Se sintió como
un tonto cuando vio a la niña que lo miraba, con los ojos abiertos.
Era una
escuálida poquita cosa, de unos siete años. Llamarla simple habría sido amable.
Pero, incluso a la luz de la luna, tenía los más extraordinarios ojos. Le
recordaban a un cielo crepuscular o un profundo lago de montaña. Sus ropas eran
de buena calidad, sin duda mejores que las que una niña mendiga usaría. Su
cabello dorado estaba recogido en bucles que indicaban atención, incluso si se
veían ridículos alrededor de su pequeño rostro puntiagudo.
—¿Qué estás
haciendo aquí? — preguntó bruscamente.
Ella entrelazó
los dedos y encorvó los hombros.
—Yo...Yo te
escuché. Y tú querías una amiga.
—¿Me
escuchaste? — Lucivar la miró fijamente. ¿Cómo en el nombre del Infierno lo
escucho? Era cierto que había enviado ese deseo, pero fue en un hilo Gris
Ébano. Era el único Gris Ébano en el Reino de Terreille. La única Joya más oscura
que la suya era la Negra, y el único que la portaba era Daemon Sadi. A menos...
No. No podía
ser.
En ese
momento, los ojos de la chica se movieron de él al hombre muerto en la barca, y
luego de nuevo a él.
—Me tengo que
ir, — susurró ella, alejándose de él.
—No, no te
vayas. — Él se le acercó, suaves pisadas, un cazador acechando a su presa.
Ella se giró.
La agarro en
cuestión de segundos, sin hacer caso del ruido que las cadenas hicieron. La
envolvió con la cadena, le pasó un brazo alrededor de su cintura y la levantó
del suelo, gruñendo cuando su talón le golpeó la rodilla. Hizo caso omiso de
sus intentos de arañarlo, y de sus patadas, aunque los raspones no eran del
mismo tipo disuasorio que una buena patada en el lugar correcto. Cuando ella
comenzó a gritar, le puso una mano sobre la boca.
Ella hundió
rápidamente sus dientes en su dedo.
Lucivar
reprimió un grito y maldijo entre dientes. Se dejó caer de rodillas, tirando de
ella con él.
—Silencio, —
susurró con fiereza—. ¿Quieres que los guardias nos caigan encima? —
Probablemente sí, y suponía que iba a luchar aún más duro, sabiendo que había
ayuda cerca.
Sin embargo,
ella se congeló.
Lucivar puso
su mejilla contra la cabeza de ella e inspiró.
—Eres como una
pequeña gata, — dijo en voz baja, luchando para que no se notara la risa en su
voz.
—¿Por qué lo
mataste?
¿Eran
imaginaciones suyas, o su voz había cambiado? Aún sonaba como una niña, pero
truenos, cavernas, y los cielos de medianoche se fundieron en esa voz.
—Él estaba
sufriendo.
—¿No podías
llevarlo a un Sanador?
—Las Sanadoras
no se molestan con los esclavos, — espetó—. Además, las ratas no iban a dejar suficiente de él para sanar. —
La abrazo con más fuerza contra su pecho, con la esperanza de que el calor
físico frenara sus temblores. Se veía tan pálida contra su piel de color marrón
claro, y él sabía que no era simplemente porque era de piel clara—. Lo siento.
Eso fue cruel.
Cuando ella
comenzó a luchar contra su agarre, levantó sus brazos para que pudiera
deslizarse debajo de la cadena entre sus muñecas. Se arrastró fuera de su
alcance, se dio la vuelta, y cayó de rodillas.
Ellos se
estudiaron mutuamente.
—¿Cuál es tu
nombre? — ella finalmente preguntó.
—Me llaman
Yasi. — Se echó a reír cuando ella arrugó la nariz—. No es mi culpa. Yo no lo elegí.
—Es una
palabra tonta para alguien como tú. ¿Cuál es tu verdadero nombre?
Lucivar
vaciló. Los Eyrien eran una de las razas longevas. Había tenido 1700 años para
ganar una reputación de ser salvaje y violento. Si ella hubiera oído alguna de
las historias sobre él...
Respiró hondo
y soltó lentamente:
—Lucivar
Yaslana.
