Capítulo 3
Thaisday 10 de Maius
Simon y Henry encontraron un puñado de jóvenes Sanguinati en cuclillas en una de las casas abandonadas en lo que Simon decidió llamar a la Comunidad River Road. Habían llegado a Saltos de Talulah de los asentamientos Terráneos de alrededor de los Grandes Lagos, atraídos por las historias de un exceso de fáciles presas humanas. Pero el Terráneo enviado para hacer frente a esos humanos que sobrevivieron, no estaba interesado en enseñar a los jóvenes cómo vivir en una ciudad humana, y los Sanguinati habían sido ahuyentados por ejecutor principal de las cataratas, con sus trenzas y el estrépito de los huesos.
Después de
conseguir la promesa de los jóvenes de no cazar en Desembarco del Ferry, prometiéndoles
a su vez, contarle a Erebus acerca de su situación actual, Simon y Henry
partieron, satisfechos de que tenían una mínima guardia en sus nuevas tierras
adquiridas.
A medida que
llegaban a la entrada principal de la calle del Courtyard de Lakeside y se
dirigieron hasta el camino de acceso, oyeron un arroooo fúnebre de Saltarín
Wolfgard.
Estacionando
la camioneta, Simon estudió al joven Lobo sentado en la puerta de atrás de la
Oficina del Enlace Humano.
—¡Arroooo!
¡Arroooo! ¡Arooeeooeeoo! «¡Meg no me deja entrar!»
Echando un
vistazo al reloj en el salpicadero, Simon dejó escapar un suspiro y bajó la
ventanilla.
—Saltarín.
¡Saltarín!
—Arroooo!
«¡Meg no me deja entrar!»
Saltarín tenía
un cerebro que no siempre funciona bien y con frecuencia se saltaba pedazos de
información. En el país salvaje, esa particularidad terminaba con el joven
cometiendo un error fatal. Era un inconveniente en un Courtyard, pero cualquier
joven que sobrevivía a la madurez por lo general se desarrollaba bien a pesar
de ser saltante.
Saltarín había
sido enviado a Lakeside unas semanas atrás. La mayoría de los días pasaba al
menos algún tiempo en la oficina con Meg, con bastantes Lobos que trabajaban en
los edificios cercanos, se evitaba que él hiciera algo demasiado estúpido, por
no mencionar que por lo general Nathan estaba presente como el Lobo guardián
oficial.
Pero la
comprensión de que la oficina no siempre estaba abierta, era un pedazo de
información que el cerebro de Saltarín tenía problemas para asimilar. Dado que
Meg, probablemente todavía estaba en su pausa del mediodía, el joven iba a
aullar hasta quedarse ronco y nunca se daría cuenta de que ella no lo dejaba
entrar porque no estaba allí.
O que, estaba
allí y prefería tener algún tipo de barrera entre sus oídos y el arroooo tirolés,
un sonido que Simon esperaba sinceramente que Saltarín superara.
«¡Simon!»
Simon miró en
el espejo lateral y vio a Elliot Wolfgard, cónsul del Courtyard y padre de
Simon, de pie frente al consulado.
«Has algo con
ese Lobo idiota. Estoy en medio de una llamada con el alcalde Rogers y apenas
puedo oír al hombre.»
Al ver Vlad
salir de la entrada trasera de Aullidos,
Buena Lectura, Simon salió de la camioneta y dijo a Elliot:
«Voy a tratar con él.»
«¿Por qué Meg
no lo deja entrar?» Vlad preguntó mientras caminaba hacia la oficina del
Enlace, utilizando la forma Terránea de comunicación en lugar de tratar de
gritar por encima del aullido.
«No es hora
para que abra para el horario de la tarde,» Henry dijo, uniéndose a Simon y a
Vlad.
Saltarín, todavía
aullando a la puerta cerrada, no se dio cuenta de que ellos estaban allí.
«Pero ella
regresó a la oficina,» dijo Vlad, sonando sombrío. «Yo venía a ver cómo estaba,
porque Crystal Crowgard me acaba de llamar para preguntarme si Meg seguía
molesta.»
«¿Molesta por
qué?»
«No lo sé.»
Simon se
acercó a la puerta, asustando a Saltarín, quien saltó lejos con un grito de
sorpresa y se golpeó la cabeza en la rodilla de Vlad. El vampiro juró y fue a
agarrar al Lobo, quien demostró que no estaba listo para unirse a la caza de
cualquier cosa que tuviera pezuñas o trompa, cuando trató de escapar corriendo
entre las piernas de Vlad.
