Capítulo 1
Sunsday
5 de Juin
"La sangre dulce ha cambiado las cosas. Has
cambiado a causa de ella. Estamos intrigados por los humanos que se han reunido
alrededor de tu Courtyard, así que vamos a darte algo de tiempo para decidir
cuánto de lo humano los Terráneos mantendrán".
*****
Simon
Wolfgard, líder del Courtyard de Lakeside, contemplaba el techo de su cuarto,
las palabras de advertencia, de amenaza, ahuyentaban su sueño, como lo habían estado
haciendo en las últimas noches.
Sin embargo la
ausencia de sueño no se debía únicamente a esas palabras. La postergación era
un rasgo humano, pero en la última semana había descubierto que no estaba
exento de esa mordida. Los Lobos no posponían las cosas. Cuando la manada
necesitaba alimentos, se iban de caza. No se inventaban excusas ni encontraban
alguna cosa sin importancia que no necesitaba ser hecho en ese mismo instante.
Asumían el compromiso de cuidar de lo que se les había encomendado cuidar.
Quise que Meg se curara del corte que se hizo la
semana pasada. Quise darle tiempo antes de pedirle que asuma parte del peso de
estas decisiones. Es la Trailblazer que está encontrando caminos para que otras
Casandra de sangre puedan sobrevivir. Por 24 años no tomó decisiones sobre sí
misma o sobre cualquier otra persona, y ahora se supone que debe tomar todas
estas importantes decisiones que podrían significar la vida o la muerte para...
¿quién? ¿Las otras profetas de la sangre? ¿Todos los humanos que viven en
Thaisia?
Gruñó, como si
eso fuera a amedrentar a sus pensamientos hasta ocultarlos, Simon se dio la
vuelta, cerró los ojos, y presionó su cara en la almohada, determinado a
conseguir un poco de sueño. Pero los pensamientos eran excelentes cazadores y
devoradores de sueño.
"Vamos a darte algo de tiempo para decidir
cuánto de lo humano los Terráneos mantendrán".
En la última
semana, encontró excusas para sí mismo y para el resto de la Asociación Empresarial
del Courtyard, y ellos le permitieron hacerlo, porque ninguno, -ni Vlad, Henry
o Tess- querían decirle a Meg lo que estaba verdaderamente en juego ahora. Pero
el tiempo, así como la frágil y extraña piel de Meg, no era algo que podía
permitirse el lujo de perder.
Rodando hacia
otro lado, Simon se quedó mirando la ventana. Al levantar la cabeza, las orejas
cambiaron a forma lobuna, aguzando el oído para atrapar mejor los sonidos del
exterior.
Gorriones. Esos primeros somnolientos gorjeos anunciaban
el amanecer, mientras el cielo comenzó su cambio de negro a gris.
Amanecer.
Dejando a un
lado la sábana enredada, Simon fue al baño a orinar. Mientras se lavaba las
manos, echó un vistazo por encima del hombro. ¿Necesitaba una ducha? Inclinó la
cabeza y se dio una olfateada. Olía como un Lobo saludable. Por lo que se
ducharía más tarde, cuando tuviera que enfrentarse a algo más que una humana
que era su amiga especial. Además, ella tampoco se iba a duchar.
Se alejo del
lavabo, y luego se detuvo. Saltarse una ducha era una cosa, pero la boca humana
-en la mañana- producía olores suficientemente fuertes como para desalentar el
contacto cercano.
Cargando de
pasta dental en el cepillo de dientes, Simon estudió su reflejo mientras se lavaba
los dientes. El pelo negro se estaba enmarañando; tendría que hacer algo al
respecto antes de que los invitados del Courtyard llegaran. La piel un tanto
dorada por trabajar afuera sin camisa. Y los ojos de color ámbar de un Lobo. En
forma humana o de Lobo, los ojos no cambiaban.
Se enjuagó la
boca y fue a guardar el cepillo de dientes en el botiquín encima del lavabo.
Luego miró su reflejo y levantó sus labios para revelar sus dientes.
No, los ojos
no cambiaban cuando se desplazaba a Lobo, pero...
