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domingo, 1 de mayo de 2016

Adelanto: Adelanto Capítulo 1 (3-Infierno): Hija de Sangre - Anne Bishop


3-Infierno



Una vez, él fue el Seductor, el Verdugo, el Sumo Sacerdote del Hourglass, el Príncipe de la Oscuridad, el Lord Supremo del Infierno.

Una vez, fue el consorte de Cassandra, la gran Reina Viuda Negra, portadora de la Joya Negra; la última Bruja que caminó por los Reinos.

Una vez, fue el único Príncipe Warlord, portador de la Joya Negra en la historia de los Sangre, temido por su temperamento y el poder que ejercía.

Una vez, fue el único varón en ser Viuda Negra.

Una vez, gobernó el territorio Dhemlan en el Reino de Terreille y el territorio de su hermana en Kaeleer, el Reino de las Sombras. Él fue el único hombre que alguna vez gobernó sin responder a una Reina y, a excepción de la Bruja, el único miembro de los Sangre en gobernar territorios en dos Reinos.

Una vez, estuvo casado con Hekatah, una aristócrata Viuda Negra, Sacerdotisa de una de las cien Familias de Hayll.

Una vez, engendró dos hijos, Mephis y Peyton. Jugó con ellos, les narró historias, se las leyó, sanó sus rodillas laceradas y sus corazones rotos, les enseñó sobre las Joyas y la Ley de los Sangre, los baño con su amor a la tierra, así como a la música, el arte y la literatura, animándolos a ver con ojos ansiosos a todo lo que los Reinos tenían para ofrecer, no para conquistar sino para aprender. Él les enseñó a bailar para alguna ocasión social y a bailar por la gloria de la Bruja. Él les enseñó cómo ser Sangre.

Pero eso fue hace mucho, mucho tiempo.

Saetan, el Lord Supremo del Infierno, se sentó en silencio junto al fuego, una alfombra envuelta alrededor de sus piernas, pasando las páginas de un libro que no tenía ningún interés en leer. Bebió un vaso de yarbarah, el vino de sangre, sin encontrar placer en su sabor o calor.

Durante la última década, no fue más que un silencioso inválido, que nunca salía de su estudio privado en las profundidades de Hall. Por más de 50.000 años antes de eso, había sido el gobernante y el Guardián del Reino de la Oscuridad, el indiscutible Gran Lord.

Ya no se preocupaba por el Infierno. Ya no le importaba nada la familia de demonios muertos y amigos que estaban todavía con él, o los otros demonios muertos y ciudadanos fantasmales de este Reino, los Sangre que seguían siendo demasiado fuertes para volver a la Oscuridad, incluso después de que sus cuerpos hubieran muerto.

Estaba cansado y viejo, y la soledad que había acarreado dentro de él toda su vida, se había vuelto demasiado pesada para soportar. Ya no quería ser un Guardián, uno de los muertos vivientes. Ya no quería la media vida de un puñado de Sangres que habían elegido extender sus vidas en años más allá de lo imaginable. Quería paz, quería desaparecer silenciosamente de nuevo en la Oscuridad.

Lo único que le impedía buscar activamente la liberación, era su promesa a Cassandra.

Saetan juntó sus largas uñas -pintadas de negro-, y descansó sus ojos dorados en el retrato que colgaba en la pared del fondo entre dos estanterías.

Ella le había hecho prometer que se convertiría en el Guardián, así que necesitaba esas medias vidas para prolongar la suya, lo que le permitiría caminar entre los vivos para cuando naciera su hija. No la hija de sus entrañas, pero sí la hija de su alma. La hija que había visto en una enmarañada Red.

Se lo prometió porque lo que ella le había dicho, hizo que su coraje temblara como las cuerdas de amarre en una tormenta, porque ese fue el precio de ella para entrenarlo como Viuda Negra, ya que, incluso entonces, la Oscuridad le cantaba de una manera que no le cantaba a otros varones de los Sangre.

Había cumplido su promesa. Pero la hija nunca llegó.

El insistente llamando a la puerta de su estudio privado, finalmente lo sacó de sus pensamientos.

—Adelante, — dijo, su voz grave, un susurro cansado, un fantasma de lo que una vez fue.

Mephis SaDiablo entró y se paró al lado de la silla, en silencio.

—¿Qué quieres, Mephis? — Preguntó Saetan a su hijo mayor, el demonio muerto desde la vieja guerra entre Terreille y Kaeleer.

Mephis vaciló.
—Algo extraño está pasando.