Henry cogió a
Saltarín, depositando suavemente al combativo Lobo en el patio cerrado junto a
la Oficina del Enlace, luego, cerró la puerta de madera. Ya que Saltarín no
podía cambiar a otra forma y no podía hacer que su cerebro se centrara el
tiempo suficiente para aprender a abrir las puertas, se quedaría donde Henry lo
puso.
Y era de
esperar que olvidaría rápidamente dónde había estado hacía un minuto y el por
qué había estado aullando.
Por supuesto,
Saltarín tendía a recordar las cosas en los momentos más inoportunos. Como
ahora, que, sentado detrás de la puerta, reanudó su aullido sobre Meg no dejándolo
entrar.
Sacudiendo la
cabeza, Simon trató de abrir la puerta trasera de la oficina.
Bloqueada.
Esa puerta no
se suponía que debía estar cerrada cuando Meg estaba en la oficina, en caso de
que necesitara ayuda en un apuro. Como cuando usaba la navaja.
Gruñendo, él
sacó las llaves del bolsillo de sus vaqueros, abrió la puerta de atrás, y se
apresuró a entrar.
—Meg, — Simon
se volvió hacia un sonido que venía del cuarto de baño—. ¿Meg, qué...? —Él se
detuvo. Miró.
Eso era nuevo.
Dio un paso
cauteloso hacia ella. Entonces, intrigado, dio otro paso.
—¿Meg?
«¿Simon?»
Preguntó Vlad. «¿Qué pasa?»
«Manténganse
afuera,», respondió.
Incluso
después de que Meg llegara al Courtyard, no había prestado mucha atención a la
apariencia física de los humanos que trabajaban para ellos. Ellos hacían su
trabajo, y él no los comía. Era suficiente. Pero nunca habían tenido a una
profeta de la sangre viviendo en el Courtyard antes, ¿así que tal vez esto era
un cambio estacional normal?
No, no era
normal. Meg se veía molesta, por lo que esto debía ser algo nuevo para ella
también.
—Te mudaste de
tu viejo cabello, — dijo él. Bueno, ella había hecho algo con el pelo. Tenía la
sensación de que era uno de esos momentos en los que un hombre debía expresar
entusiasmo positivo, independientemente de lo que realmente pensaba, sobre todo
cuando él realmente no sabía lo que estaba pasando.
Afortunadamente,
se sentía positivo y curioso.
El pelo de
naranja raro de Meg se había ido, y su cabeza estaba cubierta por un pelaje que
era brillante negro y espeso, y tan corto que se quedaba parado. Extendió la
mano, queriendo ver si el pelo se sentía tan suave como parecía.
—Esto parece
pelusa de cachorro.
Antes de que
pudiera darle un rasguño detrás de la oreja, ella se apartó de su mano y se
lamentó:
—¡No quiero
parecer a la pelusa de un cachorro!
—¿Por qué no?
Los cachorros son lindos.
Su respiración
comenzó a ensancharse, y sus ojos tenían pánico, una mirada vidriosa que le
recordaba a un bisonte joven que había visto una vez cuando era un joven Lobo
viviendo en la Región Noroeste. El joven había desafiado a un toro de más edad
y tuvo un golpe en el cráneo que había herido a su cerebro. Él y los otros
Lobos lo habían visto tambalearse y girar y girar, incapaz de cambiar de
dirección o incluso detenerse. Con el tiempo se recuperó y siguió al resto de
la manada.
Si la manada
no hubiera hecho ya una matanza más temprano ese día, el joven toro hubiera
sido presa fácil.
Si uno forzaba
a las cachorras de profetas de la sangre a ver demasiadas imágenes nuevas, sus
cerebros se congelaban como si hubieran recibido un golpe duro, al igual que el
joven bisonte. A las chicas que había sacado del recinto les habían pasado
varias veces durante el viaje en tren de regreso a Lakeside.
Pero esta era
la primera vez que había visto la mirada de pánico en los ojos de Meg.
—¡Meg! — Dijo con fiereza. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo
podía ayudarla?
De la misma
manera que había ayudado a las niñas durante el viaje en tren. Ocultando lo
extraño. Las cosas nuevas asustaban.
Simon se precipitó
en la sala de clasificación y abrió bruscamente los cajones debajo del
mostrador, gruñendo mientras pateaba el contenido desparramado y pensando en
las palabrotas humanas más desagradables que conocía. Encontró el sombrero de
lana de flexible en el fondo de un cajón. Agarrándolo, corrió a la habitación
de atrás, puso el sombrero en la cabeza de Meg, luego, la arrastró hasta el
baño y la colocó frente al espejo sobre el lavabo.
