Capítulo 10
Firesday 11 de Maius
En la estación
de Addirondak, Nathan Wolfgard subió al tren con rumbo al oeste. Caminó a
través de dos vagones que estaban demasiado llenas para ser confortables. El
tercero tenía unos pocos humanos agrupados cerca de la parte delantera del
vagón, pero la otra parte estaba vacía.
Nathan suspiró
con alivio. Había esperado que al tomar el primer tren disponible reduciría el
número de humanos a bordo. Había pasado casi dos semanas en las montañas
Addirondak, corriendo con una de las manadas que custodiaban ese pedazo del
país salvaje, y él no estaba dispuesto a interactuar con los humanos más de lo
necesario.
Se detuvo en
un asiento y descubrió que esa parte del vagón no estaba bastante vacío. Al
otro lado del pasillo estaba una hembra humana, apretujada en el asiento junto
a la ventana.
Pensó en
moverse un par de filas más abajo, pero tenía que acostumbrarse a estar
alrededor de los humanos de nuevo. Una pequeña hembra era una buena manera de
empezar.
Guardando su
bolsa de viaje en el estante por encima de los asientos, sacó un libro del
bolsillo lateral y tomó el asiento del pasillo. Demasiado fácil para un Lobo
solitario quedar atrapado si estaba en el asiento junto a la ventana.
No tenía que
volver al Courtyard de Lakeside por otras dos semanas, pero echaba de menos
estar allí. Eso fue una sorpresa para él, así como para la manada de acogida.
Incluso un Courtyard tan grande como Lakeside podrían sentirse demasiado
pequeño, cuando no estaba habitado por Terráneos cuyas formas eran adversarios
en el mundo animal. Los Nativos de la Tierra no absorbían todo de las formas
que habían elegido durante los largos años desde que el sol se había levantado
y sentado en Namid. Eran primero y siempre Terráneos. Pero aprendieron de los
depredadores en los que se convirtieron, y ciertos rasgos se transmitían a los
jóvenes de cada forma.
Sí, había
peligro, amenazas e incluso hubo ataques en el Courtyard de Lakeside durante
los últimos meses, pero también había un nuevo tipo de diversión. Meg Corbyn,
Enlace Humano y juguete chillón, proveía un tipo diferente de interacción con
los humanos. Y su presencia cambió cómo algunos otros humanos se acercaron a
los Otros.
Durante el
día, la manada de Addirondak había cazado y jugado como él lo solía hacer. Pero
por la noche, después de que cantaran al mundo, los Lobos habían preguntado por
el Courtyard, sobre las cosas que habían oído, pero no acababan de creer.
Claro, los Intuye que vivían en los asentamientos humanos dentro del territorio
de Addirondak, negociaban de manera justa con los Otros. Pero ninguno de esos
humanos jugaba con los Lobos. ¿Esta Meg
realmente jugaba con él?
Así que por la
noche, les contó historias sobre el primer encuentro de Meg con él, después de
que había sido asignado a custodiar la oficina; sobre cómo ella había
engatusado a Sam, el sobrino de Simon Wolfgard, para sacarlo de una jaula y lo
bien que el cachorro lo estaba haciendo ahora; sobre Saltarín, -el joven Lobo
que había sido enviado a Lakeside-, capturando un ratón y persiguiendo a Meg;
acerca de cómo había conocido al líder de los Sanguinati y había hecho amistad
con Invierno y los ponis de los Elementales.
Les habló de
su sangre dulce y de los cortes que se había hecho en su propia piel para ver
las advertencias que habían salvado a los ponis... y a Sam. Les habló de las
galletas que se están realizando actualmente especialmente para los Lobos.
Bueno, para otros Terráneos también, pero sobre todo para los Lobos.
