Próximamente

martes, 7 de julio de 2015

Adelanto Capítulo 7 (tercera parte): Visiones en Plata - Anne Bishop



* * *


Meg. Los cachorros.

Simón se despertó y se puso de pie.

El gruñido de advertencia de Henry le convenció de quedarse.

Estudió al Oso Pardo, cuyas manos estaban peludas y con garras. Henry podía hacer mucho daño con esas garras.

En este momento, odiaba la forma humana. En este momento, pensó que su corazón iba a romperse si tenía que llevar esa piel. Pero no creía que Henry le dejara salir de la habitación de la Asociación Empresarial mientras se encontrara en forma de Lobo, por lo que cambió. Se puso los vaqueros, luego, ponderó las rasgaduras en la camisa de punto que había estado usando. ¿Las garras del Oso Pardo o las uñas afiladas del Lobo habían hecho eso?

—No mordí a ninguna. — Su voz sonaba áspera, como si su cuerpo se estuviera resistiendo al cambio a humano.

—Pudiste hacerlo.

La vergüenza era una sensación extraña. A pesar de ser humanas, le gustaban Ruthie y Merri Lee. Más importante, a Meg le gustaban. Él sólo había estado tan enojado con todos los monos por herir a las chicas como Meg. Y se había sentido aterrorizado de usar la forma humana tanto como lo hacía, tratando de entenderlos y teniendo tanto contacto con ellos, podría absorber ese aspecto horrible del ser humano.

—Meg sabe acerca de... —Él tragó. No podía decir las palabras.

—Todavía no. — Henry cambió sus manos de nuevo a la forma humana—. Meg no está en peligro. Pensamos que era mejor hacer correr la voz a los Terráneos que están buscando a las chicas, para que sepan qué buscar, si detectan humanos cerca del agua.

—¿Alguien ha contactado con Jackson Wolfgard o Roy Panthergard?

—Estuviste dormido sólo por unos minutos, tiempo suficiente para que Vlad  averiguara por qué estabas tan enojado y nos pusiera al tanto a nosotros y unos pocos más del Courtyard, antes de empezar a comunicarse con los Sanguinati para darles esta nueva información.

—Voy a llamar a Jackson y Roy.

Henry metió una mano en el bolsillo y le tendió un teléfono móvil.
—No sé dónde está tu teléfono. Vlad está usando el teléfono de la oficina de ABL, así que puedes permanecer aquí y usar mi teléfono. Bajaré y usare el teléfono en la tienda. Hare algunas llamadas a los Beargard.

Alojarse en esta sala lo mantendría fuera de la vista y  alejado de cualquier humano.

Simon tomó el teléfono móvil.
—Nunca mordería a Meg.

—Lo sé. Pero mientras estés aquí, no te encontrarás con Tess. En este momento, es lo mejor para todos nosotros.

Esperó hasta que Henry salió de la habitación. No llamó Jackson o Roy. La primera llamada que hizo fue a la oficina del Enlace para hablar con Meg. Pero la línea estaba ocupada, por lo que no tuvo el confort de escuchar su voz.

Suspirando, llamó a Jackson para contarle la otra cosa que los humanos le hacían a su propia especie.


* * *

Meg agarró receptor del teléfono con tanta fuerza que le dolía la mano.
—No sé lo que pasó. ¿Es parte de las visiones que vi? — Se había cortado en la mañana. Sentía como si hubieran pasado días desde entonces.

—No, — dijo Merri Lee—. Es por eso que no entendemos lo que pasó. Un minuto Simon dice que la tres trabajemos juntas en la Guía, y al minuto siguiente está pateando a todos los humanos, menos tú, fuera del Courtyard. Ruth y yo lo hemos repasado una y otra vez, pero no podemos averiguar que hicimos para molestarlo.

—Voy a tratar de averiguarlo.

—Ten cuidado. — Una pausa—. Esa droga. Repasando al lobo. ¿Podría haber consumido un poco por accidente?

—No. — Dado que la droga se hacía con la sangre de las Casandra de sangre, habría tenido que morderla o morder a alguien que hubiera consumido la droga. Si él hubiera mordido a alguien que tomó la droga, actuaría como un humano violento y loco, y si ese fuera el caso, habrían Lobos y Sanguinati ocupando la oficina para protegerla, o la estarían presionando para que regresara a su apartamento.

—¿Seguro que estarás bien allí? — Preguntó Merri Lee.

—Estoy segura.

