* * *
Meg. Los
cachorros.
Simón se
despertó y se puso de pie.
El gruñido de
advertencia de Henry le convenció de quedarse.
Estudió al Oso
Pardo, cuyas manos estaban peludas y con garras. Henry podía hacer mucho daño
con esas garras.
En este
momento, odiaba la forma humana. En este momento, pensó que su corazón iba a
romperse si tenía que llevar esa piel. Pero no creía que Henry le dejara salir
de la habitación de la Asociación Empresarial mientras se encontrara en forma
de Lobo, por lo que cambió. Se puso los vaqueros, luego, ponderó las rasgaduras
en la camisa de punto que había estado usando. ¿Las garras del Oso Pardo o las
uñas afiladas del Lobo habían hecho eso?
—No mordí a
ninguna. — Su voz sonaba áspera, como si su cuerpo se estuviera resistiendo al
cambio a humano.
—Pudiste
hacerlo.
La vergüenza
era una sensación extraña. A pesar de ser humanas, le gustaban Ruthie y Merri
Lee. Más importante, a Meg le gustaban. Él sólo había estado tan enojado con
todos los monos por herir a las chicas como Meg. Y se había sentido
aterrorizado de usar la forma humana tanto como lo hacía, tratando de
entenderlos y teniendo tanto contacto con ellos, podría absorber ese aspecto
horrible del ser humano.
—Meg sabe
acerca de... —Él tragó. No podía decir las palabras.
—Todavía no. —
Henry cambió sus manos de nuevo a la forma humana—. Meg no está en peligro.
Pensamos que era mejor hacer correr la voz a los Terráneos que están buscando a
las chicas, para que sepan qué buscar, si detectan humanos cerca del agua.
—¿Alguien ha
contactado con Jackson Wolfgard o Roy Panthergard?
—Estuviste
dormido sólo por unos minutos, tiempo suficiente para que Vlad averiguara por qué estabas tan enojado y nos
pusiera al tanto a nosotros y unos pocos más del Courtyard, antes de empezar a
comunicarse con los Sanguinati para darles esta nueva información.
—Voy a llamar
a Jackson y Roy.
Henry metió
una mano en el bolsillo y le tendió un teléfono móvil.
—No sé dónde
está tu teléfono. Vlad está usando el teléfono de la oficina de ABL, así que
puedes permanecer aquí y usar mi teléfono. Bajaré y usare el teléfono en la
tienda. Hare algunas llamadas a los Beargard.
Alojarse en
esta sala lo mantendría fuera de la vista y
alejado de cualquier humano.
Simon tomó el
teléfono móvil.
—Nunca
mordería a Meg.
—Lo sé. Pero
mientras estés aquí, no te encontrarás con Tess. En este momento, es lo mejor
para todos nosotros.
Esperó hasta
que Henry salió de la habitación. No llamó Jackson o Roy. La primera llamada
que hizo fue a la oficina del Enlace para hablar con Meg. Pero la línea estaba
ocupada, por lo que no tuvo el confort de escuchar su voz.
Suspirando,
llamó a Jackson para contarle la otra cosa que los humanos le hacían a su
propia especie.
* * *
Meg agarró
receptor del teléfono con tanta fuerza que le dolía la mano.
—No sé lo que
pasó. ¿Es parte de las visiones que vi? — Se había cortado en la mañana. Sentía
como si hubieran pasado días desde entonces.
—No, — dijo
Merri Lee—. Es por eso que no entendemos lo que pasó. Un minuto Simon dice que
la tres trabajemos juntas en la Guía, y al minuto siguiente está pateando a todos
los humanos, menos tú, fuera del Courtyard. Ruth y yo lo hemos repasado una y
otra vez, pero no podemos averiguar que hicimos para molestarlo.
—Voy a tratar
de averiguarlo.
—Ten cuidado.
— Una pausa—. Esa droga. Repasando al
lobo. ¿Podría haber consumido un poco por accidente?