Había
aprendido más acerca de los humanos en los últimos meses, de lo que había
aprendido en todo el tiempo que había entrenado para trabajar en un Courtyard y
hacer frente a la proximidad de tantos humanos. Pasaba tanto tiempo en forma de
Lobo como en forma humana. Él corría, jugaba y cazaba en el Courtyard al igual
que en el país salvaje. Pero luego
podría pasar a ver una película o leer un libro... o jugar un juego activo,
físico adaptado mejor a la forma humana.
Cuando los
líderes de la manada le pidieron hablar con Simon sobre permitir que unos Lobos
visitaran Lakeside para aprender estas cosas humanas adicionales, Nathan se
preocupó de que podría haber contado algunas historias de más. Pero Simon había
hablado sobre el cierre de las tiendas a la mayoría de los humanos para que los
Terráneos pudieran aprender sobre los diferentes tipos de tiendas y mercancías,
y con seguridad, interactuar con los humanos en que se podía confiar.
Otra razón por
la que se dirigía a casa antes de lo esperado.
Había
intentado llamar a Simon, y luego a Blair, ayer, para decirles que regresaba,
pero todas las líneas telefónicas estaban ocupadas, ocupadas, ocupadas. Esta
mañana había recibido tantas peticiones de última hora de la manada, que apenas
había llegado a la estación para mostrar su pase de viaje y recibir un boleto
gratis, antes de que el tren arrancara. Ahora se daba cuenta de que todavía
nadie sabía que necesitaba un viaje a casa cuando el tren llegara a la estación
de Lakeside.
Llamaría Blair
cuando el tren hiciera su siguiente parada. Había un montón de millas entre las
montañas Addirondak y la ciudad a orillas del Lago Etu.
Después de que
el guarda entró a comprobar su boleto, Nathan abrió su libro, una novela de
suspense de un autor humano. La había leído cuando salió, hace un par de años,
pero a la mayoría de los Lobos de Addirondak les era difícil visitar los
asentamientos humanos, e ir a las tiendas para comprar cosas, por lo que había
negociado los dos nuevos libros que había llevado con él por éste, para leer en
el camino a casa, e hizo una nota mental para preguntarle a la manada humana de
Meg, ideas sobre cómo los Terráneos podrían conseguir más novelas.
No sabía
cuánto tiempo había pasado cuando un varón humano caminó a su asiento. Nathan
levantó la cabeza y le enseñó los dientes.
¡Intruso!
No, pensó,
luchando por el control. No era un intruso, como tal. Fue el olor acre de la
colonia del hombre, lo que había desencadenado la respuesta de Nathan a un
extraño masculino tratando de marcar el territorio que no le pertenecía. Pero
el hombre no podría haber estado tratando de reclamar nada. El hombre podría
haber llegado desde el vagón comedor y necesitaba pasar a través de este vagón
para regresar a su asiento.
A los
Terráneos no les gustaba los olores que los humanos usaban para disfrazar su
propio olor, pero por primera vez, Nathan se preguntó si el que los hombres se
bañaban a mismos con un olor agudo, era un equivalente del Lobos rodando por un
pez muerto para dejar atrás una marca de olor más fuerte.
Ahora que
pensaba en ello, ese olor particular había estado en el vagón cuando se sentó.
Se había diluido por el aire fresco que entró con la gente que entraba y salía,
pero había estado allí.
Preocupado por
eso, pero sin saber el por qué, Nathan hizo un balance de su entorno. Salvo por
el hombre apestoso, no hubo otros humanos entrando en este vagón desde que
salió de la estación Addirondak.
¿Por qué se
veía mal?
Bajó la vista
hacia el libro, pero movió la cabeza lo suficiente para estudiar al pasajero en
el otro lado del pasillo.
Niña. Lo
bastante joven como para que él la considerara un cachorro. Piel del color del
chocolate con leche. Ojos oscuros grandes. Pelo negro trenzado que estaba atado
un poco por debajo de las orejas y sobresalía como colas de dos dedos de largo.
Estaba pegada
a un oso marrón gastado, y ambos estaban mirando en su dirección.