Meg dejó el receptor en la base. Alguien sabía por qué Simon se había trastornado tanto para "morder humanos", pero ¿quién lo diría? Ni Vlad, ni Tess o Henry. Ellos, ¿cuál era el concepto? Muro de piedra. Sí. Levantarían un muro de piedra, porque incluso habiendo intervenido para salvar a Ruth y Merri Lee, Simon seguía siendo el líder del Courtyard, y protegerían al líder dándole la oportunidad de hablar por sí mismo. Jester Coyotegard podría saberlo y le diría, ya sea solo para hacer de las suyas, pero estaba bastante segura de que no le contaría por teléfono, y ella tendría que cerrar la oficina demasiado tiempo para pasar por el Establo Poni.

Pero había otros residentes que por lo general sabían lo que estaba pasando en el Courtyard, y estarían en su tienda de la Plaza Comercial.

Meg arrancó una página de la libreta de papel que Merri Lee había dejado sobre el mostrador. Buscó a través de un par de cajones antes de encontrar un marcador grueso y un rollo de cinta adhesiva transparente. Luego hizo una pausa para considerar lo que estaba a punto de hacer.

Todavía no había ido a Chucherías y brillantes. Demasiadas otras cosas habían sucedido en el Courtyard durante los últimos meses. Demasiadas muchas otras cosas para ver, solo con su rutina diaria. Había gritado a Merri Lee por mover la pila de CD, una clara indicación de que necesitaba un poco de tranquilidad antes de que tratara de hacer frente a cualquier otra cosa. Y con tantos de los Otros ya agitados por algo, tener un "episodio" ahora, podría causar un montón de problemas.

Bueno, no tendría un "episodio". Al menos, no hasta que llegara a su casa y pudiera esconderse de todo el mundo.

Escribió Vuelvo en diez minutos, en el papel, lo pegó en la puerta de la oficina, y se apresuró a salir por la puerta trasera e ir otra vez a la Plaza Comercial.

Por lo general había unos pocos de los Terráneos buscando algo en la carnicería o las tiendas de comestibles. Había, por lo general, algún tipo de actividad en Música y Películas y en la biblioteca. Hoy, la Plaza estaba vacía, como abandonada.

Corrió a Chucherías y brillantes, y Meg sintió alivio al encontrar la tienda abierta, hasta que entró. La tienda dirigida por los Cuervos era una explosión visual de colores y formas hacinadas juntas y amontonadas.

Esto fue un error, pensó Meg, sosteniendo el marco de la puerta para apoyarse. Luego se centró en Crystal, que estaba de pie, detrás de un mostrador de vidrio en la parte trasera de la tienda.

—Es nuestra Meg. — Plumas surgieron sobre la cabeza de Crystal, un signo seguro de angustia.

Ella no quiere verme hoy, no quiere ser quien suelte lo que sea que están ocultándome. Sólo que yo esté aquí la está alterando. No puedo preguntar y no puedo retirarme sin causar otro tipo de problemas.

Manteniendo los ojos centrados en Crystal para no se sobrecargarse por el resto de la tienda, Meg se acercó al mostrador y se obligó a sonreír.

Crystal miró hacia una puerta con cortinas detrás de ella.
—Jenni y Starr están haciendo llamadas telefónicas. ¿Nuestra Meg necesita algo?—Más plumas reemplazaron el cabello.

—Estoy aprendiendo cómo estar en un lugar que tiene un montón de cosas. Para ayudar a las otras Casandra de sangre, para que puedan ir a las tiendas también. —No era una mentira, pero no toda la verdad.

—Ah. — Crystal miró a su alrededor—. Tenemos un montón de tesoros. No tantos como solíamos, pero todavía tenemos un montón. ¿Quieres ver?

Meg echó un vistazo a la plataforma que podía ver a través del cristal y se sintió mareada. ¡Solo en esta repisa debía haber toda una carpeta de imágenes!

—No. No puedo mirar demasiadas cosas a la vez.

Las plumas en la cabeza de Crystal se suavizaron en una posición más relajada. Cogió un tazón de vidrio verde y la colocó frente a Meg.

—¿Tal vez esto? — Metió la mano en el recipiente y la sacó con un puñado de monedas brillantes—. Me gusta tenerlas, verlas brillar a medida que caen de nuevo en el tazón. Puedes probarlo.

Para complacer a su amiga, Meg metió la mano en el recipiente. Monedas brillantes. Crystal debió haber pasado horas puliendo tantas monedas. ¿O ella sólo buscaba monedas que ya estaban brillantes?