Cambió la
cabeza a la forma del Lobo, cargó el cepillo de dientes con pasta por segunda
vez y lavó, mejor, su otro set de dientes. Luego gruñó porque la boca de un
Lobo no estaba diseñada para enjuagar y escupir. Terminó inclinado sobre el
lavabo y vertió agua en los dientes y
lengua para que nadie pensara que estaba echando espuma por la boca.
—La próxima
vez sólo masticaré una ramita como de costumbre, — se quejó cuando cambió de
nuevo a totalmente humano.
Volviendo a la
habitación, se puso unos vaqueros y una camiseta. Luego se acercó a la ventana
y presionó su rostro cerca del vidrio. Afuera estaba lo suficientemente frío
como para usar calcetines y zapatillas de deporte y una camiseta, ya que
estarían caminando a la velocidad de Meg, no la suya.
Terminó de
vestirse, luego agarró sus llaves del plato en su cómoda y salió por la puerta
de su apartamento que daba al pasillo trasero que compartía con Meg. Desbloqueó
el cerrojo de la puerta de la cocina y la abrió con cuidado. A veces ella usaba
la cadena como seguridad adicional, y el romper su puerta por accidente sólo
causaría problemas.
Había causado
suficientes problemas la vez que rompió la puerta a propósito.
Sin cadena. Bien.
Simon se metió
en la cocina de Meg y silenciosamente cerró la puerta. Luego se dirigió a su
dormitorio.
Una ligera
brisa que entraba por la ventana -parcialmente abierta- jugaba con las cortinas
de verano que la manada femenina -amigas humanas de Meg- habían ayudado a
comprar y colgar. La luz de la mañana también llegó a través de la ventana,
dándole una mirada clara de la mujer acurrucada bajo las mantas.
¿Tenía frío? Si se hubiera quedado con ella
la noche anterior, no tendría frío.
—¿Meg? — Con
prudencia, porque podía patear como un alce cuando tenía miedo, le dio un pequeño empujón al hombro—. Hora de
despertar, Meg.
Ella gruñó y
se acurrucó bajo las mantas hasta que sólo la parte superior de la cabeza se
mostró.
Respuesta
equivocada.
Estirando un
brazo para bloquear una potencial patada, Simon le puso la otra mano en la
cadera y la sacudió contra el colchón un par de veces.
—¿Qué? ¿Qué? —
Meg intentó incorporarse, por lo que amablemente la agarró del brazo y tiró de
ella.
—Hora de
despertar.
—¿Simon? —
Ella giró la cabeza y parpadeó ante la ventana—. Aún está muy oscuro. — Se dejó
caer en la cama y trató de tirar de las mantas.
Él agarró las
mantas, y el breve juego de tironeo la tuvo erguida de nuevo.
—No está
oscuro; es sólo temprano, — dijo—. Vamos, Meg. Tomaremos un paseo.
—No ha
amanecido. El despertador no sonó.
—No necesitas
un despertador. Tienes gorriones, y dicen que amaneció.
Como no
respondió, Simon la levantó y se la llevó arrastrando hacia la puerta de la
habitación y por el pasillo hacia el cuarto de baño.
—¿Estás lo
suficientemente despierta como para hacer pis y cepillarte los dientes?
Ella le cerró
la puerta en la cara.
Tomando eso
como un sí, Simon volvió a la habitación de Meg y sacó la ropa que iba a
necesitar. La mayor parte de la ropa. Al parecer, se suponía que un hombre no
debía tomar la ropa interior de una hembra de un cajón a menos que estuviera
acoplado a la hembra. Y se suponía que los hombres no debían ver la ropa
interior a menos que las mujeres quisieran que se vea.
No entendía
por qué todos se preocupaban acerca de tomar ropa limpia de un cajón. La ropa
interior olía mucho más interesante después de que la hembra la usaba.
Probablemente
era algo que las hembras humanas no querrían saber.
Mientras
esperaba, hizo la cama, más por desalentar a Meg a volver a caer en ella que
porque quisiera ordenar la habitación. Además, pasar sus manos sobre las
sábanas y respirar su aroma le hacía feliz.
¿Por qué pensó
que dormir en su forma humana anoche era una buena idea?, ¿especialmente cuando
significaba dormir solo? Si se hubiera desplazado a su forma de Lobo, como era
su costumbre, podría haberse quedado con Meg, podría haberse hecho un ovillo
junto a ella en su cama.