—No. — Dado
que la droga se hacía con la sangre de las Casandra de sangre, habría tenido
que morderla o morder a alguien que hubiera consumido la droga. Si él hubiera
mordido a alguien que tomó la droga, actuaría como un humano violento y loco, y
si ese fuera el caso, habrían Lobos y Sanguinati ocupando la oficina para
protegerla, o la estarían presionando para que regresara a su apartamento.
—¿Seguro que
estarás bien allí? — Preguntó Merri Lee.
—Estoy segura.
Meg dejó el
receptor en la base. Alguien sabía por qué Simon se había trastornado tanto
para "morder humanos", pero
¿quién lo diría? Ni Vlad, ni Tess o Henry. Ellos, ¿cuál era el concepto? Muro de piedra. Sí. Levantarían un muro
de piedra, porque incluso habiendo intervenido para salvar a Ruth y Merri Lee,
Simon seguía siendo el líder del Courtyard, y protegerían al líder dándole la
oportunidad de hablar por sí mismo. Jester Coyotegard podría saberlo y le
diría, ya sea solo para hacer de las suyas, pero estaba bastante segura de que
no le contaría por teléfono, y ella tendría que cerrar la oficina demasiado
tiempo para pasar por el Establo Poni.
Pero había
otros residentes que por lo general sabían lo que estaba pasando en el
Courtyard, y estarían en su tienda de la Plaza Comercial.
Meg arrancó
una página de la libreta de papel que Merri Lee había dejado sobre el
mostrador. Buscó a través de un par de cajones antes de encontrar un marcador
grueso y un rollo de cinta adhesiva transparente. Luego hizo una pausa para
considerar lo que estaba a punto de hacer.
Todavía no
había ido a Chucherías y brillantes.
Demasiadas otras cosas habían sucedido en el Courtyard durante los últimos
meses. Demasiadas muchas otras cosas para ver, solo con su rutina diaria. Había
gritado a Merri Lee por mover la pila de CD, una clara indicación de que
necesitaba un poco de tranquilidad antes de que tratara de hacer frente a
cualquier otra cosa. Y con tantos de los Otros ya agitados por algo, tener un "episodio" ahora, podría
causar un montón de problemas.
Bueno, no
tendría un "episodio". Al
menos, no hasta que llegara a su casa y pudiera esconderse de todo el mundo.
Escribió Vuelvo en diez minutos, en el papel, lo pegó en la puerta de la oficina, y se
apresuró a salir por la puerta trasera e ir otra vez a la Plaza Comercial.
Por lo general
había unos pocos de los Terráneos buscando algo en la carnicería o las tiendas
de comestibles. Había, por lo general, algún tipo de actividad en Música y Películas y en la biblioteca.
Hoy, la Plaza estaba vacía, como abandonada.
Corrió a Chucherías y brillantes, y Meg sintió
alivio al encontrar la tienda abierta, hasta que entró. La tienda dirigida por
los Cuervos era una explosión visual de colores y formas hacinadas juntas y
amontonadas.
Esto fue un error, pensó Meg,
sosteniendo el marco de la puerta para apoyarse. Luego se centró en Crystal,
que estaba de pie, detrás de un mostrador de vidrio en la parte trasera de la
tienda.
—Es nuestra
Meg. — Plumas surgieron sobre la cabeza de Crystal, un signo seguro de
angustia.
Ella no quiere verme hoy, no quiere ser quien
suelte lo que sea que están ocultándome. Sólo que yo esté aquí la está
alterando. No puedo preguntar y no puedo retirarme sin causar otro tipo de
problemas.
Manteniendo
los ojos centrados en Crystal para no se sobrecargarse por el resto de la
tienda, Meg se acercó al mostrador y se obligó a sonreír.
Crystal miró
hacia una puerta con cortinas detrás de ella.
—Jenni y Starr
están haciendo llamadas telefónicas. ¿Nuestra Meg necesita algo?—Más plumas
reemplazaron el cabello.
