Steve se frotó
las manos en su rostro.
—Todo el
pueblo está asustado. Estamos meados en
los pantalones de miedo, y necesitamos ayuda.
Simon se
contuvo de agacharse bajo la mesa y tomar una aspiración, pero el movimiento
abortado le hizo sonreír a Steve.
—Es una
expresión, — dijo Steve—. Significa que estamos muy asustados.
Los humanos
habían inventado algunas palabrotas y expresiones útiles, pero esa expresión no
era algo que Simon usaría en cualquier momento cercano.
—¿Este temor
se debe a que los Terráneos ahora gobiernan Saltos de Talulah? —Preguntó Henry.
—En parte,
—Steve asintió. Echó un vistazo a Ming.
—Los Otros en
el control de Saltos de Talulah, sienten una profunda ira y desconfianza hacia todos los humanos, — dijo
Ming—. Y muchos nativos de la tierra alrededor de los Grandes Lagos piensan que
la ira y la desconfianza son merecidas, que la población humana en Saltos de
Talulah necesita ser separada dejando sólo a aquellos que son necesarios para
el funcionamiento de las máquinas y los negocios humanos previamente reclamados
como vitales. Buscan excusas para matar a los humanos y responden con violencia
a cualquier tipo de problemas. Incluso los humanos que hacen entregas
solicitadas, están en riesgo.
—Ese tipo de
ira proviene de la experiencia, — Henry retumbó.
—Lo sé. Pero
ese tipo de ira es como el fuego, que o bien se quema o bien se propaga.
—Los Crowgard
de Saltos de Talulah y de Isla Grande tuvieron una reunión, que es como nos
enteramos de lo que está pasando, — dijo Steve—. Los Cuervos de los Saltos,
dijeron que los Terráneos han traído a un ejecutor que los hace sentirse incómodos.
Le han dado rienda suelta con el trato con los humanos que causan cualquier
tipo de problemas. Dijeron que su cabello es largo y sujeto en muchas pequeñas
trenzas con huesos pequeños tejidos en los extremos, huesos que a veces hacen
ruido al juntarse y suenan como serpientes furiosas incluso cuando está parado.
Y el cabello cambia de color. Vieron algunos humanos discutir con el Terráneo,
como si fueran a pelear. Los Cuervos apartaron la vista del ejecutor cuando los
huesos temblaron y su cabello comenzó a cambiar a negro, pero no llegaron a ver
a los humanos caer muertos.
—¿Conocen a
esta forma de Terráneo? — Preguntó Ming.
Silencio.
Entonces Henry dijo:
—Con las
trenzas y los huesos no estamos familiarizados, pero conocemos a esa forma. Es
peligroso aun hablar de él. Si tienen que ir a Saltos de Talulah, tengan mucho
cuidado y no miren al ejecutor si su cabello empieza a volverse negro.
Un Segador, pensó Simon. Los Terráneos han traído a un Segador para encargarse de los humanos
molestos. ¿Sabría Tess que había otro de su tipo en la zona? ¿Había alguna
forma segura de preguntarle? Probablemente no.
Simon centró
su atención en Steve nuevo.
—¿Qué otra
cosa te hacer sentir incómodo?
—Lo que
realmente está sacudiendo toda nuestra comunidad son las 5 Casandra de sangre
que sacaste del Medio Oeste, —dijo Steve—. Pensamos que estaban adaptándose a
vivir aquí. Por lo menos, parecían estar haciéndolo bien durante los primeros
días. Pero ahora una o más de ellas tienen algún tipo de crisis emocional cada
día, o cae en un estado catatónico que dura desde unos pocos minutos a unas
pocas horas. No sabemos por qué ocurre esto. No sabemos cómo ayudarles. Sabemos
que tenemos que sacarlas del hostal y buscar otra vivienda para ellas, pero
¿qué tipo? ¿Y dónde? Tratamos de llevarlas a nuestro centro médico para un
chequeo básico. Tres de ellas se lastimaron a sí mismas, y las otras dos
huyeron en un pánico ciego y estuvieron a punto de ser golpeadas por los
vehículos. ¿Recuerdas que te dije sobre la familia de Jerry Carguero, cómo
había comenzado su sobrina a cortarse, y luego saltó al río y se ahogó? Ya
puedes imaginar lo que es ver a 5 niñas quebrarse como lo está haciendo a toda
su familia.
—¿Quieres que
nos llevemos a las niñas? — Preguntó Henry.
Steve negó con
la cabeza, en un movimiento vehemente.
—Los Intuye dejaron
a otra persona el cuidado de las niñas como éstas una vez antes, y es una parte
vergonzosa de nuestra historia. No vamos a hacerlo otra vez de buen grado. Pero
no es sólo nuestra comunidad. Cada pueblo Intuye que tomó a algunas de las
niñas de ese recinto, está teniendo problemas. Estoy recibiendo correos
electrónicos todos los días de los líderes de los pueblo, pidiendo cualquier
información que pudiera ayudar. No queremos que estas niñas mueran, y todos
tenemos miedo de que vayan a hacerlo.
—¿Qué pasa con
Jean? — Preguntó Simon—. ¿Qué dice ella?
