3-Infierno
Una vez, él
fue el Seductor, el Verdugo, el Sumo Sacerdote del Hourglass, el Príncipe de la
Oscuridad, el Lord Supremo del Infierno.
Una vez, fue
el consorte de Cassandra, la gran Reina
Viuda Negra, portadora de la Joya Negra; la última Bruja que caminó por los
Reinos.
Una vez, fue
el único Príncipe Warlord, portador de la Joya Negra en la historia de los
Sangre, temido por su temperamento y el poder que ejercía.
Una vez, fue
el único varón en ser Viuda Negra.
Una vez,
gobernó el territorio Dhemlan en el Reino
de Terreille y el territorio de su hermana en Kaeleer, el Reino de las Sombras. Él fue el único
hombre que alguna vez gobernó sin responder a una Reina y, a excepción de la
Bruja, el único miembro de los Sangre en gobernar territorios en dos Reinos.
Una vez,
estuvo casado con Hekatah, una aristócrata Viuda Negra, Sacerdotisa de una de
las cien Familias de Hayll.
Una vez,
engendró dos hijos, Mephis y Peyton. Jugó con ellos, les narró historias, se
las leyó, sanó sus rodillas laceradas y sus corazones rotos, les enseñó sobre
las Joyas y la Ley de los Sangre, los baño con su amor a la tierra, así como a
la música, el arte y la literatura, animándolos a ver con ojos ansiosos a todo
lo que los Reinos tenían para ofrecer, no para conquistar sino para aprender.
Él les enseñó a bailar para alguna ocasión social y a bailar por la gloria de
la Bruja. Él les enseñó cómo ser Sangre.
Pero eso fue
hace mucho, mucho tiempo.
Saetan, el Lord
Supremo del Infierno, se sentó en silencio junto al fuego, una alfombra
envuelta alrededor de sus piernas, pasando las páginas de un libro que no tenía
ningún interés en leer. Bebió un vaso de yarbarah, el vino de sangre, sin
encontrar placer en su sabor o calor.
Durante la
última década, no fue más que un silencioso inválido, que nunca salía de su
estudio privado en las profundidades de Hall. Por más de 50.000 años antes de
eso, había sido el gobernante y el Guardián del Reino de la Oscuridad, el indiscutible Gran Lord.
Ya no se
preocupaba por el Infierno. Ya no le
importaba nada la familia de demonios muertos y amigos que estaban todavía con
él, o los otros demonios muertos y ciudadanos fantasmales de este Reino, los
Sangre que seguían siendo demasiado fuertes para volver a la Oscuridad, incluso
después de que sus cuerpos hubieran muerto.
Estaba cansado
y viejo, y la soledad que había acarreado dentro de él toda su vida, se había
vuelto demasiado pesada para soportar. Ya no quería ser un Guardián, uno de los
muertos vivientes. Ya no quería la media vida de un puñado de Sangres que habían
elegido extender sus vidas en años más allá de lo imaginable. Quería paz,
quería desaparecer silenciosamente de nuevo en la Oscuridad.
Lo único que
le impedía buscar activamente la liberación, era su promesa a Cassandra.
Saetan juntó
sus largas uñas -pintadas de negro-, y descansó sus ojos dorados en el retrato
que colgaba en la pared del fondo entre dos estanterías.
Ella le había
hecho prometer que se convertiría en el Guardián, así que necesitaba esas medias
vidas para prolongar la suya, lo que le permitiría caminar entre los vivos para
cuando naciera su hija. No la hija de sus entrañas, pero sí la hija de su alma.
La hija que había visto en una enmarañada Red.
Se lo prometió
porque lo que ella le había dicho, hizo que su coraje temblara como las cuerdas
de amarre en una tormenta, porque ese fue el precio de ella para entrenarlo como
Viuda Negra, ya que, incluso entonces, la Oscuridad le cantaba de una manera
que no le cantaba a otros varones de los Sangre.
Había cumplido
su promesa. Pero la hija nunca llegó.
El insistente
llamando a la puerta de su estudio privado, finalmente lo sacó de sus
pensamientos.
—Adelante, —
dijo, su voz grave, un susurro cansado, un fantasma de lo que una vez fue.
Mephis
SaDiablo entró y se paró al lado de la silla, en silencio.
—¿Qué quieres,
Mephis? — Preguntó Saetan a su hijo mayor, el demonio muerto desde la vieja
guerra entre Terreille y Kaeleer.
Mephis vaciló.
—Algo extraño
está pasando.
La mirada de
Saetan flotó de regreso al fuego.
—Alguien más
puede ocuparse, si alguien así lo desea. Tu madre puede ocuparse. Hekatah
siempre quiso ostentar poder sin mi interferencia.