—Estoy
aprendiendo cómo estar en un lugar que tiene un montón de cosas. Para ayudar a
las otras Casandra de sangre, para que puedan ir a las tiendas también. —No era
una mentira, pero no toda la verdad.
—Ah. — Crystal
miró a su alrededor—. Tenemos un montón de tesoros. No tantos como solíamos,
pero todavía tenemos un montón. ¿Quieres ver?
Meg echó un
vistazo a la plataforma que podía ver a través del cristal y se sintió mareada.
¡Solo en esta repisa debía haber toda una carpeta de imágenes!
—No. No puedo
mirar demasiadas cosas a la vez.
Las plumas en
la cabeza de Crystal se suavizaron en una posición más relajada. Cogió un tazón
de vidrio verde y la colocó frente a Meg.
—¿Tal vez
esto? — Metió la mano en el recipiente y la sacó con un puñado de monedas
brillantes—. Me gusta tenerlas, verlas brillar a medida que caen de nuevo en el
tazón. Puedes probarlo.
Para complacer
a su amiga, Meg metió la mano en el recipiente. Monedas brillantes. Crystal
debió haber pasado horas puliendo tantas monedas. ¿O ella sólo buscaba monedas
que ya estaban brillantes?
—Esto es
bueno. Gracias,— dijo Meg cuando la última moneda cayó de nuevo en el tazón.
Comenzó a alejarse, preparándose para la prueba de caminar hacia la puerta.
—Espera. —
Crystal corrió hacia una de las mesas y rebuscó en una cesta. Ella se apresuró
a volver a Meg y le tendió la ofrenda—. No tengo el tipo adecuado de cadena.
Tal vez Blair sí. Puedes pedirle. No te podrá gruñir.
Claro que
podría.
Meg tomó la
pieza ovalada con facetas de vidrio, sin saber qué hacer con eso.
—Si vas a una
ventana, ¡Un arco iris bailará en tu habitación!
—Esto es
maravilloso. Pero no traje nada de dinero.
—Esta es tu
primera búsqueda del tesoro. Quédatela. Como un regalo.
—Un cristal de
Crystal. Gracias.
—¿Nuestra Meg
va a la oficina ahora?
—Sí. Pero
antes puede ser que me siente en la Plaza Comercial por unos minutos.
Mientras
elegía un banco de la plaza, Meg se preguntó cuántos de los Otros sabrían
exactamente donde estaba para cuando Crystal terminó de transmitir las noticias
acerca de su primera búsqueda del tesoro.
* * *
Vlad vio Meg
apresurarse a la Plaza Comercial. Inusual para ella romper la rutina. Por
supuesto, todo este día se habían roto un montón de cosas que se habían
establecido con cuidado durante meses, incluso años. No se habría sorprendido
si alguno de los Otros Lobos hubieran perdido el control y arremetido contra
las chicas hoy, ¿pero Simon? ¿El líder que, esta misma mañana, había hablado de
comprar edificios para proporcionar viviendas para estas mismas chicas?
Se volvió
hacia el escritorio, armándose de valor para leer los mensajes de correo
electrónico que habían comenzado llegar ni bien se encontraban profetas de la
sangre en otras partes de Thaisia, vivas o muertas. Entonces oyó un coche en la
zona detrás de la tienda y miró por la ventana para ver quién era tan tonto
como para venir aquí hoy.
Un coche de
policía.
—Bendita Thaisia,
— murmuró mientras corría fuera de la oficina, por las escaleras, y salía por la
puerta trasera de ABL.
Tres policías
trabajaban con el teniente Montgomery para mantener la paz entre los humanos
que vivían en Lakeside y el Courtyard. Karl Kowalski, el compañero de
Montgomery y pareja de Ruthie, tenía el pelo oscuro y ojos marrones. Los otros
dos, Debany y MacDonald, tenía el pelo rubio oscuro o castaño claro y ojos
azules y eran de la misma altura y constitución.