La mirada de Saetan flotó de regreso al fuego.
—Alguien más puede ocuparse, si alguien así lo desea. Tu madre puede ocuparse. Hekatah siempre quiso ostentar poder sin mi interferencia.

—No, — dijo Mephis inquieto.

Saetan estudió el rostro de su hijo y descubrió que tenía problemas para tragar.

—¿Tus hermanos? — preguntó finalmente, incapaz de ocultar el dolor que le causó el preguntar. Había sido un tonto presuntuoso al lanzar el hechizo que temporalmente le dio un retorno a la semilla de la vida. No podía lamentar la existencia de Daemon y  Lucivar, pero se había torturado a sí mismo durante siglos con los informes de lo que se les había hecho a ellos.

Mephis negó con la cabeza y se quedó mirando el manto jaspeado rojo oscuro.
—En la isla de los cildru dyathe.

Saetan se estremeció. Nunca había temido nada en el Infierno, pero siempre había sentido una desesperación dolorosa por los cildru dyathe, los niños demonios muertos. En el Infierno, los muertos conservaban la forma de su última hora de vida. Este frío, criticó Reino nunca fue un lugar amable, pero el mirar a esos niños, el ver lo que otros les habían hecho, sin ningún escape de esas heridas evidentes... Era demasiado difícil de soportar. Se mantenían en su isla, poco dispuestos a tener ningún contacto con los adultos. Él nunca se entrometió en ellos, tenía a Char -su líder elegido-, acudiendo a él de vez en cuando para devolver los libros, juegos, y todo lo que podía encontrar para ocupar sus mentes jóvenes y ayudar a distraerlos en los años implacables.

—Los cildru dyathe cuidan de sí mismos, —dijo Saetan, inconforme y molesto con la alfombra de la chimenea—. Ya lo sabéis.

—Pero... cada tanto, en las últimas semanas, ha habido otra presencia allí. Nunca por mucho tiempo, pero la he sentido. Lo mismo Prothvar cuando ha volado sobre la isla.

—Dejadlos solos, —espetó Saetan, su temperamento volvió a manifestarse con algo de fuerza en su voz—. Tal vez ellos han encontrado un cachorro de perro huérfano.

Mephis tomó una respiración profunda.
—Hekatah ya ha tenido un altercado con Char sobre esto. Los niños se esconden de todo el que se acerca a causa de ello. Si ella tenía alguna autoridad...

Antes de que Saetan pudiera responder al fuerte golpe en la puerta del estudio, ésta se abrió. Andulvar Yaslana, una vez el Príncipe Warlord Eyrien de Askavi, entró en la habitación. Su nieto, Prothvar, lo siguió, cargando un gran globo cubierto con un paño negro.

—SaDiablo, hay algo que debes ver, —dijo Andulvar—. Prothvar trajo esto de la isla de los cildru dyathe.

Saetan asumió una expresión de educado interés. Cuando jóvenes, él y Andulvar formaron una improbable amistad y sirvieron juntos en una serie de cortes. Ni siquiera Hekatah pudo cortar esa amistad cuando se pavoneaba, llevando alegremente a un niño que no era suyo: el niño de Andulvar. No lo puso en contra del único hombre que alguna vez había llamado amigo, ¿quién podría culpar a un hombre por caer enredado en una de las conspiraciones de Hekatah? Pero había terminado con su tormentoso matrimonio.

Saetan miró a cada uno y vio la misma inquietud en los tres pares de ojos dorados. Mephis era un Príncipe Warlord Joya Gris y era casi indestructible. Prothvar era un Warlord Eyrien Joya Roja, un guerrero criado y entrenado. Andulvar un Príncipe Warlord Eyrien portador de la Joya Gris Ébano, la segunda Joya más oscura. Todos eran hombres fuertes que no se asustaban fácilmente, pero ahora estaban asustados.

Saetan se inclinó hacia delante, el miedo de ellos pinchaba la burbuja de indiferencia que él mismo había sellado una década atrás. Su cuerpo era débil y necesitaba un bastón para caminar, pero su mente aún era aguda, la Joya Negra todavía vibrante, su habilidad en el Arte, todavía afilada.

De repente, supo que iba a necesitar toda esa fuerza y ​​habilidad para hacer frente a lo que estaba ocurriendo en la isla de los cildru dyathe.

Andulvar tiró de la tela que cubría el globo. Saetan se quedó mirando, con el rostro lleno de asombro e incredulidad.

