—1—
YELENA
«Uf, barro,» Kiki dijo mientras
salpicaba por otro charco. El lodo húmedo estaba aferrado a su piel de cobre y
goteaba de su larga cola. Cubría completamente sus cascos y el pelaje de sus
espolones con cada paso.
A través de nuestra conexión
mental Sentí su incomodidad y fatiga.
«¿Paramos?»Yo pregunté.
«¿Descanso?»
«No.» Imágenes de heno fresco,
un pesebre limpio y siendo acicalada, se formaron en la mente de Kiki. «Casa,
pronto.»
Sorprendida, miré alrededor del
bosque. Montones de nieve descongelándose se mezclaban con los grumos negros de
las hojas muertas, una muestra de que la temporada de frío estaba perdiendo su
dominio. La lluvia golpeaba de manera constante en las ramas desnudas. La luz
se desvanecía, convirtiendo al bosque ya gris en plomizo. Durante las últimas
horas, me había acurrucado bajo mi -empapada- capa, tratando de mantener el
calor. Con mis pensamientos fijos en mi cita con Valek, fallé en seguir el rastro de nuestra
ubicación.
Recorrí la zona con mi magia,
proyectando mi conciencia en buscar vida. Unos conejos valientes buscaban
comida en la maleza húmeda y un par de ciervos se quedaron congelados,
escuchando el perseverante paso blando de Kiki. No había almas atrapadas en
estos bosques. No había seres humanos en millas.
Eso no era una sorpresa. Esta
área remota en las tierras al noreste de Featherstone fue elegida por esa misma
razón. Después de que Owen Moon nos emboscó hace unos cuatro años, Valek y yo
decidimos mudarnos a un lugar menos conocido, cerca de la frontera de Ixia.
Me incliné hacia adelante en la
silla. Nos estábamos acercando y mi capa húmeda ya no se presionaba tan firme
en mis hombros. A este ritmo, llegaríamos a nuestra acogedora casa de campo en
una hora. La participación de Valek en el rescate de nuestra amiga Opal del
clan Bloodrose y sus posteriores repercusiones, lo habían mantenido ocupado
durante meses. Finalmente tendríamos unos días preciosos para nosotros solos
antes de que él se reportara con el Comandante. Ya debería estar allí
esperándome. Visiones de compartir un baño caliente, acurrucándonos frente a un
fuego rugiente y relajarnos en el sofá, una vez más me distrajeron.
Kiki resopló con diversión y
rompió en un galope. Detrás de las nubes, la puesta de sol, robaba al bosque
todo el color. Confié en Kiki para encontrar el camino en la penumbra, mientras
seguía una conexión mágica de luz de la vida silvestre en las cercanías.
Interrumpiendo su paso, Kiki
giró hacia a la derecha. Moviéndose como un destello a la izquierda junto con
el acento inconfundible de su arco. Kiki se retorció debajo de mí. La agarré
por su melena, pero una fuerza me golpeó en el pecho y me tiró de la silla.
Golpeé el suelo con fuerza,
sentí todo el aire de mis pulmones salir con fuerza cuando el dolor estalló. Un
fuego me quemaba en cada uno de mis jadeos desesperados. Sin pensarlo, me
proyecté de nuevo, en busca de la... persona que me había atacado. A pesar de
la agonía, empujé tan lejos como pude. Nadie.
«¿Kiki, olores?» Pregunté. Se
puso de pie sobre mí, protegiéndome.
«Pino. Humedad. Barro.»
«¿Ves algún mago?»
«No»
No era bueno. La persona tenía
que estar protegida por un escudo mágico de nulidad. Era la única manera de
esconderse de mí. Escudos de nulidad bloqueaban la magia. Por suerte, también
le impedían al mago atacarme con su magia, ya que bloquea la magia de ambos
lados. Pero no frenaría otra flecha. Y tal vez la próxima no fallaría.