No hubo
reacción, salvo una tímida sonrisa de aprobación.
—¿Cuál es tu
nombre, Gata?
—Jaenelle.
Él sonrió.
—Bonito
nombre, pero creo que Gata se ajusta igual de bien.
Ella gruñó.
—¿Ves? — Él
vaciló, pero tenía que preguntar. Zuultah adivinaría que había matado a ese
esclavo y sabía a ciencia cierta que habría una diferencia cuando lo ataran
entre los postes—. ¿Tu familia está visitando a la Señora Zuultah?
Jaenelle
frunció el ceño.
—¿Quien?
Realmente, se
veía como una gatita tratando de encontrar la manera de saltar sobre un gran
insecto saltarín.
—Zuultah. La
Reina de Pruul.
—¿Que es
Pruul?
—Esto es
Pruul. — Lucivar hizo un gesto con la mano para indicar la tierra alrededor de
ellos y luego blasfemó en Eyrien cuando las cadenas se sacudieron. Se tragó la
última maldición al percatarse de una intensa e interesada mirada en la cara de
ella—. Puesto que no eres de Pruul y tu familia no se encuentra de visita, ¿de
dónde eres?— Cuando ella vaciló, él inclinó la cabeza hacia el barco—. Puedo
guardar un secreto.
—Soy de
Chaillot.
—Chai... —
Lucivar reprimió otra maldición—. ¿Entiendes Eyrien?
—No. — Jaenelle
le sonrió—. Pero ahora sé algunas palabras Eyrien.
¿Debería reír
o estrangularla?
—Cómo has
llegado hasta aquí?
Ella ahuecó su
pelo y frunció el ceño ante el rocoso suelo entre ellos. Finalmente se encogió
de hombros.
—De la misma
forma en que voy a otros lugares.
—¿Viajas por
los Vientos? — le gritó.
Ella levantó
un dedo para testear el aire.
—No las brisas
o bocanadas de aire. — Lucivar apretó los dientes—. Vientos. Las Redes. Los
caminos psíquicos de la Oscuridad.
Jaenelle se
animó.
—¿Eso es lo que
son?
Se las arregló
para detener por la mitad su maldición.
Jaenelle se
inclinó hacia delante.
—¿Siempre eres
tan berrinchudo?
—Sí. La
mayoría de la gente piensa que soy un capullo.
—¿Qué
significa eso?
—No importa. —
Eligió una piedra afilada y dibujó un círculo en el suelo entre ellos—. Este es
el reino de Terreille. — Colocó una piedra redonda en el círculo—. Esta es la
Montaña Negra, Ebon Askavi, donde los Vientos se encuentran. — Dibujó líneas
rectas desde la piedra redonda hasta la circunferencia—. Estos son los hilos de
amarre.— Dibujó círculos más pequeños dentro del círculo—. Estas son los hilos
radiales. Los Vientos son como una telaraña. Puedes viajar por los amarres o
por los hilos radiales, cambiando de dirección donde se cruzan. Hay una Red
para cada rango de las Joyas de Sangre. Mientras más oscura es la Red, más
amarres y las líneas radiales hay y es donde más rápido el Viento es. Puedes viajar
por una Red que sea de tu rango o más claro. No puedes viajar por una Red más
oscura que tu rango de Joya, a menos que viajes dentro de un contenedor
manejado por alguien lo suficientemente fuerte para viajar por esa Red o que
seas protegida por alguien que pueda manejar esa Red. Si lo intentas, lo más
probable es que no sobrevivas. ¿Entiendes?
Jaenelle se
mordió el labio inferior y señaló un espacio entre las líneas.
—¿Y si quiero
ir allí?
Lucivar negó
con la cabeza.
—Tendrías que
caer desde la Red de vuelta al Reino en el punto más cercano y viajar de otra
manera.
—Así no fue
cómo llegué aquí, — protestó.
Lucivar se
estremeció. No había ni un solo hilo de ninguna Red alrededor de las locaciones
de Zuultah. Su corte era -deliberadamente-
uno de esos espacios en blanco. La única manera de llegar directamente
desde los Vientos era dejando la Red y deslizándose a ciegas a través de la
Oscuridad, que, incluso para el más fuerte y más preparado, era algo
arriesgado. A menos...