Está bien, no
pensó que permanecer en forma humana durante la noche era una buena idea, sólo era
un ejercicio necesario. Seis Lobos de la manada de Adirondack vendrían la
semana entrante al Courtyard de Lakeside para experimentar la interacción con
los humanos en formas que no podrían hacerlo en su propio territorio. Tres eran
adultos que ya estaban tratando con los humanos que vivían en las ciudades
situadas en las montañas Adirondack y sus alrededores. Los otros tres eran jóvenes
que habían completado su primer año de educación en un centro humano que los
entrenaba para vigilar a los humanos que viven en Thaisia.
Vigilar que
los humanos mantengan los acuerdos que sus antepasados hicieron con los
Terráneos, era un trabajo peligroso. Los Otros podían referirse a los humanos
como carne inteligente -y lo eran-, pero también eran depredadores invasores
que arrebataban territorio siempre que podían. Y más allá de lo que sus
funcionarios públicos declararan, los humanos no estaban realmente preocupados
por el bienestar general de su clase. Los humanos que pertenecían al movimiento
Humanos Primeros y Últimos, aullaron
por la escasez de alimentos en Thaisia y dijeron que los Terráneos eran los
causantes. Pero fueron los humanos de HPU quienes habían vendido los excedentes
de alimentos para la Alianza de Naciones del Bloque Romano con fines de lucro y
luego mintieron sobre ello. Esas mentiras trajeron como consecuencia una lucha
en Lakeside que resultó en la muerte del oficial de policía Lawrence MacDonald
y Crystal Crowgard. Como contrapartida, los humanos llamaron la atención de
Terráneos que por lo general se mantenían alejados de los lugares controlados
por humanos, mientras que sus intenciones fueran benévolas.
Aquellos
Nativos de la tierra, que vivían en lo profundo del País salvaje, habían
decidido que los humanos que vivían en Thaisia cometieron un abuso de
confianza, y todos los acuerdos entre los humanos y Otros podían ser
rescindidos. Probablemente lo serían. Ya existían restricciones sobre qué tipo
de carga podía ser transportada por los barcos que viajan en los Grandes Lagos.
Ya había restricciones sobre qué tipo de humanos podían viajar de una ciudad
humana a otra. Los gobiernos humanos que supervisaban los asuntos humanos a
nivel regional, se tambalean por las sanciones. Si los barcos no podían llevar
alimentos y mercancías de una región a otra, si los trenes no podían llevar
alimentos y combustible a las ciudades que necesitan en igual medida, ¿qué le
pasaría a todos los humanos que vivían en el continente?
Si los humanos
que se suponía estaban a cargo habían prestado atención a la historia de
Thaisia, sabrían lo que sucedería. Los depredadores invasores -de dos patas-,
serían eliminados, y la tierra sería reclamada por los Nativos de la tierra,
los Terráneos, los Otros.
Pero ya no
sería tan fácil de hacerlo como lo había sido hace unos pocos siglos. Entonces,
eran muy pocos los humanos que construían o usaban elementos que dañaban la
tierra si se los dejaba corromper. Ahora, había refinerías procesando el crudo
extraído de la tierra. Ahora, había lugares almacenando combustible. Ahora,
había industrias que podían dañar la tierra si no se las atendía. ¿Cuánto
dañarían esas cosas si fueran destruidas o abandonadas?
Simon no tenía
respuestas, y los Terráneos que velaban el País salvaje - los peligrosos seres
primigenios, que encubrían su verdadera naturaleza Terránea en formas tan
antiguas que no tenían nombre-, no se verían afectados en la búsqueda de respuestas.
Incluso si todo lo demás desaparecía del mundo, para hacer sitio a lo nuevo que
nacería de la destrucción y el cambio, todavía seguirían existiendo.
Los Terráneos
cambiantes como los Lobos, Osos, Halcones y Cuervos, se referían a esas formas
como los Antiguos, una palabra que
sonaba benévola para los seres que eran los dientes y las garras de Namid.
Meg volvió del
baño, luciendo un poco más despierta y mucho menos feliz de verlo. Iba a estar
más infeliz todavía cuando se enterara de por qué quería tomar este paseo.