Miré el asta. La flecha había
golpeado dos pulgadas por encima y una pulgada a la izquierda de mi corazón,
albergándose justo debajo de mi clavícula. El miedo desterró al dolor por un
momento. Necesitaba moverme. Ahora.
Rodando por mi lado, me detuve
cuando una sensación helada se propagó sobre mi pecho. ¡La punta estaba
envenenada! Me tire de nuevo en el barro. Cerré los ojos y me concentré en la
expulsión del líquido frío. Fluía de la herida, mezclándose con la sangre que
ya empapaba mi camisa.
En lugar de desaparecer, el
veneno se mantuvo como si hubiera sido rellenado ni bien lo había expulsado.
Con el dolor nublando mi mente, la razón se me escapaba.
Kiki, sin embargo, lo
descubrió. Ella apretó los dientes en el eje de la flecha. Tuve un segundo para
darme cuenta de lo que planeaba antes de que arrancara la flecha de mi pecho.
Lloré cuando un dolor muy
intenso explotó, la sangre brotó y el metal pasó raspando el hueso de una vez.
Aturdida, quede tirada en el suelo mientras manchas blancas y negras se
arremolinaban en mi visión. A punto de perder el conocimiento, me enfoqué en la
punta de la flecha recubierta con mi sangre, para recordarme el peligro. Seguía
siendo un objetivo. Y no estaba por la labor de hacerle más fácil a mi atacante
el tener otra oportunidad.
«Arregla el agujero,» dijo
Kiki.
Me debatí. Si me curaba a mí misma
ahora, entonces quedaría demasiado débil para defenderme. No es como si
estuviera en condiciones de combatir. Aunque todavía tenía acceso a mi magia,
era inútil contra las flechas y, siempre y cuando el asesino se escondiera
detrás del escudo nulidad, no podía tocarlo con mi magia, tampoco.
Kiki levantó la cabeza. Sus
orejas ladeadas.
«Vamos. Encuentra al Fantasma.»
Gemí. ¿Cómo pude olvidarme de
que Valek estaba cerca? Chica inteligente.
Con la flecha aún aferrada en
sus dientes, Kiki se arrodilló a mi lado. Agarrando su melena, me impulse a mí
misma en la silla de montar. El dolor se disparó a mis brazos y vibró a través
de mi caja torácica cuando ella se puso de pie. Volvió la cabeza y tomé la
flecha. Nos podría dar una pista sobre la identidad del asesino.
Me agaché pegándome en la
espalda de Kiki mientras corría a casa. Manteniéndome alerta a otra vibración,
apunté mi conciencia sobre la vida silvestre de los alrededores. Si los
animales detectaban un intruso, lo captaría en su miedo. El sonido me hubiera
dado una pista, pero estuve en contacto con el ciervo cuando la flecha golpeó.
Estaría impresionada por las habilidades del asesino si no tuviera tanto dolor.
No pasó mucho tiempo para que llegáramos
a nuestro pequeño establo. Las puertas principales se habían dejado abiertas.
Un resplandor cálido amarillo hacía señas. Kiki trotó dentro. Las linternas se
habían encendido y Onyx, el caballo de Valek, relinchó un saludo de su puesto.
Kiki se detuvo junto a una pila de fardos de paja. Aliviada por estar en un
lugar seguro, me deslicé hacía ellos, y entonces me tiré.
Kiki empujó mi brazo.
«Dama Lavanda arregla el
agujero»
«Después de que Fantasma
venga.» Sospechaba que caería en un profundo sueño, una vez que curara la
herida y sabía que Valek tendría preguntas.
Ella agitó su cola fangosa y se
alejó.
«Fantasma»
Valek apareció a mi lado. Su
confusión se volvió en alarma cuando su mirada recorrió mi camisa empapada de
sangre.
—¿Qué pasó?
Sin energía para una
explicación detallada, le puso al corriente de lo básico y le entregue la
flecha.