Una mariposa. No, no sólo era una mariposa. Esta era una gran criatura de fantasía que batía con suavidad sus alas dentro de los confines del globo. Pero fueron los colores lo que sorprendió a Saetan. El infierno era un Reino de permanente crepúsculo, un Reino que silenciaba los colores hasta que no había casi ningún color en absoluto. No había nada silenciado en la criatura del globo. Su cuerpo era una calabaza anaranjada, sus alas una mezcla improbable de cielo azul, sol amarillo y verde de las hierbas en primavera. Mientras miraba, la mariposa perdió su forma, y ​​los colores se desangraron revueltos como una pintura de tiza en la lluvia.

Alguien en la isla de los cildru dyathe había creado ese pedazo glorioso de magia, alguien fue capaz de mantener los colores de los Reinos vivos en un lugar que blanqueaba la vitalidad apagando la energía de la vida.

—Prothvar lanzó un globo blindado en torno a esto,—dijo Andulvar.

—Se disuelven casi de inmediato, — Prothvar dijo en tono de disculpa, tirando de sus oscuras, membranosas alas apretadas a su cuerpo.

Saetan se enderezó en su silla.
—Traedme a Char, Señor Yaslana. —Su voz era un trueno suave, acariciante, imponente.

—No vendrá de buen grado, —dijo Prothvar.

Saetan contempló al Warlord demonio-muerto.
—Traedme a Char.

—Sí, Lord Supremo .




El Lord Supremo del Infierno se sentó en silencio junto al fuego, sus delgados dedos presionados unos con otros, las uñas largas de un negro brillante. El anillo Joya Negra en su mano derecha brillaba con un fuego interior.

El niño se sentó frente a él, mirando al suelo, tratando de no tener miedo.

Saetan lo observaba con los ojos semi cerrados. Durante mil años, Char había sido el líder de los cildru dyathe. Tenía doce, trece quizá, cuando alguien lo ató a un poste y le prendió fuego. La voluntad de sobrevivir fue más fuerte que el cuerpo, y él cayó a través de una de las puertas que terminaban en el Reino de la Oscuridad. Su cuerpo estaba tan quemado que era imposible precisar de qué raza venía. Sin embargo, este muchacho joven demonio reunió a los otros niños mutilados y creó un refugio para ellos, la isla de los cildru dyathe.

Habría sido un buen Warlord si le hubieran permitido llegar a la mayoría de edad, pensó Saetan con los brazos cruzados.

Andulvar, Mephis, y Prothvar de pie detrás de la silla de Char creando un semicírculo, que cortaba, efectivamente, cualquier vía de escape.

—¿Quién hace las mariposas, Char? — Saetan preguntó en voz demasiado baja.

Había vientos que provenían del norte que chillaban sobre las millas de hielo, recogiendo la humedad mientras rasgaban sobre el mar congelándolo hasta que, cuando finalmente tocaban a un hombre, el frío, era un cuchillo afilado que se filtraba en sus huesos, enfriándolo  en lugares donde el fuego más caliente no podía calentar. Saetan, cuando estaba en esta calma, aún así, era como esos vientos.

—¿Quién hace las mariposas?— preguntó de nuevo.

Char se quedó mirando el suelo, con las manos apretadas, el rostro contraído de las emociones de rabia dentro de él.
—Ella es nuestra. —Las palabras brotaron de él—. Ella nos pertenece.

Saetan se quedó muy quieto, helado con la furia creciente en él. Hasta que tuviera una respuesta, no tenía tiempo para la ternura.

Char le devolvió la mirada, asustado pero dispuesto a luchar.

Todos los ciudadanos del Infierno conocían los matices sutiles de la muerte, que una cosa era haber muerto y otra estar muertos. Todos los ciudadanos del  Infierno sabían que la única persona capaz de borrarlos con un pensamiento era su Lord Supremo. Aún así, Char lo desafiaba abiertamente, y esperaba.

De repente, algo más estuvo en la habitación. Un toque suave. Una pregunta que viajó en un hilo psíquico. Char bajó la cabeza, derrotado.
—Ella quiere conocerlo.

—Entonces traedla aquí, Char.

Char se puso derecho.
—Mañana. La traeré mañana.

Saetan estudió el orgulloso temblor en los ojos del niño.

—Muy bien, Warlord, podéis escoltarla hasta aquí... Mañana.

6 comentarios:

  1. Muchas gracias ¡¡¡Menuda pinta!!! Que ganas de saber como sigue

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  2. Gracias, aunque aún voy pérdida con tantos terminos y personajes.

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  3. Gracias, aunque aún voy pérdida con tantos terminos y personajes.

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  4. gracias yo tmb voy perdida con tantos terminos jejej...tendre que releer esto un par de veces

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  5. Fina. Hola un millón de gracias por su trabajo, por compartirlo, están buenísimos los capítulos, mil gracias, besos

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