—¡Mira! —
Exigió, cerrando sus manos alrededor de sus brazos y dándole una pequeña
sacudida—. Esta es Meg, usando el sombrero de ala ancha que compramos para
mantener tu cabeza caliente después de que llegó a casa del hospital. Esta es
Meg, el Enlace Humano del Courtyard de Lakeside. Esta es Meg, mi amiga, amiga
de Sam, amiga de Vlad, amiga de Tess,
amiga de Henry, la amiga de Jenni. ¡Mira!
Vio cómo el
pánico en sus ojos se desvanecía, la vio a absorber la imagen de sus reflejos
en el espejo. Con el pelo oculto, se veía igual que el día anterior, excepto
por el vendaje en su antebrazo izquierdo.
Ahora
confusión, y un toque de miedo, llenaron los ojos grises.
—Simon...
Molesto con
ella y por ella, pero más suave ahora que sonaba como Meg de nuevo, la llevó a
la sala de clasificación.
«¿Simon?»
Henry llamó.
«Quiero a Merri
Lee aquí ahora,» dijo Simon. «Una vez que me entere de lo que está pasando con
Meg, la Asociación Empresarial se reunirá.»
«Elliot
también,» dijo Henry. «Él tiene cosas para decirnos acerca de su conversación
con el alcalde.»
«Voy a tratar
con Meg primero.»
«¿Ella está
bien?»
«No está
herida, pero... No lo sé. Creo que esto es una cosa de chicas.» ¿No era eso lo
que había dicho Meg a Vlad? ¿Qué iba a hacer una cosa de chicas como símbolo de
un nuevo comienzo?
Simon estudió
a Meg mientras se apoyaba en la mesa de clasificación, se veía agotada.
Esperaba no haber magullado sus brazos cuando la arrastró hasta el baño, pero
si lo hubiera hecho, no se sorprendería cuando Henry le diera un manotazo,
ojalá fuera con una mano humana y no una pata con garras de Oso Pardo.
Merri Lee se
precipitó en la sala de clasificación.
—¿Meg... ? —
Ella frenó de golpe—. ¿Sr. Wolfgard?
—Quítate el
sombrero, Meg, — dijo Simon. Merri Lee miraría la nueva capa de Meg, haría una
observación casual, y luego...
—¡Guau! Eso es
radical.
La respiración
de Meg se trabó. Simon se giró hacia Merri Lee y gruñó:
—¡No estás
siendo útil!
—Bueno, lo
siento, pero es radical, — Merri Lee tartamudeó—. Puedo entender por qué Meg
necesita tiempo para adaptarse a la forma en que se ve con el pelo tan corto.
—Eso no ayuda,
— advirtió, mostrando sus dientes.
Pero Merri Lee
no estaba prestándole atención. Estudiaba a Meg.
—No estabas
preparada para cómo te verías, ¿cierto?
Meg negó con
la cabeza.
—Tu pelo era
corto, cuando llegaste por primera vez al Courtyard. No tan corto, pero corto,
por lo que debían habértelo cortado de forma regular. — Merri Lee continuó
estudiando a Meg—. ¿Pero no en un salón?
—No me acuerdo
de mi pelo siendo cortando, — dijo Meg—. Pero a veces tenía sueños raros de
cosas que me hacían. Los Nombres Caminantes nos llevaban a cada
una de nosotras a una habitación para un sueño de mantenimiento. Cuando me
despertaba, nada parecía diferente.
Simon vio a
las dos chicas y cambió su peso. Merri Lee se veía como si quisiera morder a
alguien, así que no estaba seguro de si necesitaba dar un salto hacia adelante
para proteger a Meg o saltar lejos para protegerse a sí mismo.
—¿Viste a la estilista
cortarte el pelo esta vez?
—No. Podía
sentirla usando el peine y las tijeras,
pero no pude verla.
—Ah. — Merri
Lee asintió—. La estilista tenía la silla dada vuelta para que cuando
terminará, poder girar la silla para enfrentarte al espejo y sorprenderte con
tu nuevo yo, ¿sí?
Meg asintió.
—Creo que ella
sabía que algo andaba mal, pero no me podía quedar, no podía hablar... Ya no
era yo.
Merri Lee
suspiró.
—Cuando yo
tenía once años, mi madre decidió que no le gustaba mi pelo largo y me llevó a
su estilista para que me lo cortara. Me encantaba tener el pelo largo, y no
quería que me corten el pelo, pero no me dieron una elección. Ya habían
decidido entre ellas que iba a ser corto, porque eso es lo que quería mi madre.
Así que la estilista mantuvo la silla alejada del espejo mientras me cortaba el
pelo. Entonces giró la silla y me dijo que era un corte de pelo muy lindo, y mi
madre sonrió... — Ella hizo una pausa, y luego negó con la cabeza—. El punto
es, que no reconocí a la chica en el espejo. Vi a una extraña y me sentí...
desconectada.