—Esto es bueno. Gracias,— dijo Meg cuando la última moneda cayó de nuevo en el tazón. Comenzó a alejarse, preparándose para la prueba de caminar hacia la puerta.

—Espera. — Crystal corrió hacia una de las mesas y rebuscó en una cesta. Ella se apresuró a volver a Meg y le tendió la ofrenda—. No tengo el tipo adecuado de cadena. Tal vez Blair sí. Puedes pedirle. No te podrá gruñir.

Claro que podría.

Meg tomó la pieza ovalada con facetas de vidrio, sin saber qué hacer con eso.

—Si vas a una ventana, ¡Un arco iris bailará en tu habitación!

—Esto es maravilloso. Pero no traje nada de dinero.

—Esta es tu primera búsqueda del tesoro. Quédatela. Como un regalo.

—Un cristal de Crystal. Gracias.

—¿Nuestra Meg va a la oficina ahora?

—Sí. Pero antes puede ser que me siente en la Plaza Comercial por unos minutos.

Mientras elegía un banco de la plaza, Meg se preguntó cuántos de los Otros sabrían exactamente donde estaba para cuando Crystal terminó de transmitir las noticias acerca de su primera búsqueda del tesoro.


* * *


Vlad vio Meg apresurarse a la Plaza Comercial. Inusual para ella romper la rutina. Por supuesto, todo este día se habían roto un montón de cosas que se habían establecido con cuidado durante meses, incluso años. No se habría sorprendido si alguno de los Otros Lobos hubieran perdido el control y arremetido contra las chicas hoy, ¿pero Simon? ¿El líder que, esta misma mañana, había hablado de comprar edificios para proporcionar viviendas para estas mismas chicas?

Se volvió hacia el escritorio, armándose de valor para leer los mensajes de correo electrónico que habían comenzado llegar ni bien se encontraban profetas de la sangre en otras partes de Thaisia, vivas o muertas. Entonces oyó un coche en la zona detrás de la tienda y miró por la ventana para ver quién era tan tonto como para venir aquí hoy.

Un coche de policía.

—Bendita Thaisia, — murmuró mientras corría fuera de la oficina, por las escaleras, y salía por la puerta trasera de ABL.

Tres policías trabajaban con el teniente Montgomery para mantener la paz entre los humanos que vivían en Lakeside y el Courtyard. Karl Kowalski, el compañero de Montgomery y pareja de Ruthie, tenía el pelo oscuro y ojos marrones. Los otros dos, Debany y MacDonald, tenía el pelo rubio oscuro o castaño claro y ojos azules y eran de la misma altura y constitución.

Una pareja armónica, Vlad pensó mientras caminaba hacia el coche y el hombre que salió de él. Hasta hace poco Debany y MacDonald no habían visitado el Courtyard tanto como Kowalski y Montgomery, por lo que no siempre era fácil distinguirlos, a menos que se fuera un Lobo, que no sólo reconocía el olor de cada macho, sino también el de su hembra actual, en la piel y la ropa.

Le tomó un momento para decidir que era Lawrence MacDonald quien esperaba que se acercara. El oficial todavía en el coche, sudoroso y pálido, no era Debany.

—Sr. Sanguinati. — MacDonald se quitó el sombrero y lo sostuvo, haciendo un esfuerzo notable para no inquietarse.

—No debería estar aquí, — dijo Vlad—. Lo sabe.

—Sí, señor, lo sé. Pero tengo que preguntar. ¿Está el Courtyard cerrado por el bien de los humanos solo hoy? ¿Puede Theral venir a trabajar mañana?

Interesante pregunta, especialmente cuando era tan obvio por el control de MacDonald, que la respuesta era muy importante.

—¿No puede quedarse en su casa por un día? — Preguntó Vlad.

—No sola. — MacDonald parecía incómodo—. Vivió con alguien por un tiempo. Él... la lastimó, y se fue. Pero le ha causado problemas. Es por eso que se trasladó a Lakeside, por eso está viviendo en la casa de mis padres, tratando de empezar de nuevo. En los últimos días, ha habido llamadas telefónicas a la casa. Una Persona que cuelga tan pronto como alguien contesta. Creemos que Jack Fillmore, ese es su nombre, pensamos que está buscándola. Si llega a la casa cuando nadie más este...

Otra chica en riesgo. ¿Era la amenaza a Theral muy diferente a la de los hombres que habían llegado a por Meg? Vlad tenía una idea bastante buena de lo que Meg diría.