¿Por qué los
humanos daban a sus crías versiones falsas de los depredadores que encantados
se comerían a las crías?
Los dos
rostros a su lado, se veían lindos, sin embargo.
Entonces se
dio cuenta de que las pequeñas manos oscuras, estaban alrededor de las caderas
del oso, y los delgados dedos lo apretaban y apretaban. Él miró hacia otro lado
porque era simplemente espeluznante.
Captó el olor
acre de colonia cuando el mismo macho humano entró en el vagón de nuevo, caminó
a través, luego, por la otra puerta. Pero esta vez, Nathan cogió algo nuevo en
el olor que le hizo ver al humano hasta que el hombre dejó el vagón.
Luego le dio a
la niña un vistazo rápido y se dio cuenta de lo que estaba mal.
Los humanos y
los Lobos tenían una cosa en común: no dejaban sus pequeños solos por mucho
tiempo. Entonces, ¿dónde estaban los adultos que deberían estar en torno a la
chica? Había estado sola cuando él había tomado su asiento. ¿Los adultos habían
bajado del tren y la habían dejado atrás? Había historias sobre niños perdidos.
A los Lobos no les gustaba esas historias. ¿Tal vez la chica debería haber
bajado en la estación Addirondak?
Miró a las dos
tiras de papel blanco pesado escondido encima de los asientos. Decía LAK en
ambas, lo que significaba que había alguien más sentado con la niña que también
iba a Lakeside. El guarda había puesto el mismo tipo de la tira por encima de
su asiento después de comprobar su boleto.
Bueno, ella no
había perdido su parada, lo que lo llevó de vuelta a preguntarse por el adulto.
Si la persona que dejó a la niña sola para usar el baño, ¿cuánto tiempo se
tardaba en hacer pis o caca? O, en el otro extremo, incluso si el adulto estaba
comprando comida y había una cola en el vagón comedor, el otro humano debería
haber vuelto ya.
La puerta en
el otro extremo se abrió, y el mismo hombre entró en el vagón por tercera vez.
Tan pronto como el hombre pasó los asientos que contenían a los pasajeros
humanos, sus ojos se centraron en la chica de la misma manera que los Lobos se
centrarían en un ternero sin protección cuando estaban cazando.
Nathan se paró
en el pasillo y gruñó en voz alta. Sus colmillos se alargaron al tamaño del
Lobo, y sus ojos ámbar parpadearon con el rojo, el signo de la ira. Piel surgió
en el pecho y los hombros. Piel cubrió sus manos. Sus dedos se acortaron, y sus
uñas cambiaron a las afiladas uñas de Lobo que serían más útiles en una pelea.
Una mujer
sentada cerca de la parte delantera del vagón volvió a mirar a Nathan, saltó de
su asiento y corrió del vagón. Un momento después, un guardia de seguridad y el guarda se precipitaron dentro.
—¿Qué está
pasando? — Preguntó el guarda.
La mano del
guardia de seguridad se cernía sobre el arma todavía en su funda.
—Mantengan a
este macho lejos de la niña,— Nathan
gruñó.
—Sólo hay un
malentendido, — dijo el hombre.
—Él apesta de
la lujuria. — Esa había sido la esencia del hombre que había estado tratando de
ocultar debajo de la colonia apestosa—. Si no lo mantienen alejado de ella, yo
lo haré.
En la ente de
cualquiera no habría dudas de cómo él iba a mantener al hombre lejos.
El guarda dio
un paso adelante.
—Cariño,
¿conoces a este hombre?
La chica negó
con la cabeza y mantuvo al oso falso frente a ella como un escudo.
—Señor, venga
con nosotros, — dijo el guardia de seguridad con fuerza. Haciendo caso omiso de
las protestas del hombre, el guardia se lo llevó.
Nathan no
sabía, ni le importa, donde llevarían al hombre, pero el guardia de seguridad y
el guarda, sabían lo suficiente sobre Terráneos para no tratar de llevar al hombre cerca de él.