—Vístete, Meg.
Tenemos que hablar.
Ella señaló
hacia la puerta del dormitorio.
Él era líder
del Courtyard y ella una empleada del Courtyard, por lo que no le debería
permitirle darle órdenes, incluso si eran no verbales. Pero estaba aprendiendo
que, cuando se trataba de humanos, la cadena de mando de la manada no siempre
se aplicaba dentro de la madriguera. Lo que significaba que Meg era la
dominante en su madriguera y podía serle indiferente que él era el dominante en
cualquier otro sitio.
Salió de la
habitación y cerró la puerta, luego presionó la oreja contra la madera. Cajones
abriéndose, cajones cerrándose. Movimiento.
—Deja de
fisgonear, Simon.
Sonaba molesta
en vez de somnolienta. Habiendo pinchado lo suficiente al puercoespín, por así
decirlo, regresó a la cocina y husmeó en sus armarios y refrigerador para
asegurarse de que ella tenía suficiente comida. La mitad de un litro de leche;
un par de bocados de queso, tal vez más en términos de las mordidas humanas; un
pequeño plato de fresas -la parte de las bayas que ella y Henry Beargard habían
recogido ayer-, un medio bocadillo envuelto de Un pequeño Bocado, la cafetería del Courtyard.
Su armario
tenía un frasco de conservas de duraznos, un frasco de salsa de espagueti, y
una caja de espaguetis.
—Si estás
hurgando por los restos de pizza, me los comí anoche, — dijo Meg, entrando en
la cocina.
Simon cerró el
armario. ¿Era esta una cantidad típica de alimento que los humanos almacenaban
en los meses más cálidos? En su propia cocina, no tenía más de lo que había
allí, pero por lo general cazaba su comida y se la comía fresca, así que otros
alimentos eran sólo suplementos que disfrutaba por su sabor y eran buenos para
la forma humana.
—¿Quieres algo
de comer?— Preguntó Meg.
—Más tarde. —
Saliendo de su cocina, bajó la escalera de servicio que llevaba a la puerta
exterior, seguro de que lo seguiría. Una vez fuera, le tomó la mano, enlazando
sus dedos con los de ella, una forma de contacto y conexión que habían
comenzado a tener una semana después de que liberara la profecía sobre la Comunidad River Road.
—El césped
está húmedo, — dijo Meg—. ¿No deberíamos caminar por la calle?
Simon negó con
la cabeza. Esta mañana la carretera, que era lo suficientemente amplia como
para un vehículo y circunvalaba el interior del Courtyard, se sentía demasiado
humana.
¿Cómo empezar?
¿Qué decir?
Pasaron por
delante de la huerta ampliada para el Complejo Verde, el único complejo de
múltiples especies en el Courtyard. Como una manera de ayudar a los humanos que
trabajaban para el Courtyard, los Otros habían acordado dejar que esos humanos
compartieran la cosecha si hacían su
parte del trabajo. Había al menos un humano comprobando la huerta todos los
días, asegurándose de que las plantas tenían suficiente agua y las hembras en
particular, tenían los ojos como un Halcón a la hora de detectar una mala
hierba.
Vio un trozo
de piel en el borde de la huerta, pero no se lo señaló a Meg. Algo había
llegado para picar las plantas y había
terminado siendo la cena de alguien.
—¿Querías
hablar, — dijo Meg—. ¿Se trata de las sanciones? El Lakeside Noticias ha impreso un montón de artículos acerca de las
restricciones que los humanos tienen que obedecer ahora.
—Un montón de
aullidos por problemas que ellos mismos ocasionaron, — gruñó Simon.
—La gente
tiene miedo. Desconocen lo que las sanciones puede implicar para sus familias.
—Ilusos
humanos que tratan de construir un dique de castores con un par de ramitas. Las
sanciones son bastante simples. A cualquier humano que pertenezca al movimiento
Humanos Primeros y Últimos, no se le
permitirá viajar en modo alguno por cualquier ruta que pase por el país
salvaje. Eso significa que no pueden usar ni las carreteras, ni los trenes.
—¿Barcos?
Simon negó con
la cabeza.
