Capítulo 24
Watersday 12 de Maius
—¿Por qué no
puedo montar un poni?— Lizzy se quejó.
Que sonido tan
molesto. Si alguna vez se quejaba de esa manera, Meg esperaba que Simon la
mordiera. Realmente duro.
Pero los Lobos
se quejaron también. ¿Por qué no le molestaba cuando ellos lo hacían?
—Porque los
ponis del Courtyard no son ponis para montar, — dijo Meg por tercera vez. Su
piel se erizaba cada vez que Lizzy pedía montar un poni, haciéndola sentir
extraña, abrumada. Tenía que hacer que Lizzy entendiera que, en el Courtyard,
se suponía que los cachorros obedecían a los adultos, y que no era no. Pero
¿qué más podía hacer? ¿Qué más podía decir?
La primera vez
que había visto a los ponis, no había querido montarlos, y no se le había
ocurrido, cuando se ofreció a llevar a Lizzy al Establo Poni, que la niña
querría hacerlo, o que fuera tan persistente en salirse con la suya.
Y los ponis,
que habían estado lo suficientemente curiosos por la pequeña humana como para
permitirle a Lizzy acariciar sus narices, ahora mostraban sus rostros gruñones
mientras trotaban alejándose.
—Tenemos que
volver a la Plaza Comercial, —dijo Meg. ¿Alguien la oía? ¿Había hablado en voz
alta?
Jester
Coyotegard le gruñó a Lizzy.
—Meg dijo que
no, y siendo el que se ocupa de los ponis, digo que no. Así que ese es el final
del asunto, cachorra.
—¡Eso no es
justo!— Lizzy golpeó el suelo con el pie—.
¡La abuela Borden me dejaba montar un poni!
La voz de
Lizzy transformó a la sensación de alfileres y agujas a un rumor doloroso. Meg
clavó los dedos en su costado, justo por encima de la cintura de sus pantalones
vaqueros, arañando su piel a través de la camiseta. Necesitaba pensar. No podía
pensar, no con la voz de Lizzy zumbando en sus oídos. Demasiado. ¡Demasiado!
Tenía que...
¿qué?
—Típico de los
humanos, —dijo una voz femenina—. Dales algo y siempre quieren más.
Meg se quedó
mirando al Elemental cuyo pelo rojo tenía mechones en amarillo y azul, y el
rostro de mujer que nunca podría pasar por humana. Pero a veces el peligro
podía ocultarse silenciosa y muy fácilmente.
—¿Meg? — La
voz de Nathan.
Nathan. ¿Está en peligro?
El rumor se
convirtió en una agonía que tenía que arrancar de su piel antes de que se la
comiera viva.
Tengo que mantener el control, pensó. Tengo que...
Sacó la navaja
de plata de su bolsillo.
* * *
—Meg, — Nathan
gruñó, agarrándole la mano que sostenía la navaja cerrada—. Meg, ¿qué pasa? —
¿Debería haber sentido algo? ¿Distraído por el Lizzy, se había perdido la señal
de que Meg se iba a cortar?
—¡Quiero
montar un poni!—Gritó Lizzy.
Soltó a Meg,
se dio la vuelta y le gritó a Lizzy, sus dientes casi le tocaron la nariz,
asustando a la niña y haciéndola callar. Entonces agarró a Meg de nuevo,
atrapando la mano con la navaja y tirando de la otra mano para su costado.
—¿La pequeña
humana ha herido a nuestra Meg?— Preguntó Fuego, mirando a Meg y luego a la
Lizzy.
«¡Jane!»
Nathan llamó. «Ven al Establo Poni. Meg necesita ayuda. ¡Date prisa!» Más en
concreto, él necesitaba ayuda.
—¡Déjame!— Meg
luchaba por liberarse—. Necesito cortarme. Lo necesito.
—¿Meg?— Ahora
la Lizzy sonaba asustada.
«Voy a llevar
a la cachorra de regreso con su padre,» dijo Jester. El Coyote agarró a la
niña, la metió en el Bow de Meg, y se marchó.
—Demasiado, —
gritó Meg—. ¡Demasiado peligro! Tengo que cortarme. Tengo que cortarme ahora.
—Te cortaste
hace un par de días,— Nathan protestó—. Es demasiado pronto.
—Tengo que
hacerlo,— jadeó—. Lizzy. Tengo que hacerlo.
No se suponía
que debía estar cerca de ella cuando sangraba. Ninguno de los Lobos se suponía
que tenían que estar cerca. La sangre de las Casandra de sangre era una
tentación casi irresistible, así como la droga humana llamada Bienestar. Simon había aprendido de la
manera difícil cuando lamió uno de los cortes de Meg y sufrió una sobredosis,
llegando a ser tan pasivo que había estado indefenso durante horas.