Una pareja armónica, Vlad pensó
mientras caminaba hacia el coche y el hombre que salió de él. Hasta hace poco
Debany y MacDonald no habían visitado el Courtyard tanto como Kowalski y
Montgomery, por lo que no siempre era fácil distinguirlos, a menos que se fuera
un Lobo, que no sólo reconocía el olor de cada macho, sino también el de su
hembra actual, en la piel y la ropa.
Le tomó un
momento para decidir que era Lawrence MacDonald quien esperaba que se acercara.
El oficial todavía en el coche, sudoroso y pálido, no era Debany.
—Sr.
Sanguinati. — MacDonald se quitó el sombrero y lo sostuvo, haciendo un esfuerzo
notable para no inquietarse.
—No debería
estar aquí, — dijo Vlad—. Lo sabe.
—Sí, señor, lo
sé. Pero tengo que preguntar. ¿Está el Courtyard cerrado por el bien de los
humanos solo hoy? ¿Puede Theral venir a trabajar mañana?
Interesante
pregunta, especialmente cuando era tan obvio por el control de MacDonald, que
la respuesta era muy importante.
—¿No puede
quedarse en su casa por un día? — Preguntó Vlad.
—No sola. —
MacDonald parecía incómodo—. Vivió con alguien por un tiempo. Él... la lastimó,
y se fue. Pero le ha causado problemas. Es por eso que se trasladó a Lakeside,
por eso está viviendo en la casa de mis padres, tratando de empezar de nuevo.
En los últimos días, ha habido llamadas telefónicas a la casa. Una Persona que
cuelga tan pronto como alguien contesta. Creemos que Jack Fillmore, ese es su
nombre, pensamos que está buscándola. Si llega a la casa cuando nadie más este...
Otra chica en riesgo. ¿Era la
amenaza a Theral muy diferente a la de los hombres que habían llegado a por
Meg? Vlad tenía una idea bastante buena de lo que Meg diría.
¿Ella lo
perdonaría, o Simon, si Theral fuera dañada por un malvado humano cuando
tendría que estar en el Courtyard, protegida por los que vivían en el
Courtyard, manteniendo a la chica segura?
—Voy a hablar
con los demás miembros de la Asociación Empresarial, — dijo Vlad, siendo
renuente, pero no viendo qué más podía hacer—. Lo llamaré esta noche con
nuestra decisión.
MacDonald sacó
un pedazo de papel doblado de su bolsillo.
—Todos mis
números de teléfono, para que no tenga que buscar. Gracias.
Vlad los
observó retroceder y conducir por el camino de acceso.
«Nuestra Meg
regresa a su oficina,» Jake Crowgard informó mientras volaba de regreso a su
lugar habitual en la pared que separaba la zona de entrega desde el patio de
Henry.
Vlad se
apresuró a volver a Aullidos, Buena
Lectura, deslizándose dentro cuando Meg apareció a la vista. ¿Un acto
cobarde? Tal vez. Pero, pensó, era una respuesta comprensible.
Lo que los
Otros habían descubierto acerca de las otras profetas de la sangre y de los
bebés le harían daño, y Vlad no quería ser quien lastimara a Meg.
* * *
Exhausto y
dolorido, Simon volvió a la Oficina del Enlace Humano, unos minutos antes de
que Meg cerrara por el día. Cada Terráneo que sabía cómo usar un teléfono o
enviar un e-mail, había sido puesto a trabajar llamando a otros Courtyard en la
Región Nordeste y más allá. Él y Henry habían hecho llamadas a los Wolfgard,
Panthergard y Beargard en el Medio Oeste y Noroeste. Jenni y Starr habían
avisado a los Crowgard en el Noreste y el alto Noreste. Y hace un rato, Jester
Coyotegard se presentó en ABL en nombre de los Elementales, que querían saber
por qué tantos Terráneos estaban molestos y por qué Meg estaba molesta.