Steve suspiró.
—Jean ha
sido... torturada... y apenas es capaz de funcionar. Ella sigue diciendo que
Meg sabe, que Meg puede ayudar.
Cuando Simon
había rescatado a Jean, ella le había dicho que Meg era una Exploradora, una Abre caminos. En ese momento, le había gustado el sonido de esas
palabras. Ahora sonaban como grandes piedras que alguien quería atar alrededor
del cuello de Meg, antes de tirarla en el río para ver si podía sobrevivir.
Pero las chicas que, junto con el teniente Montgomery y el Dr. Lorenzo, habían
sacado del recinto del Controlador tenían entre ocho y once años. Todavía
cachorras que dependían de los adultos de la manada para su supervivencia. Y
Jean, que era una adulta -y muy dañada por lo que le habían hecho-, era amiga
de Meg.
—Voy a hablar
con Meg, — dijo Simon, no contento con hacer esa elección, pero bastante seguro
de que Meg sería más infeliz si algunas de las otras profetas de la sangre se
lastimaran.
—Algo que te
puede ayudar ahora, —dijo Henry—. Sus sanadores-médicos, no deben usar las
túnicas blancas cerca de las niñas. Sus captores vestían uniformes blancos y
túnicas blancas. Meg se perturba por esas cosas. Es probable que las otras
chicas se perturben por eso también.
—Eso sirve, —
dijo Steve—. Voy a darle a todos la información. Gracias.
—Los Terráneos
están dispuestos a extender las tierras de la aldea para construir una nueva
guarida para estas chicas, — dijo Ming—. Pero primero tenemos que saber qué
construir.
Toda una concesión, pensó Simon.
Pero le trajo algo más a la mente.
—Ese complejo
industrial abandonado y el grupo de casas al lado de River Road. Sé que el arrendamiento de tierras no fue renovado
debido a que las empresas volcaban demasiada maldad en la tierra y el agua,
pero me preguntó si hay algunas personas que aún viven en esas casas y qué
grupo de Terráneos controla la tierra ahora.
—Las chicas
serían vulnerables allí, — dijo Steve inmediatamente—. El acceso a la isla es
controlada; es por eso que están aquí.
—No para las
niñas, — Simon le dio la razón—. Pero no quiero que ningún humano que logre
escapar de Saltos de Talulah hagan guaridas en esas casas. No quiero una manada
de potenciales enemigos interesados en reclamar tierra entre Lakeside y la Isla
Grande.
Steve miró
Ming antes de decir:
—Había
personas aún viviendo en un par de las casas unos meses atrás, pero el invierno
pasado los convencieron de que no querrían estar viviendo por ahí solos, cuando
el clima los encierre.
—Los Hawkgard
informaron que los últimos humanos empacaron y salieron tan pronto como el
camino fue transitable, — dijo Ming—. No he oído hablar de ningún Terráneo
reclamado la tierra como territorio salvaje. ¿Quieres reclamarlo?
—No por
nuestra cuenta, — respondió Simon.
—En ese caso,
estaríamos dispuestos a compartir la responsabilidad de esa tierra con el
Courtyard de Lakeside. — Ming miró a Steve, que asintió con la cabeza.
—¿Tienen a
alguien que pueda comprobar las construcciones? — Preguntó Simon a Steve.
—Claro, —
Steve respondió—. Tenemos fontaneros, carpinteros, y todo lo demás. Voy a poner
un equipo en camino para inspeccionar cada edificio y hacer una lista de lo que
cada uno necesita para ser habitable de nuevo. Y vamos a echa un vistazo a la
disponibilidad de agua y electricidad en los edificios. — Dudó—. ¿Supongo que
estás pensando en esto como una comunidad solo por invitación?
Simon asintió.
No estaba seguro de quién debía vivir en esa comunidad, pero estaba seguro de
que los terrenos y edificios necesitaban permanecer bajo el control de los
Otros.
Luego se
levantó, sintiéndose saturado en el cuerpo y la mente.
—Suficiente.
Steve se puso
de pie, tomó la caja de la panadería Eamer.
—Lleven esto
para su cafetería. — Salió de la cabina con Ming.
En el
exterior, los caballetes se movieron y los pasajeros embarcaron para el viaje a
la parte continental del pueblo. Pero nadie entró en la cabina.
Henry abrió la
caja de la panadería, hizo un sonido de aprobación, y tomó un pastel lleno de
frutas.
—Bueno, — dijo
después de tragar el primer bocado—. Entonces. ¿Estás deseando haberte ido a
las montañas Addirondak con Nathan?
—No. Pero sí
quiero contactarme con Vlad. Si todo sigue tranquilo en el Courtyard, quiero
echar un vistazo a esas casas ya que están de camino a casa.
Ahora mismo,
realmente quería cambiar, salir de esa piel y ser Lobo en lugar de tener que
pensar en los problemas humanos, pero no se arrepentía de haber dejado pasar la
oportunidad de pasar tiempo fuera del Courtyard. Él no se arrepentía de
quedarse para estar con Meg. Su amiga humana.
Él sólo
deseaba saber por qué Meg, la Abre
caminos, había decidido hacerse un corte mientras él estaba ausente.
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