—Ven aquí,
Gata, — dijo suavemente. Cuando ella cayó delante, él puso las manos sobre sus
hombros delgados—. ¿Sueles vagar por ahí?
Jaenelle
asintió lentamente.
—La gente me
llama. Igual que tú.
Al igual que él. ¡Madre Noche!
—Gata, escúchame.
Los niños son vulnerables a muchos peligros.
Había una
extraña expresión en sus ojos.
—Sí, lo sé.
—A veces un
enemigo puede usar la máscara de un amigo hasta que es demasiado tarde para
escapar.
—Ya, —
susurró.
Lucivar la
sacudió suavemente, obligándola a mirarlo.
—Terreille es
un lugar peligroso para los pequeños gatos. Por favor, vete a casa y no vagues
más. No lo hagas... No respondas a las personas que te llaman.
—Pero entonces
no voy a verte nunca más.
Lucivar cerró
los ojos de oro. Un cuchillo en el corazón dolería menos.
—Lo sé. Pero
siempre seremos amigos. Y no es para siempre. Cuando hayas crecido, te
encontrare o tú me encontraras.
Jaenelle se
mordisqueó el labio.
—¿Qué edad es
crecido?
Ayer. Mañana.
—Digamos que
diecisiete. Suena como eterno, lo sé, pero en realidad no es tanto tiempo. — Ni
siquiera Sadi podría haber tejido una mentira mejor que esa—. ¿Me prometes que
no vas a seguir vagando?
Jaenelle
suspiró.
—Prometo no
vagar por Terreille.
Lucivar la
puso de pie y la dio vuelta.
—Hay una cosa
que quiero enseñarte antes de que partas. Esto funcionará si un hombre alguna
vez intenta agarrarte por la espalda.
Cuando
ejercitaron las suficientes veces como para quedar seguro de que ella sabría
qué hacer, Lucivar le besó en la frente y dio un paso atrás.
—¡Fuera de
aquí! Los guardias harán las rondas en cualquier momento. Y recuerda: Una Reina
nunca rompe una promesa hecha a un Príncipe Warlord.
—Lo recordare.
— Ella vaciló—. ¿Lucivar? No tendré el mismo aspecto cuando este crecida. ¿Cómo
vas a reconocerme?
Lucivar
sonrió. Diez años o cien, no harían ninguna diferencia. Siempre reconocería
esos extraordinarios ojos zafiro.
—Yo lo sabré.
Adiós, Gata. Que la Oscuridad te abrace.
Ella le sonrió
y desapareció.
Lucivar miró
ese espacio vacío. ¿Fue una tontería decirle eso? Probablemente.
Un traqueteo
en el portón le llamó la atención. Rápidamente borró el dibujo de los Vientos y
se escurrió como sombra entre las sombras hasta que llegó a los establos. Pasó
a través de la pared exterior y apenas se instaló en su celda cuando el guardia
abrió la ventana con barrotes en la puerta.
Zuultah era lo
suficientemente arrogante como para creer que sus hechizos de sujeción evitaban
que sus esclavos usaran sus Piedras para pasar a través de las paredes de la
celda. Era incómodo pasar a través de una pared hechizada, pero no imposible
para él.
Deja que la puta sospeche. Cuando los
guardias encontraron al esclavo en la barca, seguro que ella sospechaba que él
le había roto el cuello. Sospechaba de él cuando cualquier cosa salía mal en su
corte, con buena razón.
Tal vez él
ofrecería un poco de resistencia cuando los guardias trataran de atarlo a los
postes para los azotes. Una reyerta salvaje mantendría a Zuultah distraída, y
las emociones violentas cubrirían cualquier olor psíquico residual de la chica.
Oh, sí, él
podía mantener a la Señora Zuultah tan distraída, que nunca se daría cuenta de
que la Bruja ahora caminaba por el Reino.
Cuando tendremos más?
ResponderEliminarCuando tendremos más?
ResponderEliminarWow me encanta to el adelanto es la segunda cosa que he leído de la autora y me facial
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