Se detuvo un
minuto, tratando de cambiar de nuevo a la forma humana, lo suficiente para que
el resto de los pasajeros en el vagón, no fueran a entrar en pánico. Entonces,
en vez de retomar su propio asiento, se sentó junto a la niña.
—Soy Nathan
Wolfgard. — Esperó un latido mientras ella lo miró fijamente—. ¿Quién eres?
—Se supone que
no tengo que hablar con extraños.
Eso sonaba
como una buena regla, como la de "No
te burles de un zorrillo", pero no era útil ahora.
—No soy un
extraño; Soy como un policía Lobo. — Él estaba contento de haber pensado en eso
como una manera de explicar que era el ejecutor del Courtyard.
Por supuesto,
la policía humana no tendía a comerse a los malhechores.
—Ah. — Ella
pensó por un momento—. Soy Lizzy. Y este es Oso Boo. Él es mi mejor amigo. —
Ella empujó el oso falso cerca de la cara de Nathan.
Él hizo un
gesto con la cabeza hacia atrás y tomó respiraciones superficiales a través de
su boca.
Oso Boo
necesitaba un baño.
Pero...
Nathan se
inclinó hacia delante y olisqueó el oso. Manchas de comida vieja alrededor de
la nariz. ¿Mantequilla de maní? Algo de olor humano que se había secado con
costras alrededor de las orejas, como si se hubiera usado al oso para limpiarse
la nariz. Y luego, la pata del oso...
Sangre. Seca
ahora, pero el pelaje enmarañado olía a sangre. Si no hubiera sido por la
colonia apestosa del hombre, que enmascaró otros olores, habría cogido el olor
de la sangre antes de ahora.
Nathan tomó
otro delicado resoplido. No era la sangre de la niña. La costra alrededor de
las orejas de Oso Boo olía a ella, pero la sangre no.
Nathan se echó
hacia atrás, mirándola tan intensamente como ella a él.
—¿Dónde está
tu... madre? — Le tomó un momento para recordar la palabra humana.
Lizzy se
encogió de hombros en un gesto exagerado y puso a Oso Boo cerca de ella de
nuevo.
—¿Vino en el
tren contigo?
Sacudida de
cabeza.
No le gustaba
esa respuesta. No le gustaba en absoluto. Un cachorro no debía estar viajando
solo. Pero tenía un boleto. De hecho, ella debía haber tenido dos boletos. De
lo contrario, el guarda no habría puesto dos tiras LAK sobre los asientos.
Entonces.
Ninguna madre en el tren.
—¿Dónde está
tu padre? — Preguntó Nathan.
Ahora se
animó.
—Mi papá es un
policía. Él vive en Lakeside.
Nathan la
estudió.
—¿Cómo se
llama tu padre?
—Crispin James
Montgomery. Si es policía Lobo, ¿conoce a mi papá?
Nathan observó
cómo el guarda entró en el vagón y caminó lentamente por el pasillo. El hombre
no se detuvo al llegar a sus asientos, no hiso ninguna pregunta, pero Nathan
tenía la sensación de que el guarda y el guardia de seguridad estarían
caminando a través de los vagones muchas veces durante este viaje. Había purgado
a un depredador humano por ellos, pero podría haber más, y la presencia del
guardia mantendría a la joven protegida.
La nariz de
Oso Boo se asomó por el brazo de Nathan.
—¿Conoces a mi
papá? — Preguntó Lizzy.
—Sí. Lo
conozco. — Y tengo la sensación de que no
te esperaba.
Me encanta Nathan Felicitaciones chicas
ResponderEliminarEspero que se encuentre con su papa, va a ser muy emotivo
ResponderEliminarOh Dios!! La niña se escapó... el mundo es un pañuelo .
ResponderEliminarGracias por la rapidez, aunque hace que nos pongamos más nerviosas por el siguiente
ResponderEliminarGracias por la rapidez, aunque hace que nos pongamos más nerviosas por el siguiente
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