un equivalente del Lobos rodando por un pez muerto para dejar atrás una marca de olor más fuerte.

Ahora que pensaba en ello, ese olor particular había estado en el vagón cuando se sentó. Se había diluido por el aire fresco que entró con la gente que entraba y salía, pero había estado allí.

Preocupado por eso, pero sin saber el por qué, Nathan hizo un balance de su entorno. Salvo por el hombre apestoso, no hubo otros humanos entrando en este vagón desde que salió de la estación Addirondak.

¿Por qué se veía mal?

Bajó la vista hacia el libro, pero movió la cabeza lo suficiente para estudiar al pasajero en el otro lado del pasillo.

Niña. Lo bastante joven como para que él la considerara un cachorro. Piel del color del chocolate con leche. Ojos oscuros grandes. Pelo negro trenzado que estaba atado un poco por debajo de las orejas y sobresalía como colas de dos dedos de largo.

Estaba pegada a un oso marrón gastado, y ambos estaban mirando en su dirección.

¿Por qué los humanos daban a sus crías versiones falsas de los depredadores que encantados se comerían a las crías?

Los dos rostros a su lado, se veían lindos, sin embargo.

Entonces se dio cuenta de que las pequeñas manos oscuras, estaban alrededor de las caderas del oso, y los delgados dedos lo apretaban y apretaban. Él miró hacia otro lado porque era simplemente espeluznante.

Captó el olor acre de colonia cuando el mismo macho humano entró en el vagón de nuevo, caminó a través, luego, por la otra puerta. Pero esta vez, Nathan cogió algo nuevo en el olor que le hizo ver al humano hasta que el hombre dejó el vagón.

Luego le dio a la niña un vistazo rápido y se dio cuenta de lo que estaba mal.

Los humanos y los Lobos tenían una cosa en común: no dejaban sus pequeños solos por mucho tiempo. Entonces, ¿dónde estaban los adultos que deberían estar en torno a la chica? Había estado sola cuando él había tomado su asiento. ¿Los adultos habían bajado del tren y la habían dejado atrás? Había historias sobre niños perdidos. A los Lobos no les gustaba esas historias. ¿Tal vez la chica debería haber bajado en la estación Addirondak?

Miró a las dos tiras de papel blanco pesado escondido encima de los asientos. Decía LAK en ambas, lo que significaba que había alguien más sentado con la niña que también iba a Lakeside. El guarda había puesto el mismo tipo de la tira por encima de su asiento después de comprobar su boleto.

Bueno, ella no había perdido su parada, lo que lo llevó de vuelta a preguntarse por el adulto. Si la persona que dejó a la niña sola para usar el baño, ¿cuánto tiempo se tardaba en hacer pis o caca? O, en el otro extremo, incluso si el adulto estaba comprando comida y había una cola en el vagón comedor, el otro humano debería haber vuelto ya.

La puerta en el otro extremo se abrió, y el mismo hombre entró en el vagón por tercera vez. Tan pronto como el hombre pasó los asientos que contenían a los pasajeros humanos, sus ojos se centraron en la chica de la misma manera que los Lobos se centrarían en un ternero sin protección cuando estaban cazando.

Nathan se paró en el pasillo y gruñó en voz alta. Sus colmillos se alargaron al tamaño del Lobo, y sus ojos ámbar parpadearon con el rojo, el signo de la ira. Piel surgió en el pecho y los hombros. Piel cubrió sus manos. Sus dedos se acortaron, y sus uñas cambiaron a las afiladas uñas de Lobo que serían más útiles en una pelea.

Una mujer sentada cerca de la parte delantera del vagón volvió a mirar a Nathan, saltó de su asiento y corrió del vagón. Un momento después, un guardia de seguridad  y el guarda se precipitaron dentro.

—¿Qué está pasando? — Preguntó el guarda.

La mano del guardia de seguridad se cernía sobre el arma todavía en su funda.

—Mantengan a este macho lejos de la niña,—  Nathan gruñó.

—Sólo hay un malentendido, — dijo el hombre.

—Él apesta de la lujuria. — Esa había sido la esencia del hombre que había estado tratando de ocultar debajo de la colonia apestosa—. Si no lo mantienen alejado de ella, yo lo haré.

En la ente de cualquiera no habría dudas de cómo él iba a mantener al hombre lejos.