Cuando
regresaron del Medio Oeste el mes pasado, le había dicho al Teniente Montgomery
y al Dr. Lorenzo que hasta que alguien ya no necesitara respirar, un humano no
podía esconderse de Aire. Los Elementales rara vez prestaban atención a las
personas a no ser que fueran provocados o, en el caso de Meg, intrigados. Pero
la aparición de Jester le hiso darse cuenta, que había un grupo de Terráneos
que podrían haber encontrado a las Casandra de sangre abandonadas más rápido
que el resto de ellos. Simplemente no se le había ocurrido a pedir su ayuda.
Después de
explicar por qué era tan urgente encontrar a las profetas de la sangre que
estaban solas y asustadas, Simon dijo al Coyote sobre los sacos arrojados a
lagos y estanques. No sabía qué, si hacían algo, los Elementales que vivían en
el Courtyard de Lakeside harían con la información, pero si hablaban con el
resto de sus congéneres, había una posibilidad de encontrar más de chicas y
bebés vivos.
El Teniente
Montgomery había llamado para que la Asociación Empresarial estuviera al tanto
de que los agentes de policía en toda Thaisia estaban por ahí buscando.
Montgomery también dijo que muchos funcionarios del gobierno sonaban indignados
y feroces cuando los reporteros de televisión hicieron preguntas acerca de las
chicas abandonadas.
Simon no le
preguntó cuántos de esos humanos indignados habían comprado un corte a
cualquiera de esas chicas. Pero Vlad, que había escuchado los informes de las noticias,
tomó nota de quien negó la existencia de profetas de la sangre.
Los Terráneos
en Lakeside habían hecho todo lo que podía hasta el momento. Sólo faltaba una
cosa más para que él hiciera.
Abrió la
puerta de atrás de la Oficina del Enlace y miró a su alrededor. ¿Qué tan poco
era lo poco que era demasiado para que Meg absorbiera?
Pero había
aprendido a hacer un trabajo, y lo hacía
tan bien, que había cambiado la forma en que los Otros veían a las personas que
trabajaban para ellos. Había aprendido cómo cuidar de sí misma, estaba
aprendiendo a cocinar comidas sencillas. Incluso había aprendido a conducir,
más o menos. No es que nadie en el Courtyard la dejaría salir a las calles de
la ciudad, pero se manejaba bien en su caja sobre ruedas mientras hacía las
entregas a los diversos complejos donde vivían los Otros.
Meg, la Trailblazer. La que podría mostrar a las
otras chicas cómo vivir y sobrevivir, y disfrutar del mundo que habían visto
sólo en imágenes.
Entró en la
sala de clasificación. Meg dejó de poner en orden las pilas de revistas y
esperó.
—Mataron a los
bebés, — dijo, sin saber qué otra decirle—. Los humanos, como el que te
enjauló, pusieron bebés en sacos y los arrojaron al agua para que se ahoguen.
Las chicas que se quedaron al lado de las carreteras no eran de los recintos;
llegaron desde las guaridas donde las mujeres tenían sus crías.
Las manos de
ella temblaban.
—¿Eso es una
de las cosas que vi en la profecía? ¿Era eso una de las cosas que Merri Lee no
quería decirme?
—No. Viste a las
chicas que estaban en problemas, no a los bebés.
Ella no dijo
nada. Él esperó. Un Lobo sabía ser paciente.
—Dragar el
lago, — dijo Meg—. ¿La policía va a dragar los lagos? — Ella sonrió con
amargura—. Conozco la frase porque la leí en un par de thrillers recientemente.
Pero no recuerdo ninguna imagen de formación que coincida con esas palabras.
—¿No sería esa
una imagen importante si alguien quisiera encontrar a un humano que faltara? —
Preguntó Simon. Los humanos se ahogaban por accidente.
—Debería haber
sido una imagen de formación. Pero no creo que las personas que poseían
profetas de la sangre quisieran que las niñas tuvieran una imagen de lo que
pasaba con los bebés varones cuando se los llevaban. — Meg se estremeció—.