Todo el ánimo abandonó el
rostro anguloso de Valek. Una furia ardió en sus ojos azul zafiro, mientras
examinaba el arma. Por un momento, me acordé de nuestro primer encuentro,
cuando me ofreció el trabajo de catadora de alimentos. El veneno nos había
reunido en ese momento, también. Pero nunca espere que durara. Entonces no
quería nada más que escapar de él lo antes posible.
Un líquido claro goteaba del
eje hueco. Él lo olió.
—¿Has expulsado todo el veneno?
—Yo creo que sí. — Era difícil
decirlo con seguridad, pero no añadiría más leña a su ira. La dura expresión de
Valek ya prometía asesinato.
Apartó el pelo de mi mejilla.
—¿Qué tan malo es?
—No es tan malo como parece.
Ahora ve, antes de que el asesino se escape. — Lo espanté.
—No te voy a dejar sin
protección.
Kiki resopló y movió su cola,
salpicando barro en el pantalón negro de Valek. Saque mi navaja de su soporte,
abriendo la hoja.
—Estoy lejos de estar sin
protección. Apaga la luz antes de irte.
—Está bien. Voy a ensillar a
Onyx fuera del establo. Quédate aquí. — Valek abrió el cubículo de Onyx y el
caballo negro salió trotando. Después de apagar la linterna, Valek desapareció
en la oscuridad.
Me quedé allí atenta a
cualquier sonido. Mi hombro y brazo izquierdo palpitaban. Cada inhalación
causaba una punzada de dolor en mi pecho. Para aliviar el malestar, saque un
delgado hilo de la magia de la manta de poder que abarca el mundo. Una imagen
mental de la lesión tomó forma cuando me centré en la herida. Mi clavícula se
había roto. La flecha había cortado a través de mis músculos por el impacto y
las púas de metal en la cabeza de la flecha, había arrancado trozos de piel
cuando Kiki la arrancó. Preciosa. Use una hebra del poder para disminuir el
dolor como medida temporal.
Una vez más dirigí mi
conciencia al bosque circundante, mantuve un contacto ligero con las criaturas
nocturnas. Lástima que mi amigo murciélago estaba hibernando durante la
estación fría. Sus sentidos únicos habrían ayudado con la búsqueda del asesino
en la oscuridad. La fauna realizó su caza nocturna de los alimentos y no mostró
signos de agitación, ni siquiera de Valek. Su inmunidad a la magia me impedía
hacer un seguimiento de él. Tenía la esperanza de que se mantuviera sagaz.
A medida que el tiempo
transcurría sin incidentes, me preguntaba quién me había atacado. Esa línea de
pensamiento no progresó, ya que todo lo que podía deducir, era que la persona
era un mago/maga que tenía el poder para hacer un escudo de nulidad, que sabía
usar el arco y la flecha, y que podría tener una afinidad con los animales. Eso,
o él / ella era muy silencioso y había ocultado su olor.
Desafortunadamente, al
reflexionar sobre el por qué fui atacada, genere una lista más larga. Como
Enlace oficial entre el Comandante del Territorio de Ixia y el Consejo de
Sitia, en los últimos seis años, me había agenciado al menos una docena de
enemigos políticos y criminales. Como compañera del corazón de Valek, -el
infame asesino de Ixia, durante los últimos ocho años-, me volví un objetivo
para cualquier persona que odiara a Valek, lo que incluía a la mayor parte de
Sitia y probablemente a cientos de Ixianos. Como maga y Halladora de Almas,
puse a mucha gente nerviosa, preocupadas de que me volviera corrupta. Estas
personas tenían la impresión equivocada de que podía crear un ejército sin
alma, cuando en realidad lo único que puedo hacer, es encontrar almas perdidas
y guiarlas; ya sea a una eternidad de paz en el cielo o una eternidad de
sufrimiento en el mundo del fuego, en función de sus actos cuando vivía.