—No, — dijo
Mephis inquieto.
Saetan estudió
el rostro de su hijo y descubrió que tenía problemas para tragar.
—¿Tus
hermanos? — preguntó finalmente, incapaz de ocultar el dolor que le causó el
preguntar. Había sido un tonto presuntuoso al lanzar el hechizo que
temporalmente le dio un retorno a la semilla de la vida. No podía lamentar la
existencia de Daemon y Lucivar, pero se
había torturado a sí mismo durante siglos con los informes de lo que se les
había hecho a ellos.
Mephis negó
con la cabeza y se quedó mirando el manto jaspeado rojo oscuro.
—En la isla de
los cildru dyathe.
Saetan se
estremeció. Nunca había temido nada en el Infierno,
pero siempre había sentido una desesperación dolorosa por los cildru dyathe, los niños demonios
muertos. En el Infierno, los muertos
conservaban la forma de su última hora de vida. Este frío, criticó Reino nunca
fue un lugar amable, pero el mirar a esos niños, el ver lo que otros les habían
hecho, sin ningún escape de esas heridas evidentes... Era demasiado difícil de
soportar. Se mantenían en su isla, poco dispuestos a tener ningún contacto con
los adultos. Él nunca se entrometió en ellos, tenía a Char -su líder elegido-,
acudiendo a él de vez en cuando para devolver los libros, juegos, y todo lo que
podía encontrar para ocupar sus mentes jóvenes y ayudar a distraerlos en los
años implacables.
—Los cildru
dyathe cuidan de sí mismos, —dijo Saetan, inconforme y molesto con la alfombra
de la chimenea—. Ya lo sabéis.
—Pero... cada
tanto, en las últimas semanas, ha habido otra presencia allí. Nunca por mucho
tiempo, pero la he sentido. Lo mismo Prothvar cuando ha volado sobre la isla.
—Dejadlos
solos, —espetó Saetan, su temperamento volvió a manifestarse con algo de fuerza
en su voz—. Tal vez ellos han encontrado un cachorro de perro huérfano.
Mephis tomó
una respiración profunda.
—Hekatah ya ha
tenido un altercado con Char sobre esto. Los niños se esconden de todo el que
se acerca a causa de ello. Si ella tenía alguna autoridad...
Antes de que
Saetan pudiera responder al fuerte golpe en la puerta del estudio, ésta se
abrió. Andulvar Yaslana, una vez el Príncipe Warlord Eyrien de Askavi, entró en la habitación. Su nieto, Prothvar, lo
siguió, cargando un gran globo cubierto con un paño negro.
—SaDiablo, hay
algo que debes ver, —dijo Andulvar—. Prothvar trajo esto de la isla de los cildru dyathe.
Saetan asumió
una expresión de educado interés. Cuando jóvenes, él y Andulvar formaron una
improbable amistad y sirvieron juntos en una serie de cortes. Ni siquiera
Hekatah pudo cortar esa amistad cuando se pavoneaba, llevando alegremente a un
niño que no era suyo: el niño de Andulvar. No lo puso en contra del único
hombre que alguna vez había llamado amigo, ¿quién podría culpar a un hombre por
caer enredado en una de las conspiraciones de Hekatah? Pero había terminado con
su tormentoso matrimonio.
Saetan miró a
cada uno y vio la misma inquietud en los tres pares de ojos dorados. Mephis era
un Príncipe Warlord Joya Gris y era casi indestructible. Prothvar era un Warlord
Eyrien Joya Roja, un guerrero criado y entrenado. Andulvar un Príncipe Warlord
Eyrien portador de la Joya Gris Ébano, la segunda Joya más oscura. Todos eran
hombres fuertes que no se asustaban fácilmente, pero ahora estaban asustados.
Saetan se
inclinó hacia delante, el miedo de ellos pinchaba la burbuja de indiferencia
que él mismo había sellado una década atrás. Su cuerpo era débil y necesitaba
un bastón para caminar, pero su mente aún era aguda, la Joya Negra todavía
vibrante, su habilidad en el Arte,
todavía afilada.
De repente,
supo que iba a necesitar toda esa fuerza y habilidad para hacer frente a lo
que estaba ocurriendo en la isla de los cildru
dyathe.
Andulvar tiró
de la tela que cubría el globo. Saetan se quedó mirando, con el rostro lleno de
asombro e incredulidad.
Una mariposa.
No, no sólo era una mariposa. Esta era una gran criatura de fantasía que batía
con suavidad sus alas dentro de los confines del globo. Pero fueron los colores
lo que sorprendió a Saetan. El infierno era
un Reino de permanente crepúsculo, un Reino que silenciaba los colores hasta
que no había casi ningún color en absoluto. No había nada silenciado en la
criatura del globo. Su cuerpo era una calabaza anaranjada, sus alas una mezcla
improbable de cielo azul, sol amarillo y verde de las hierbas en primavera.