¿Ella lo perdonaría, o Simon, si Theral fuera dañada por un malvado humano cuando tendría que estar en el Courtyard, protegida por los que vivían en el Courtyard, manteniendo a la chica segura?

—Voy a hablar con los demás miembros de la Asociación Empresarial, — dijo Vlad, siendo renuente, pero no viendo qué más podía hacer—. Lo llamaré esta noche con nuestra decisión.

MacDonald sacó un pedazo de papel doblado de su bolsillo.
—Todos mis números de teléfono, para que no tenga que buscar. Gracias.

Vlad los observó retroceder y conducir por el camino de acceso.

«Nuestra Meg regresa a su oficina,» Jake Crowgard informó mientras volaba de regreso a su lugar habitual en la pared que separaba la zona de entrega desde el patio de Henry.

Vlad se apresuró a volver a Aullidos, Buena Lectura, deslizándose dentro cuando Meg apareció a la vista. ¿Un acto cobarde? Tal vez. Pero, pensó, era una respuesta comprensible.

Lo que los Otros habían descubierto acerca de las otras profetas de la sangre y de los bebés le harían daño, y Vlad no quería ser quien lastimara a Meg.


* * *


Exhausto y dolorido, Simon volvió a la Oficina del Enlace Humano, unos minutos antes de que Meg cerrara por el día. Cada Terráneo que sabía cómo usar un teléfono o enviar un e-mail, había sido puesto a trabajar llamando a otros Courtyard en la Región Nordeste y más allá. Él y Henry habían hecho llamadas a los Wolfgard, Panthergard y Beargard en el Medio Oeste y Noroeste. Jenni y Starr habían avisado a los Crowgard en el Noreste y el alto Noreste. Y hace un rato, Jester Coyotegard se presentó en ABL en nombre de los Elementales, que querían saber por qué tantos Terráneos estaban molestos y por qué Meg estaba molesta.

Cuando regresaron del Medio Oeste el mes pasado, le había dicho al Teniente Montgomery y al Dr. Lorenzo que hasta que alguien ya no necesitara respirar, un humano no podía esconderse de Aire. Los Elementales rara vez prestaban atención a las personas a no ser que fueran provocados o, en el caso de Meg, intrigados. Pero la aparición de Jester le hiso darse cuenta, que había un grupo de Terráneos que podrían haber encontrado a las Casandra de sangre abandonadas más rápido que el resto de ellos. Simplemente no se le había ocurrido a pedir su ayuda.

Después de explicar por qué era tan urgente encontrar a las profetas de la sangre que estaban solas y asustadas, Simon dijo al Coyote sobre los sacos arrojados a lagos y estanques. No sabía qué, si hacían algo, los Elementales que vivían en el Courtyard de Lakeside harían con la información, pero si hablaban con el resto de sus congéneres, había una posibilidad de encontrar más de chicas y bebés vivos.

El Teniente Montgomery había llamado para que la Asociación Empresarial estuviera al tanto de que los agentes de policía en toda Thaisia ​​estaban por ahí buscando. Montgomery también dijo que muchos funcionarios del gobierno sonaban indignados y feroces cuando los reporteros de televisión hicieron preguntas acerca de las chicas abandonadas.

Simon no le preguntó cuántos de esos humanos indignados habían comprado un corte a cualquiera de esas chicas. Pero Vlad, que había escuchado los informes de las noticias, tomó nota de quien negó la existencia de profetas de la sangre.

Los Terráneos en Lakeside habían hecho todo lo que podía hasta el momento. Sólo faltaba una cosa más para que él hiciera.

Abrió la puerta de atrás de la Oficina del Enlace y miró a su alrededor. ¿Qué tan poco era lo poco que era demasiado para que Meg absorbiera?

Pero había aprendido a hacer un trabajo, y  lo hacía tan bien, que había cambiado la forma en que los Otros veían a las personas que trabajaban para ellos. Había aprendido cómo cuidar de sí misma, estaba aprendiendo a cocinar comidas sencillas. Incluso había aprendido a conducir, más o menos. No es que nadie en el Courtyard la dejaría salir a las calles de la ciudad, pero se manejaba bien en su caja sobre ruedas mientras hacía las entregas a los diversos complejos donde vivían los Otros.

Meg, la Trailblazer. La que podría mostrar a las otras chicas cómo vivir y sobrevivir, y disfrutar del mundo que habían visto sólo en imágenes.

Entró en la sala de clasificación. Meg dejó de poner en orden las pilas de revistas y esperó.