Después de que Sam comenzó a cambiar a su forma humana, me pregunté si alguna
vez había tenido un hermano menor. En los recintos, no había niños siendo
entrenados para ver visiones. Sólo chicas. ¿Cuántos viejos sacos crees que van
a encontrar en los lagos?
—No lo sé. —Le
dolía porque a ella le dolía. Quería lamerle la cara y encontrar un hueso
carnoso para que ella pudiera roer. Él quería seducirla para jugar, para que
pudiera pensar en otra cosa. Pero sabía por experiencia que nada podía proveer
suficiente distracción para eliminar ese tipo de dolor.
—¿Simon?
¿Podríamos ir al Complejo Wolfgard y jugar con los cachorros?
Tal vez había
una distracción que le ayudaría.
—Seguro que
podemos. Sería bueno hacer eso. — Mañana iba a pensar en las cosas humanas de
nuevo. Ahora iba a pasar algún tiempo con su propia especie y con su amiga.
Mientras él y
Meg cerraban la puerta de atrás de la Oficina del Enlace, Vlad se acercó a
ellos desde ABL.
—Cerré por el
día, — dijo Vlad—. No estamos abiertos para los clientes humanos, y cualquier
Terráneo que quiera un libro puede pedir prestado uno de la Biblioteca de la
Plaza Comercial. Y he tenido suficiente de... — Su teléfono móvil sonó.
—¿No vas a
contestar? —Preguntó Meg.
—No. — Cuando
dejó de sonar Vlad tomó el teléfono de su bolsillo y lo apagó.
—Vamos hasta
el Complejo Wolfgard, — dijo Simon.
—Tengo que
informar al abuelo Erebus. ¿Por qué no vamos juntos? — Vlad miró a Meg—. Simon
puede cambiar y montar en la parte de atrás del Bow. Voy a conducir a las
Cámaras y luego los levanto cuando estén listos para volver a casa.
—Puedo
conducir, — dijo Simon.
—No esta
noche, — dijo Vlad, en silencio. «Ninguno de ustedes debe conducir esta noche»,
añadió. «No te ves como que puedas mantener la forma humana mucho más tiempo, y
Meg no necesita hacer un esfuerzo mental en este momento.»
Simon asintió.
Vlad tenía razón en lo de no ser capaz de mantener la forma humana mucho más
tiempo. No podía medir el nivel de fatiga de Meg, pero ella cruzó la corta
distancia entre la oficina y los garajes, como si hubiera corrido un largo
camino a través de la nieve profunda y cada paso fuera ahora un esfuerzo para
sobrevivir.
Dado que ya
habían cerrado la oficina y librería, Simon entró en el garaje que albergaba
uno de los Bow para sacarse sus ropas y cambiar. Vlad amablemente quedó donde
bloquearía la vista de Meg. No es que Simon tuviera algún tipo de inhibiciones
acerca de que un humano lo viera desnudo o cambiando, pero aún así, tenía la
precaución de evitar que Meg lo viera desnudo. Había hecho el cambio de Lobo a
humano una vez sin pensar, y su confusión acerca de verlo como un humano
desnudo casi había roto su amistad.
Él sacudió su
pelaje y esperó a Vlad para guardar su ropa en la parte posterior del Bow.
Cuando saltó, se aseguró de que su cola no estorbara, antes de que cerrará la
puerta trasera. Entonces Vlad y Meg se sentaron en los asientos delanteros.
Después que Vlad saliera del garaje y se detuviera el tiempo suficiente para
cerrar la puerta del garaje, se dirigieron hacia el Complejo Wolfgard.
Los Bow eran
vehículos eléctricos que se usaban en el Courtyard. Tenían dos asientos y un
área de carga que era lo suficientemente grande para un Lobo crecido si
mantenía su cola escondida. No era su culpa que la cabeza de Meg - y su recién
cosechado cabello- estuvieran tan cerca de su boca que no podía dejar de
olerlo.