Mientras miraba, la mariposa perdió su forma, y los colores se desangraron
revueltos como una pintura de tiza en la lluvia.
Alguien en la
isla de los cildru dyathe había
creado ese pedazo glorioso de magia, alguien fue capaz de mantener los colores
de los Reinos vivos en un lugar que blanqueaba la vitalidad apagando la energía
de la vida.
—Prothvar
lanzó un globo blindado en torno a esto,—dijo Andulvar.
—Se disuelven
casi de inmediato, — Prothvar dijo en tono de disculpa, tirando de sus oscuras,
membranosas alas apretadas a su cuerpo.
Saetan se
enderezó en su silla.
—Traedme a
Char, Señor Yaslana. —Su voz era un trueno suave, acariciante, imponente.
—No vendrá de
buen grado, —dijo Prothvar.
Saetan
contempló al Warlord demonio-muerto.
—Traedme a
Char.
—Sí, Lord
Supremo .
El Lord
Supremo del Infierno se sentó en
silencio junto al fuego, sus delgados dedos presionados unos con otros, las
uñas largas de un negro brillante. El anillo Joya Negra en su mano derecha
brillaba con un fuego interior.
El niño se
sentó frente a él, mirando al suelo, tratando de no tener miedo.
Saetan lo
observaba con los ojos semi cerrados. Durante mil años, Char había sido el
líder de los cildru dyathe. Tenía
doce, trece quizá, cuando alguien lo ató a un poste y le prendió fuego. La
voluntad de sobrevivir fue más fuerte que el cuerpo, y él cayó a través de una
de las puertas que terminaban en el Reino
de la Oscuridad. Su cuerpo estaba tan quemado que era imposible precisar de
qué raza venía. Sin embargo, este muchacho joven demonio reunió a los otros
niños mutilados y creó un refugio para ellos, la isla de los cildru dyathe.
Habría sido un buen Warlord si le hubieran
permitido llegar a la mayoría de edad, pensó Saetan con los brazos
cruzados.
Andulvar,
Mephis, y Prothvar de pie detrás de la silla de Char creando un semicírculo,
que cortaba, efectivamente, cualquier vía de escape.
—¿Quién hace
las mariposas, Char? — Saetan preguntó en voz demasiado baja.
Había vientos
que provenían del norte que chillaban sobre las millas de hielo, recogiendo la
humedad mientras rasgaban sobre el mar congelándolo hasta que, cuando
finalmente tocaban a un hombre, el frío, era un cuchillo afilado que se
filtraba en sus huesos, enfriándolo en
lugares donde el fuego más caliente no podía calentar. Saetan, cuando estaba en
esta calma, aún así, era como esos vientos.
—¿Quién hace
las mariposas?— preguntó de nuevo.
Char se quedó
mirando el suelo, con las manos apretadas, el rostro contraído de las emociones
de rabia dentro de él.
—Ella es
nuestra. —Las palabras brotaron de él—. Ella nos pertenece.
Saetan se
quedó muy quieto, helado con la furia creciente en él. Hasta que tuviera una
respuesta, no tenía tiempo para la ternura.
Char le
devolvió la mirada, asustado pero dispuesto a luchar.
Todos los
ciudadanos del Infierno conocían los
matices sutiles de la muerte, que una cosa era haber muerto y otra estar muertos.
Todos los ciudadanos del Infierno sabían que la única persona
capaz de borrarlos con un pensamiento era su Lord Supremo. Aún así, Char lo
desafiaba abiertamente, y esperaba.
De repente,
algo más estuvo en la habitación. Un toque suave. Una pregunta que viajó en un
hilo psíquico. Char bajó la cabeza, derrotado.
—Ella quiere
conocerlo.
—Entonces
traedla aquí, Char.
Char se puso
derecho.
—Mañana. La traeré
mañana.
Saetan estudió
el orgulloso temblor en los ojos del niño.
—Muy bien,
Warlord, podéis escoltarla hasta aquí... Mañana.
me gusta este nuevo libro
ResponderEliminarMuchas gracias ¡¡¡Menuda pinta!!! Que ganas de saber como sigue
ResponderEliminarGracias, aunque aún voy pérdida con tantos terminos y personajes.
ResponderEliminarGracias, aunque aún voy pérdida con tantos terminos y personajes.
ResponderEliminargracias yo tmb voy perdida con tantos terminos jejej...tendre que releer esto un par de veces
ResponderEliminarFina. Hola un millón de gracias por su trabajo, por compartirlo, están buenísimos los capítulos, mil gracias, besos
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