—Meg, — Nathan
gruñó—. Meg—. Si seguía conteniéndola, terminaría perjudicándola. Si la
soltaba, se haría el corte mientras estaba actuando como una loca, y podría
matarse.
Meg gritó como
si tuviera un terrible dolor. ¿Y si así era? ¿Qué pasaba si al no dejarla
cortarse, la estaba dañando de alguna manera que no entendía?
Aullidos del
Complejo Wolfgard. La ayuda venía... pero no a tiempo.
Nathan miró a
Fuego.
—La única
forma de protegerla es cortarla. Pero voy a tener problemas una vez que empiece
a sangrar.
Fuego lo miró
fijamente. Entonces asintió.
—Voy a
proteger a Meg. Incluso de ti, Lobo.
Asintiendo con
la cabeza, Nathan metió a Meg en el establo. Agarrando una manta, la arrojó
sobre la paja en el primer puesto y la acostó.
Lloraba.
Suplicaba. ¿Era siempre así? Él no lo creía.
Le sacó la
navaja de la mano y la abrió. Sus manos, ahora libres, arañaron su piel justo
por encima de la cintura de sus pantalones, tratando de cortarse la piel con
las uñas.
Nathan cubrió
una de las manos de Meg bajo su rodilla. Fuego agarró la otra mano.
¿Cuán largo? ¿Qué
tan profundo? No había tiempo para esperar respuestas.
El acero agudo
besó la piel que se había estado rascando. Ella se estremeció, y su rostro
estaba lleno de un dolor tan terrible que Nathan estuvo seguro de que la había
matado. Entonces su rostro cambió, y él captó el fuerte olor de la lujuria
cuando Meg empezó a hablar.
El delicioso
olor de la sangre fresca llenó el aire. De sangre dulce. Fuerte. Rica. Más
potente que cualquier otro aroma a su alrededor.
La boca de
Nathan salivó, anhelando el sabor de esa sangre. Sólo un poco de sabor.
Sacudió la
cabeza, tratando de aclararla. Tenía que escuchar. Ese era su trabajo ahora,
escuchar.
—Máscara
feliz, —dijo Meg—. Cara enojada. Hielera. Corazón. Carne podrida.
Ella dijo las
mismas palabras dos veces. Luego suspiró... y se distendió.
Nathan se
acercó más. Él debía lamer la sangre, limpiar la herida.
—Lobo. — Una
advertencia ardiente.
Levantó la
vista, sorprendido. Había estado tan atraído por el olor de la sangre de Meg,
que se había olvidado de Fuego.
—Vete, — dijo
una voz.
Gruñendo, él
se puso de pie y giró para enfrentar al intruso, quien le tendió una mano
salpicada de plumas.
Búho.
Masculino. Sanador. No era una amenaza.
—Ve afuera, —
dijo el Búho de nuevo.
Nathan salió
corriendo del Establo Poni.
* * *
La euforia
pasó rápidamente, y con su desaparición, Meg percibió lo que la rodeaba de
nuevo. Su rostro estaba mojado, alguien estaba presionando sobre su costado
demasiado duro para conseguir una mayor comodidad, los vaqueros y camiseta
estaban empapados, y Nathan aullaba, un sonido tan lleno de miseria que quería
llorar en respuesta.
Deslizándose
una mano por la cara, abrió los ojos y miró a la nariz del poni gris. Una
niebla fina continuaba cayendo sobre su rostro.
—Estoy
despierta, Niebla, —dijo, parpadeando para sacarse el agua de sus ojos.
—Lo cual
demuestra que tienes menos sentido que una chica aún dentro del huevo.
Volvió la
cabeza y miró a un hombre que no conocía.
—Soy Welby, el
sanador Owlgard, — dijo—. Jane Wolfgard está en camino, pero no sé si sabe cómo
coser esto tampoco.
—¿Coser... ?
Meg levantó la
cabeza para mirar la mano presionando un paño contra su costado. Cuando rozó el
hocico de Niebla, babeó su corto cabello antes de dar un paso atrás.
Welby la
empujó hacia abajo, no muy gentilmente.
—Tú y la
pequeña humana han causado bastantes problemas hoy, para que te lastimes más aún.
—Yo... —
Lizzy. ¿Dónde estaba Lizzy?—. ¿Causamos problemas?
—Lastimaste al
Lobo y molestaste a los Elementales y Sanguinati. — El pelo de Welby cambió a
plumas, una señal de que él también estaba angustiado hasta el punto en que no
podía mantener la forma humana.
Ella luchó
para pensar en una pregunta segura.
—¿Por qué
estoy tan mojada?