—Mataron a los bebés, — dijo, sin saber qué otra decirle—. Los humanos, como el que te enjauló, pusieron bebés en sacos y los arrojaron al agua para que se ahoguen. Las chicas que se quedaron al lado de las carreteras no eran de los recintos; llegaron desde las guaridas donde las mujeres tenían sus crías.

Las manos de ella temblaban.
—¿Eso es una de las cosas que vi en la profecía? ¿Era eso una de las cosas que Merri Lee no quería decirme?

—No. Viste a las chicas que estaban en problemas, no a los bebés.

Ella no dijo nada. Él esperó. Un Lobo sabía ser paciente.

—Dragar el lago, — dijo Meg—. ¿La policía va a dragar los lagos? — Ella sonrió con amargura—. Conozco la frase porque la leí en un par de thrillers recientemente. Pero no recuerdo ninguna imagen de formación que coincida con esas palabras.

—¿No sería esa una imagen importante si alguien quisiera encontrar a un humano que faltara? — Preguntó Simon. Los humanos se ahogaban por accidente.

—Debería haber sido una imagen de formación. Pero no creo que las personas que poseían profetas de la sangre quisieran que las niñas tuvieran una imagen de lo que pasaba con los bebés varones cuando se los llevaban. — Meg se estremeció—. Después de que Sam comenzó a cambiar a su forma humana, me pregunté si alguna vez había tenido un hermano menor. En los recintos, no había niños siendo entrenados para ver visiones. Sólo chicas. ¿Cuántos viejos sacos crees que van a encontrar en los lagos?

—No lo sé. —Le dolía porque a ella le dolía. Quería lamerle la cara y encontrar un hueso carnoso para que ella pudiera roer. Él quería seducirla para jugar, para que pudiera pensar en otra cosa. Pero sabía por experiencia que nada podía proveer suficiente distracción para eliminar ese tipo de dolor.

—¿Simon? ¿Podríamos ir al Complejo Wolfgard y jugar con los cachorros?

Tal vez había una distracción que le ayudaría.
—Seguro que podemos. Sería bueno hacer eso. — Mañana iba a pensar en las cosas humanas de nuevo. Ahora iba a pasar algún tiempo con su propia especie y con su amiga.

Mientras él y Meg cerraban la puerta de atrás de la Oficina del Enlace, Vlad se acercó a ellos desde ABL.

—Cerré por el día, — dijo Vlad—. No estamos abiertos para los clientes humanos, y cualquier Terráneo que quiera un libro puede pedir prestado uno de la Biblioteca de la Plaza Comercial. Y he tenido suficiente de... — Su teléfono móvil sonó.

—¿No vas a contestar? —Preguntó Meg.

—No. — Cuando dejó de sonar Vlad tomó el teléfono de su bolsillo y lo apagó.

—Vamos hasta el Complejo Wolfgard, — dijo Simon.

—Tengo que informar al abuelo Erebus. ¿Por qué no vamos juntos? — Vlad miró a Meg—. Simon puede cambiar y montar en la parte de atrás del Bow. Voy a conducir a las Cámaras y luego los levanto cuando estén listos para volver a casa.

—Puedo conducir, — dijo Simon.

—No esta noche, — dijo Vlad, en silencio. «Ninguno de ustedes debe conducir esta noche», añadió. «No te ves como que puedas mantener la forma humana mucho más tiempo, y Meg no necesita hacer un esfuerzo mental en este momento.»

Simon asintió. Vlad tenía razón en lo de no ser capaz de mantener la forma humana mucho más tiempo. No podía medir el nivel de fatiga de Meg, pero ella cruzó la corta distancia entre la oficina y los garajes, como si hubiera corrido un largo camino a través de la nieve profunda y cada paso fuera ahora un esfuerzo para sobrevivir.

Dado que ya habían cerrado la oficina y librería, Simon entró en el garaje que albergaba uno de los Bow para sacarse sus ropas y cambiar. Vlad amablemente quedó donde bloquearía la vista de Meg. No es que Simon tuviera algún tipo de inhibiciones acerca de que un humano lo viera desnudo o cambiando, pero aún así, tenía la precaución de evitar que Meg lo viera desnudo. Había hecho el cambio de Lobo a humano una vez sin pensar, y su confusión acerca de verlo como un humano desnudo casi había roto su amistad.