—Toda el agua
en Thaisia pertenece a los Terráneos. Los barcos en los lagos y ríos viajan por
tolerancia. Siempre lo han hecho. — Y las Elementales conocidas como las cinco
hermanas ya habían dicho que cualquier barco que viajara por los Grandes Lagos
sin su consentimiento no llegaría a puerto. Más bien, el barco podría, pero la
tripulación no lo haría. Después de todo, si se hundía el barco podría ensuciar
el mar con todo ese combustible y residuos. Era más probable que la nave
quedara la deriva después de que la carga fuera fácilmente retirada. Y la
tripulación se convertiría en alimento para los Terráneos que se realizaban el
trabajo de sacar a los molestos humanos del agua.
—¿Y la comida?
— Preguntó Meg—. Los periódicos y reportajes de televisión dicen que la comida
no se puede transportar de una región a otra.
—O están
mintiendo o tratan de causar problemas, o están demasiado ocupados gritando
como para escuchar. — En lo que se refería a los Otros, el no escuchar era una
de las razones por la qué los humanos, como especie, terminaban necesitando
lecciones duras: se negaban a comprender las señales de alerta—. Mira, Meg, la
compra y venta de alimentos y de mercancías entre la gente de Vida Simple, Intuyes, y Terráneos no
va a cambiar, y ello incluye a todos los asentamientos humanos que son
controlados por nosotros. Cualquier alimento que venga de granjas controladas
por humanos tiene que ser aprobado por inspectores Intuyes y Terráneos antes de
que se les permita pasar de una región a otra. Estamos haciendo esto para
asegurarnos de que los humanos no puedan mentir de nuevo sobre la escasez de
alimentos, mientras que aquí se está vendiendo alimentos para los humanos en
otras partes del mundo. — Él resopló—. Pero eso no es de lo que tenemos que
hablar. Este Courtyard -mejor dicho, a un grupo selecto dentro de este
Courtyard- se le ha encomendado una tarea por los Antiguos, los Terráneos que velan por el País Salvaje. Y ese grupo
selecto te incluye porque eres quien cambió las cosas.
—¿A mí? — Las
piernas de Meg temblaron—. ¿Qué he hecho?
Simon sonrió.
—Ser tú.
Meg Corbyn, el
Enlace Humano del Courtyard de Lakeside, era una Casandra de sangre, una
profeta de la sangre que veía visiones cuando cortaba su piel. Había tropezado
con Aullidos, Buena Lectura, durante
una tormenta de nieve, en busca de trabajo, huyendo del hombre que la había
retenido y cortado con fines de lucro. Tan vulnerable e inexperta como un
cachorro, había trabajado duro para
aprender su trabajo como enlace humano y también trabajó muy duro para aprender
a vivir. Algunos de los humanos que trabajaban para el Courtyard se habían
reunido alrededor de ella, ayudándola, enseñándole, incluso protegiéndola. Y
eso cambió la relación que los humanos tenían con los Otros.
La sonrisa de
Simon se desvaneció.
—¿Cuánto de lo
humano los Terráneos mantendrán? Eso es lo que tenemos que averiguar.
Meg dejó de
caminar.
—¿Qué
significa eso?
—Esa es la
otra cosa que tenemos que averiguar. — Él tiró de su mano para hacer que se
moviera de nuevo, pero ella se limitó a mirarlo, sus ojos grises del mismo
color que el cielo de la mañana.
—¿Cuánto de lo
humano mantener? ¿Qué se supone que significa? ¿Si los Terráneos en forma
humana mantendrán aspectos como los dedos y pulgares? Porque los dedos y los
pulgares son realmente útiles. Henry es un escultor. Él no querría prescindir de
ellos. Tampoco tu.
Simon la
observó. Tal vez el cerebro humano realmente necesitaba más tiempo para
despertarse que el cerebro de los Terráneos. Cuando él se levantaba, estaba
despierto. Bostezaba, se estiraba, y
estaba listo para jugar, cazar o incluso hacer frente al trabajo humano
generado por la Asociación Empresarial y Aullidos,
Buena Lectura, la librería que dirigía con Vladimir Sanguinanti. A pesar de
que Meg era una raza especial de humano, al parecer, su cerebro no tenía un
botón de despertar rápido.