—Fuego se
enfadó y el heno comenzó a arder. Agua llegó y empapó todo.
Jane Wolfgard
se precipitó en el establo.
—Simon dice
que el sanador humano está en la oficina de la Plaza Comercial. Blair está fuera
con un Bow. Él dice que puede quedarse humano lo suficientemente como para
llevar a Meg a la oficina.
—¿Dónde está
mi navaja? — Meg preguntó una vez que envolvieron su cintura para sostener un
paño doblado sobre el corte.
—Simon y Henry
dijeron que toda esta paja y la manta, deben ser quemadas, — dijo Jane mientras
ella y Welby levantaron a Meg y la
llevaron al Bow—. Cualquier cosa con sangre fresca debe ser quemada.
No quisieron
hablar con ella directamente, mientras la instalaban en el asiento del pasajero.
Y Blair simplemente le gruñó, por lo que estaba claro que no iba a hablar con
ella tampoco.
Mejor así, pensó mientras presionó una mano
sobre el corte. Estaba segura de que Simon tendría mucho que decir cuando la
viera.
¿Sería él
capaz de contarle que pasó?
* * *
Henry tendió
una mano.
—Dámela.
Cosa odiosa, pensó Simon, girando la navaja de
plata una y otra vez en las manos que eran peludas y con garras.
—Simon, — el
Oso Pardo retumbó.
Le dio a Henry
la navaja.
—Pensé que a
Meg le gustaba Nathan. ¿Por qué le haría eso a él? ¿Qué se supone que debo
decirle a ella?
No podía
morder a la Lizzy, que había comenzado el problema, ya que era el deber de
Montgomery disciplinar a la cachorra. Y no podía morder a Meg porque era Meg.
Pero estaba tan asustado y furioso en este momento, que realmente quería morder
a alguien.
—No vas a
decirle nada, — dijo Henry—. Yo soy el guía espiritual de este Courtyard, así
que voy a tratar con Meg.
Jester había
caído en la trastienda de ABL aullando por Simon y Vlad y todos y cada uno.
Desde Burke y Montgomery seguían allí, por donde habían salido corriendo
también.
Algo sobre la
Lizzy no dándole permiso para montar a los ponis. ¡Por supuesto que no podía
montar a ninguno de los corceles Elementales, sin importar la forma en la que
estaban! Pero el lloriqueo de la Lizzy había causado que Meg tratara de hacerse
un corte cuando estaba fuera de control. Si Nathan no hubiera estado allí...
¡Si fuera otra
salvo Meg, hubiera conseguido un mordisco por molestar a un miembro de la
manada de esa manera!
—Sí, — dijo,
sintiendo que sus colmillos se alargaban—. Trata con Meg. Veré lo que puedo
hacer por Nathan.
Nathan había
corrido a ABL tan pronto como Jane Wolfgard corrió hacia el Establo Poni. En el
momento en que entregó la navaja a Simon, se quitó la ropa y cambió a Lobo.
Ante la insistencia de Tess, había comido parte de una galleta de manzanilla,
pero incluso con ese gran efecto calmante, aún estaba tan molesto que no podía
dejar de temblar o lloriquear.
Después que el
Dr. Lorenzo le diera a la Lizzy una comprobación rápida y aseguró a Montgomery
que la niña estaba bien, el Teniente llevo a la Lizzy de nuevo al monoambiente.
Ahora el médico esperaba a Meg.
«Estoy dejando
a Meg en el consultorio médico ahora,» dijo Blair.
«Muy bien,»
Simon respondió. Vaciló antes de añadir, «Henry se ocupará de Meg.»
«Bien. En este
momento, realmente quiero morderla. Y a esa cachorra idiota del policía
también.»
«Una vez que
Meg este con el Dr. Lorenzo, ven a ABL y ayúdame con Nathan.»
Simon miró a
Henry.
—Tal vez fue
un error dejar que los humanos estuvieran en el Courtyard. Si la Lizzy no
hubiera ido al Establo Poni con Meg, esto no habría sucedido.
—Tal vez, —
dijo Henry—. Pero todos estamos de acuerdo en tratar con algo que no se ha
hecho antes. Todos estamos aprendiendo, y eso significa que habrá errores. Esta
vez, Meg fue quien cometió el error, y
tiene que entender lo que ha hecho. Ve a atender a Nathan, y esperemos
que el día de hoy no haya deteriorado por completo su voluntad de trabajar con
los humanos.
Gracias, la que se está preparando en el pueblo...
ResponderEliminarmuchas gracias por los capis! :D y la que se esta por armar...va a ser una masacre .-.
ResponderEliminarObrigada pela postagem. A história está ficando cada vez melhor!
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