Él sacudió su pelaje y esperó a Vlad para guardar su ropa en la parte posterior del Bow. Cuando saltó, se aseguró de que su cola no estorbara, antes de que cerrará la puerta trasera. Entonces Vlad y Meg se sentaron en los asientos delanteros. Después que Vlad saliera del garaje y se detuviera el tiempo suficiente para cerrar la puerta del garaje, se dirigieron hacia el Complejo Wolfgard.

Los Bow eran vehículos eléctricos que se usaban en el Courtyard. Tenían dos asientos y un área de carga que era lo suficientemente grande para un Lobo crecido si mantenía su cola escondida. No era su culpa que la cabeza de Meg - y su recién cosechado cabello- estuvieran tan cerca de su boca que no podía dejar de olerlo.

Ya no había olores apestosos, de eso que  había usado para teñirse el pelo. Ahora el cabello olía a champú hecha por los Terráneos, y olía como Meg.

Le dio al lado de su cabeza una lamida rápida antes de que ella gritara y se alejara de él.

Sabía como Meg. Se sentía como pelusa de cachorro.

Lástima que no podía sujetarla y darle una preparación apropiada como solía hacer con Sam. Todavía podía hacerlo con Sam.

Cuando llegaron al Complejo Wolfgard, los cachorros estaban jugando afuera a algún tipo de juego con los jóvenes Lobos.

Vlad apenas tuvo tiempo de detener el Bow antes de que Meg se revolviera para salir del vehículo.

«¡Meg!» Fue el feliz arroo de Sam, seguido por el de los de otros cachorros ya que todos ellos la rodearon.

«¡Es la Meg!» «¿Meg tiene galletas?» «¿Jugamos a tirar?» «¡A atraparte!»

«Déjame salir,» Simon gruñó a Vlad. Los cachorros emocionados podrían fácilmente olvidar que tenían que tener cuidado con Meg.

Casi se golpeó la cabeza, demasiado impaciente para esperar a que Vlad abriera la puerta trasera totalmente antes de que él saltara del Bow.

Entonces se detuvo y observó a Meg y Sam. Había un fuerte vínculo entre ellos. Confianza y amor.

¿Era el hermano menor de Meg en el fondo de un lago? ¿Realmente ella quería saber esa verdad acerca de los humanos que la habían mantenido? ¿Y él?

El resto de los Wolfgard que vivía en Lakeside se acercaron a donde Meg estaba abrazando a todos los cachorros, pero especialmente a Sam.

«¿Tío Simon?» dijo Sam. «Los ojos de Meg tienen fugas. ¿Está enferma?»

«No, no está enferma. Ella...»

No podía decir a los cachorros lo sucedido hoy, sobre todo, no a Sam, que había visto a su madre caer, había estado con ella cuando murió desangrada. El cachorro no necesitaba oír hablar de los humanos que mataban a sus crías. En su lugar, Simon aulló el Cantar del Dolor.

Los Lobos adultos se hicieron eco de la canción. La mayoría de ellos sabía por lo menos algo de lo que había sucedido. Oyó la voz de Blair, y Elliot. Luego Jane y John y el resto. Luego, los jóvenes y los cachorros. Y algo más. Una voz que nunca había oído antes.

Meg, de rodillas en la hierba, con un brazo alrededor de Sam. Meg, aullando, añadiendo su voz al duelo.

Cuando terminó el aullido, todos los cachorros se presionaron alrededor de Meg. El confort que la manada ofrecía.

Simon la observó mientras Sam la dejó por un momento y regresó con una de las cuerdas suaves, ofreciéndole la distracción del juego. La observó mientras corría en alrededor haciendo ruidos chirriantes, pretendiendo ser la presa mientras los cachorros la persiguieron y los Lobos adultos se aseguraron de que el juego no fuera demasiado áspero. Observó mientras jugaba a tironear con Sam.

Había pasado la mayor parte de su vida aislada, incluso cuando estaba rodeada de otros humanos. Ahora estaba aprendiendo más de los Lobos que de los humanos, sobre lo que significaba tener familia.

Ella no era un Lobo. Ella no era Terránea. A pesar de eso, Meg estaba convirtiéndose en uno de ellos.


3 comentarios:

  1. Me emocionó mucho. Felicitaciones

    ResponderEliminar
  2. Creo que hasta se me escapo una lagrima, muchas gracias por el capi

    ResponderEliminar
  3. Emocionante capítulo, imagino Meg uivando com a manada, rodeada pelos filhotes, essa imagem, e a dor de Simon pelos bebês humanos me tocou profundamente. Obrigada!

    ResponderEliminar