Sin embargo,
él dormía con ella muchas noches, y sabía que por lo general no era así de
lenta. ¿Sería que los gorriones eran suficiente alarma para anunciar la mañana,
pero para el cuerpo el cerebro necesitaba la alarma mecánica? ¿O tal vez era una
diferencia entre machos y hembras humanas? Tendría que preguntarle a Karl
Kowalski, quien era la pareja de Ruthie Stuart, así como uno de los oficiales
de policía asignados a trabajar con el Courtyard.
Empezó a
caminar de nuevo y arrastró a Meg un par de pasos antes de que ella se moviera
por su cuenta.
—No se trata
de la cáscara. — Simon se golpeó el pecho con los dedos de una mano. Entonces,
ya que era Meg y estaban aprendiendo juntos sobre un montón de cosas que
involucraban a los humanos, le dijo más de lo que le habría dicho a otro ser
humano, le hablo de sus propios miedos—. En cierto modo, se trata de la
cáscara. Namid dio forma a los Nativos de la Tierra para ser sus depredadores
dominantes, y seguimos siendo los dominantes porque aprendemos de los otros
depredadores que caminan en nuestro mundo. Tomamos sus formas para mezclarnos y
vigilarlos, aprendemos cómo cazan, cómo viven. Absorbemos mucho de su
naturaleza sólo por vivir en esa forma. No todo. Somos primero, y siempre, Nativos de la Tierra. Pero debido a que las
formas animales se han convertido en una parte de lo que se transmite a
nuestros jóvenes, los Terráneos Lobos ya
no son lo mismo que los Terráneos Oso, Halcón o Cuervo. Estas formas han
existido desde hace mucho tiempo y formas como los Sharkgard han existido por
más tiempo.
Caminaron en
silencio durante un minuto.
—¿Tienes miedo
de convertirte en demasiado humano? — Preguntó Meg.
—Sí.
—Bueno, no lo
eres, — lo dijo con fuerza, apretando sus dedos—. Eres un Lobo, e incluso
cuando no estás en tu forma lobuna, sigues siendo un Lobo. Tú lo has dicho.
Verse humano o dirigir una librería no va a cambiar eso.
Simon pensó en
el trasfondo de lo que estaba diciendo.
Meg no quería
que fuera más humano. Necesitaba que siguiera siendo un Lobo. Porque Meg
confiaba en el Lobo de una forma en que no se fiaba de un varón humano.
Sintió una
ligereza en su interior que no había estado allí un minuto atrás. Trabajar en
un Courtyard, especialmente para los Terráneos que tenían que pasar tanto
tiempo con los humanos, era un peligro, porque siempre había el riesgo de
absorber demasiado de la forma humana y ya no encajar con su propia especie.
Eso le había preocupado, mucho más recientemente cuando su exposición a los
humanos se convirtió en algo personal. Pero Meg no le permitiría llegar a ser
demasiado humano, porque necesitaba que conservara la naturaleza y el corazón
de un Lobo.
Él le dirigió
una mirada, sus ojos gris claro y piel blanca, con esas mejillas de color de
rosa, y el pelo negro espeso recortado
tan corto que se sentía como la pelusa de un cachorro. Bajita y delgada, y
ganando un poco de músculo visible debajo de esa piel frágil.
¿Cuánto humano
sería demasiado humano para Meg?
Simon sacudió
ese pensamiento. Tenía suficientes desafíos en este momento.
—No tienes que
tener miedo de lo que podrías absorber de nuestros amigos humanos, — dijo Meg
en voz baja—. Son buenas personas.
—¿Cómo lo
sabes?
—Conozco a la
clase de la gente mala. — Un sombrío recordatorio del lugar donde había sido
criada y entrenada, donde la cortaban con fines de lucro.
Él asintió con
la cabeza para hacerle saber que la había oído.
—Debemos de
tener en cuenta lo que nos gustaría mantener, lo que estaríamos dispuesto a
hacer por nosotros mismos si los humanos no están alrededor.
Ella le dio
una mirada aguda, y su voz temblaba cuando dijo:
—¿Los humanos
van a desaparecer?
—Tal vez. — No
hablo de extinción. Meg era lo suficientemente inteligente como para escuchar
la palabra de todos modos. Y no le dijo que el Courtyard de Lakeside era la
razón por la que los Antiguos no
había tomado esa decisión sobre los
humanos que vivían en el continente de Thaisia.