Un ligero impacto me sacudió de
mis pensamientos. Cuidadosa de mi lesión, me senté y giré mis piernas sobre el
heno. Entonces me levante. Era mejor ponerse de pie y luchar que ser capturada
acostada. La oscuridad exterior era de un color más claro que en el interior,
debido a la luz de la luna tenue. Iluminaba lo suficiente para ver formas.
Seguí alerta a cualquier
movimiento, mirando a través de la puerta. Cuando Kiki dio un paso entre mí y
la entrada, me sobresalté. Aunque ella tenía dieciséis palmos de altura podía
ser muy sigilosa. Su espalda era más alta que yo y bloqueaba mi visión. Admito que apenas llego
al metro sesenta, pero ella era una chica grande como la mayoría de los
caballos Sandseed.
Un poco de sofoco se centró en
mi corazón latiendo a doble tiempo. Apreté mi agarre en la navaja.
«Fantasma,» dijo Kiki,
alejándose.
Me hundí en contra el heno. Una
sombra con la forma de Valek entró en el establo. Encendió la linterna. Por la
mirada sombría en su expresión, supe que había perdido el rastro del asesino.
—Se trata de un profesional, —
dijo—. Usó magia para borrar sus huellas. Simplemente se detuvo. Y sin hojas de
arbustos, es más difícil dar con él, especialmente por la noche. Voy a salir de
nuevo en la luz del día.
—¿Él? ¿Cómo lo sabes?
—Botas grandes, impresiones
profundas. Podemos hablar de ello más tarde. Vamos a entrar y atenderte.
—Kiki primero.— Y antes de que
pudiera discutir—. Ella me salvó la vida. Si no se hubiera movido, la flecha me
habría atravesado el corazón.
Los hombros de Valek cayeron.
Sabiendo que no daría marcha atrás, trabajó rápido. Le quitó la silla y sacudió
el barro seco de sus piernas y del estómago. Después de que limpió sus cascos,
ella entró en su puesto y comió el heno.
—Supongo que está lo
suficientemente feliz, — dijo Valek, lanzando los elementos en un cubo—. Ahora,
vamos a secarte y darte calor, amor.
Me quité mi capa fangosa y la
dejé en el fardo antes de pasar mi brazo derecho por los hombros de Valek.
Quería cargarme, pero me preocupaba que pudiera sacudir el hueso roto fuera de
la alineación y que no tuviera la fuerza suficiente para sanarme.
El dolor agudo volvió para
cuando entre en la casa. Lo más que pude fue alcanzar el sofá. Un brillante
fuego ardía en la chimenea y una botella de vino estaba esperando en la mesa
con dos vasos y un plato de queso. Valek debió haber llegado unas horas antes
que yo.
Inclinando la cabeza hacia la
comida, le dije:
—Eso es encantador.
—Nos vamos a consentir después
de que te hayas sanado y descansado. ¿Quieres cambiarte primero?
Sólo la idea de mover mi brazo
izquierdo me dolía.
—No.
—¿Entonces qué estás esperando?
—Un beso. No te he visto en
meses.
Valek se transformó al sonreír.
Los ángulos agudos de su rostro se suavizaron y calor irradió de él. Se inclinó
hacia delante y presionó sus labios con los míos. Antes de que pudiera
profundizar el beso se apartó.
—No más hasta que estés mejor.
—Cruel.
—Yelena. — Su tono severo
habría hecho a mi madre enorgullecerse.
—Está bien. — Me recosté en el
sofá y cerré los ojos.
Alcanzando la manta de poder,
reuní un hilo grueso de magia. Envolví esa hebra alrededor de mi clavícula
rota, fusionando las dos piezas juntas. Una segunda hebra fue para los músculos
y una tercera para reemplazar la piel. El esfuerzo me agotó. Me drenó, me
desmayé.
Genial sigan por fa!!!!
ResponderEliminarEs bueno encontrar aunque sea un poco de este libro, lo eh estado buscando por todas partes
ResponderEliminarEspero que lo continuen