—Sí, — susurró
Meg.
Simon las miró
fijamente.
—¿Sí? ¿Sí? Te
ves igual, hueles igual. ¿Cómo puedes no saber quién eres? Meg, pintaste tu
pelo anaranjado y no te molesto. ¡No como esto! — Él gruñó cuando un
pensamiento se le ocurrió—. ¿Te has puesto así de molesta, pero lo has
mantenido escondido de nosotros?
Cuando ella
vaciló, su gruñido se profundizó. No podía tenerla tambaleándose alrededor y
girar como un bisonte con daño cerebral. Ahora no. Nunca. No a su amiga.
—Tú. — Señaló
a Merri Lee—. A partir de hoy, vas a trabajar dos horas menos en la librería y la cafetería.
Merri Lee
palideció.
—Pero necesito
esas horas.
—Eso no es
justo, — dijo Meg, haciendo un esfuerzo para permanecer en su propio lugar sin
apoyarse en la mesa—. Sólo porque no te gusta lo que dijo...
—Yo no he
dicho que va a trabajar menos horas, — Simon chasqueó—. Pero va a estar
trabajando aquí contigo, porque ambas van a averiguar exactamente por qué
sucedió esto, exactamente por qué Meg entró en pánico, y lo que hay que hacer
para que no vuelva a ocurrir.
—Simon, voy a
estar bien, — comenzó Meg.
—Esto no es
sólo acerca de ti, — dijo—. Las chicas que trajimos del recinto, se están
desmoronando como tú hace un momento, sólo que está sucediendo a una o más de
ellas cada día. Los Intuye no saben cómo ayudarlas. Los humanos que más saben
acerca de las profetas de sangre no van a ayudarnos a dar a su propiedad una
manera de vivir fuera de las jaulas seguras. Sabes que no lo harán. Jean te
llama la Pathfinder, Trailblazer.
Merri Lee se
sobresaltó.
—¿Qué ha
dicho?
Simon la miró.
—Pathfinder. Trailblazer
Merri Lee
tragó saliva y miró a Meg.
—Esas fueron
dos de las cosas que dijiste durante la profecía. Trail y Fuego. Buscar y Path. Esas fueron las cosas que se supone a
lo que los Terráneos deben estar atentos.
—Ambas van a
averiguar lo que las Casandra de sangre necesitan y lo que los humanos y Otros
tienen que hacer para ayudarlas a mantenerse con vida, — dijo Simon.
—¿Qué esperas
que hagamos? — Meg gritó—. Escribir Guía
de Profetas de la sangre para imbéciles?
—¡Sí! Eso es
exactamente lo que quiero que hagas. — Mirando sus expresiones aturdidas, se
preguntó si había sido un poco demasiado honesto—. Entiéndelo y escríbelo para
que podamos pasar la información a todo el mundo que está tratando de ayudar a
estas niñas.
—No soy una
escritora, — Merri Lee protestó—. Puedo tomar notas, seguro, ¡pero no puedo
escribir algo así!
—Ruthie te
ayudará a escribirlo. — Ya. Problema
resuelto. Ruthie era una maestra. Ella escribía frases todo el tiempo.
—Ha... ¿has
hablado con Vlad? — preguntó Merri Lee—. ¿Te contó acerca de la profecía de
esta mañana?
—Todavía no. —
Miró a las chicas y suavizó su voz—. Resuelve esto, Meg. Jean dijo que eres la
única que puede hacerlo.
Simon salió de
la oficina, cerró la puerta de atrás, y se detuvo. Sólo se detuvo. No podía
llamar a los otros Lobos en el Courtyard para que le ayuden a alejar este
peligro de su amiga. Este peligro vivía dentro de ella, era parte de ella, al
igual que las visiones y profecías nadando en su sangre, así como su frágil
piel.
¿Cómo se
suponía que debía proteger a Meg de Meg?
Tess salió de
la puerta trasera de Un Pequeño Bocado.
Hubiera sido más fácil para ella usar la puerta interior entre las dos tiendas
para llegar a la sala de reuniones de arriba, así que debió haber llegado de
afuera para ver cómo estaba.
«¿Vas a la
reunión?», Le preguntó, señalando a la segunda planta de ABL.
«Sí.» Cruzó la
zona pavimentada detrás de los edificios, y subieron a la reunión juntos.
No se
arrepentía de haberse quedado en el Courtyard para estar con Meg, pero en este
momento le gustaría poder arrojar todos los problemas humanos, junto con la
piel humana.
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