El guarda dio un paso adelante.
—Cariño, ¿conoces a este hombre?

La chica negó con la cabeza y mantuvo al oso falso frente a ella como un escudo.

—Señor, venga con nosotros, — dijo el guardia de seguridad con fuerza. Haciendo caso omiso de las protestas del hombre, el guardia se lo llevó.

Nathan no sabía, ni le importa, donde llevarían al hombre, pero el guardia de seguridad y el guarda, sabían lo suficiente sobre Terráneos para no tratar de llevar  al hombre cerca de él.

Se detuvo un minuto, tratando de cambiar de nuevo a la forma humana, lo suficiente para que el resto de los pasajeros en el vagón, no fueran a entrar en pánico. Entonces, en vez de retomar su propio asiento, se sentó junto a la niña.

—Soy Nathan Wolfgard. — Esperó un latido mientras ella lo miró fijamente—. ¿Quién eres?

—Se supone que no tengo que hablar con extraños.

Eso sonaba como una buena regla, como la de "No te burles de un zorrillo", pero no era útil ahora.

—No soy un extraño; Soy como un policía Lobo. — Él estaba contento de haber pensado en eso como una manera de explicar que era el ejecutor del Courtyard.

Por supuesto, la policía humana no tendía a comerse a los malhechores.

—Ah. — Ella pensó por un momento—. Soy Lizzy. Y este es Oso Boo. Él es mi mejor amigo. — Ella empujó el oso falso cerca de la cara de Nathan.

Él hizo un gesto con la cabeza hacia atrás y tomó respiraciones superficiales a través de su boca.

Oso Boo necesitaba un baño.

Pero...

Nathan se inclinó hacia delante y olisqueó el oso. Manchas de comida vieja alrededor de la nariz. ¿Mantequilla de maní? Algo de olor humano que se había secado con costras alrededor de las orejas, como si se hubiera usado al oso para limpiarse la nariz. Y luego, la pata del oso...

Sangre. Seca ahora, pero el pelaje enmarañado olía a sangre. Si no hubiera sido por la colonia apestosa del hombre, que enmascaró otros olores, habría cogido el olor de la sangre antes de ahora.

Nathan tomó otro delicado resoplido. No era la sangre de la niña. La costra alrededor de las orejas de Oso Boo olía a ella, pero la sangre no.

Nathan se echó hacia atrás, mirándola tan intensamente como ella a él.

—¿Dónde está tu... madre? — Le tomó un momento para recordar la palabra humana.

Lizzy se encogió de hombros en un gesto exagerado y puso a Oso Boo cerca de ella de nuevo.

—¿Vino en el tren contigo?

Sacudida de cabeza.

No le gustaba esa respuesta. No le gustaba en absoluto. Un cachorro no debía estar viajando solo. Pero tenía un boleto. De hecho, ella debía haber tenido dos boletos. De lo contrario, el guarda no habría puesto dos tiras LAK sobre los asientos.

Entonces. Ninguna madre en el tren.
—¿Dónde está tu padre? — Preguntó Nathan.

Ahora se animó.
—Mi papá es un policía. Él vive en Lakeside.

Nathan la estudió.
—¿Cómo se llama tu padre?

—Crispin James Montgomery. Si es policía Lobo, ¿conoce a mi papá?

Nathan observó cómo el guarda entró en el vagón y caminó lentamente por el pasillo. El hombre no se detuvo al llegar a sus asientos, no hiso ninguna pregunta, pero Nathan tenía la sensación de que el guarda y el guardia de seguridad estarían caminando a través de los vagones muchas veces durante este viaje. Había purgado a un depredador humano por ellos, pero podría haber más, y la presencia del guardia mantendría a la joven protegida.

La nariz de Oso Boo se asomó por el brazo de Nathan.

—¿Conoces a mi papá? — Preguntó Lizzy.


—Sí. Lo conozco. — Y tengo la sensación de que no te esperaba.

5 comentarios:

  1. Me encanta Nathan Felicitaciones chicas

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  2. Espero que se encuentre con su papa, va a ser muy emotivo

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  3. Oh Dios!! La niña se escapó... el mundo es un pañuelo .

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  4. Gracias por la rapidez, aunque hace que nos pongamos más nerviosas por el siguiente

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  5. Gracias por la rapidez, aunque hace que nos pongamos más nerviosas por el siguiente

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