Capítulo 30
Watersday 12 de Maius
Más tarde esa
noche, mientras una suave lluvia caía sobre el Courtyard, los Owlgard
observaron a Douglas Burke meter una bolsa de papel contra la puerta trasera de
Aullidos, Buena Lectura.
Respondiendo a
la llamada de los Búhos, Vladimir y Nyx Sanguinati fueron a buscar la
bolsa y fluyeron hacia Chucherías y brillantes, donde Jenni
Crowgard, Jester Coyotegard, Jane Wolfgard, y Blair Wolfgard esperaban por
ellos.
Una por una,
las joyas de la bolsa se guardaron en una pequeña caja de madera, forrada de
terciopelo, sustituyéndolas por brillantes que encontraron en la tienda.
Después de estudiar el anillo de lujo, Blair hizo una linda copia usando
alambre fino y trozos de cristal que Jenni sacó de una pieza de joyería de
fantasía.
Habiendo
terminado con su cometido, sustituyeron la bolsa dentro de Oso Boo y Jane, -como
sanadora de los Wolfgard- hizo las costuras. Tras un breve debate, no restauraron
el brazo y la pierna, dejando al oso igual a como se veía cuando llegó.
Al primer
indicio de la luz del día, Vlad colocó la bolsa de papel fuera de la puerta
trasera de ABL, cambió a su forma de humo, y esperó en las sombras. Unos
minutos después, los Búhos informaron de alguien estacionando al otro lado de
la calle del Courtyard. Un minuto después, Douglas Burke en silencio se dirigió
a la puerta trasera de ABL y recogió la bolsa de papel.
Cuando Burke
se alejó manejando, Vlad se unió a Nyx, que había esperado a por él en la Plaza
Comercial. Juntos, llevaron la pequeña caja a la casa de mármol del Abuelo del
Erebus en las Cámaras, un lugar donde ningún humano podría buscar las joyas y
sobrevivir.
* * *
Llevando dos
candelabros a la madera reluciente de una mesa antigua, Vlad encendió las velas
y el abuelo Erebus lo vio inclinar la caja, y suavemente derramar las joyas
sobre la madera oscura.
—Una brillante
fortuna, — dijo Erebus—. Los humanos se han matado unos a otros por una sola
joya. No dudarían en matar a una mujer y su hija por lo que estas piedras
bonitas podrían comprar.
—Cosas, — dijo
Vlad, revelando sus colmillos—. Matan por cosas.
Erebus agitó
las piedras.
—Eso podría
decirse de nosotros también.
—Matamos por
alimento, por proteger nuestras tierras y hogares. Por proteger a nuestros
familiares.
—Comida,
tierras, casas. Esas son cosas importantes, que valen la pena proteger, pero
todavía son cosas, Vladimir. ¿Cuánta comida crees que estas bonitas podrían
comprar?
—No puedes
comprar lo que no está allí. — Vlad consideró lo que él acababa de decir.
¿Cuando, exactamente, había empezado esta charla acerca de la escasez de
alimentos?
Se quedó
mirando las joyas.
—Tal vez la
comida no está allí porque ya ha sido comprada. Tal vez las joyas eran el pago.
Pero ¿por qué acaparar la comida y dejar que la gente piense que ellos y sus
crías pasarán hambre?
—Veremos la
respuesta muy pronto. El hambre puede ser una afilada maestra. —Erebus guardó
las joyas nuevamente dentro de la caja de madera de terciopelo forrada—. Ahora.
Háblame de los humanos que estaban criando sangre dulce. ¿Han sido encontrados?
—No. — Vlad se
tragó la amargura—. He hablado con los Sanguinati que viven en las regiones
donde se encontraron a las chicas abandonados o donde se descubrieron los
cuerpos de los bebés. Por lo que pueden decir, nadie está en busca de las
granjas. Nadie está buscando a los humanos que dirigían esas granjas.
—¿Qué pasa con
la policía, el gobierno de aquí?
—Habría que
preguntarle a Elliot sobre el gobierno. La policía aquí hizo la búsqueda. Eso
lo sé con certeza. Ellos buscaron y confirmaron que no había sitios como esos
en ningún lugar alrededor de Lakeside. No había chicas abandonadas. No había
bebés muertos.
Erebus no dijo
nada. Pero luego:
—No sólo las
cosas tienen un precio, Vladimir. La lealtad también se puede comprar. — Él
tocó la caja con una espesa uña amarillenta—. Dado que los humanos no van a
buscar las granjas, entonces, lo haremos nosotros. Dile a los Sanguinati que
tienen que encontrar a los humanos que dañaron a las sangre dulce y mataron a
sus crías.
—¿Debo hablar
con las chicas en la lago? Sus parientes podrían destruir los edificios una vez
que fueran encontrados.
—Madera.
Piedra. Vidrio. — Erebus negó con la cabeza—.
Deja los edificios intactos. No significan nada. Encuentra a los humanos
que trabajaban en esos lugares y mátalos.
—¿Deben
dejarse los cuerpos en donde los puedan encontrar? — Es decir, ¿Erebus quería
que los humanos supieran que los Sanguinati había librado su propia forma de
justicia?
Erebus lo
miró. Vlad no estaba seguro de si el asombro era real o fingido.
—Después de
que los Sanguinati se hayan alimentado, no hay razón para perder la carne,
Vladimir, — dijo Erebus, su voz una suave reprimenda—. No, no. Lleven la carne
al país salvaje donde será útil. Hay muchos allí además de los Terráneos que
darán la bienvenida a la comida fácil para sus crías.
Obrigada pelos capítulos, estou encantada com os Terrâneos!
ResponderEliminarGracias por los capítulos.
ResponderEliminarEl abuelo Erebus me encanta, muchas gracias por los capítulos! ^ω^
ResponderEliminarQue cortos me han parecido...
ResponderEliminarA mi el abuelo Erebus me asusta.
GRACIAS