Ya no había
olores apestosos, de eso que había usado
para teñirse el pelo. Ahora el cabello olía a champú hecha por los Terráneos, y
olía como Meg.
Le dio al lado
de su cabeza una lamida rápida antes de que ella gritara y se alejara de él.
Sabía como
Meg. Se sentía como pelusa de cachorro.
Lástima que no
podía sujetarla y darle una preparación apropiada como solía hacer con Sam.
Todavía podía hacerlo con Sam.
Cuando
llegaron al Complejo Wolfgard, los cachorros estaban jugando afuera a algún
tipo de juego con los jóvenes Lobos.
Vlad apenas
tuvo tiempo de detener el Bow antes de que Meg se revolviera para salir del
vehículo.
«¡Meg!» Fue el
feliz arroo de Sam, seguido por el de los de otros cachorros ya que todos ellos
la rodearon.
«¡Es la Meg!»
«¿Meg tiene galletas?» «¿Jugamos a tirar?» «¡A atraparte!»
«Déjame
salir,» Simon gruñó a Vlad. Los cachorros emocionados podrían fácilmente
olvidar que tenían que tener cuidado con Meg.
Casi se golpeó
la cabeza, demasiado impaciente para esperar a que Vlad abriera la puerta
trasera totalmente antes de que él saltara del Bow.
Entonces se
detuvo y observó a Meg y Sam. Había un fuerte vínculo entre ellos. Confianza y
amor.
¿Era el
hermano menor de Meg en el fondo de un lago? ¿Realmente ella quería saber esa
verdad acerca de los humanos que la habían mantenido? ¿Y él?
El resto de
los Wolfgard que vivía en Lakeside se acercaron a donde Meg estaba abrazando a
todos los cachorros, pero especialmente a Sam.
«¿Tío Simon?»
dijo Sam. «Los ojos de Meg tienen fugas. ¿Está enferma?»
«No, no está
enferma. Ella...»
No podía decir
a los cachorros lo sucedido hoy, sobre todo, no a Sam, que había visto a su
madre caer, había estado con ella cuando murió desangrada. El cachorro no
necesitaba oír hablar de los humanos que mataban a sus crías. En su lugar,
Simon aulló el Cantar del Dolor.
Los Lobos
adultos se hicieron eco de la canción. La mayoría de ellos sabía por lo menos
algo de lo que había sucedido. Oyó la voz de Blair, y Elliot. Luego Jane y John
y el resto. Luego, los jóvenes y los cachorros. Y algo más. Una voz que nunca
había oído antes.
Meg, de
rodillas en la hierba, con un brazo alrededor de Sam. Meg, aullando, añadiendo
su voz al duelo.
Cuando terminó
el aullido, todos los cachorros se presionaron alrededor de Meg. El confort que
la manada ofrecía.
Simon la
observó mientras Sam la dejó por un momento y regresó con una de las cuerdas
suaves, ofreciéndole la distracción del juego. La observó mientras corría en
alrededor haciendo ruidos chirriantes, pretendiendo ser la presa mientras los
cachorros la persiguieron y los Lobos adultos se aseguraron de que el juego no
fuera demasiado áspero. Observó mientras jugaba a tironear con Sam.
Había pasado
la mayor parte de su vida aislada, incluso cuando estaba rodeada de otros
humanos. Ahora estaba aprendiendo más de los Lobos que de los humanos, sobre lo
que significaba tener familia.
Ella no era un
Lobo. Ella no era Terránea. A pesar de eso, Meg estaba convirtiéndose en uno de
ellos.
Me emocionó mucho. Felicitaciones
ResponderEliminarCreo que hasta se me escapo una lagrima, muchas gracias por el capi
ResponderEliminarEmocionante capítulo, imagino Meg uivando com a manada, rodeada pelos filhotes, essa imagem, e a dor de Simon pelos bebês humanos me tocou profundamente. Obrigada!
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