—¿Puedo hablar
con Ruth, Merri Lee y Theral de esto?
—Son humanas,
Meg. Van a querer mantener todo.
—Hay muchas
cosas que los humanos necesitan que yo desconozco. Pasé 24 años viviendo en un
compuesto como una propiedad, viviendo
en una celda una vez tuve la edad suficiente para estar sola, y no me acuerdo
cómo las niñas vivían antes de tener la edad suficiente para comenzar el
entrenamiento. Y tú sabes lo que necesita el Courtyard, pero seguro que eso
tampoco alcanza.
—Por los
acuerdos con los humanos, un Courtyard se supone que tiene que tener cualquier
cosa que los humanos en esa ciudad tengan, por lo que si no está en el
Courtyard, los humanos realmente no lo necesitan. — Eso era una especie de
hielo delgado de la verdad, que no soportaría ningún peso si se lo pusiera a
prueba, y ambos lo sabían—. Además, si le cuentas a la manada femenina, Ruthie
y Merri Lee se lo dirán a sus parejas, que son policías.
—Quienes pasan
mucho tiempo por acá y son útiles, —respondió Meg.
No podía
discutir con eso. Karl Kowalski y Michael Debany estaban haciendo un esfuerzo
para entender a los Terráneos y era machos simpáticos, incluso siendo humanos.
Y Lawrence MacDonald, otro oficial de policía y
primo de Theral, había muerto recientemente cuando un grupo de humanos y
Otros fueron a una feria en Lakeside para dar a los Crowgard la oportunidad de
comprar algunos brillantes y pequeños tesoros. Esa excursión terminó cuando su
grupo fue atacado por miembros del movimiento Humanos Primeros y Últimos. Casi todos, salvo Vlad resultaron
heridos durante la pelea, y MacDonald y Crystal Crowgard resultaron muertos.
—También debes
preguntar a Steve Barquero a ver que sugiere, — dijo Meg.
—Meg...
—Esos Antiguos no te dijeron que no podías
consultar con los humanos, ¿verdad?
Él suspiró.
—No, no lo
hicieron, pero tenemos que tener cuidado de que muchos humanos sepan acerca de
esto. Los humanos que pertenecen al HPU son nuestros enemigos. Están hurgando
en las ciudades a través de todo Thaisia, y ellos son la razón por la que los Antiguos están vigilando a todos los
humanos en el continente en lugar de eliminar la maldad en una ciudad y la
recuperar la tierra.
Por supuesto,
él ya le había dicho a tres humanos lo que ahora estaba en juego. El creía que
el Capitán Burke y el Teniente Montgomery eran personas en las que se podía
confiar, pero no conocía al tercer hombre que había estado en la reunión cuando
les habló de las sanciones. Greg O'Sullivan trabajaba para el gobernador de la
región Nordeste, así que era posible que ya hubiera enemigos de los Terráneos
conspirando para causar el último problema que inclinara la balanza.
Si eso
ocurriera, no sería la primera vez que los humanos desaparecieran de una parte
del mundo, y Simon dudaba de que sería la última.
Y debido a que
esa posibilidad era un desprendimiento de rocas a la espera de venir abajo en
todos ellos, se hacía más imprescindible calcular la cantidad de lo humano que
los Terráneos debían mantener.
—Está bien, —
dijo—. Habla con la manada femenina. Pero asegúrate de que sepan que esto es
información peligrosa.
—Lo haré. —
Meg se detuvo de repente y le susurró—, conejito.
¿Conejito? A
Simon se le hizo agua la boca. No es que tuviera una buena oportunidad de cazar
uno en su forma humana. Miró a su alrededor. Olió el conejo, pero no pudo
verlo. Entonces se dio cuenta de que Meg estaba mirando a un bulto de color
marrón en la hierba a un largo paso de ellos. Podría haber sido una piedra o
una raíz de árbol un poco fuera de la tierra, pero esas cosas no tenían orejas.
Él suspiró,
decepcionado. Un conejo de un solo bocado.
Meg
retrocedió, tirando de él.
—¿No es lindo?
— Le susurró, de regreso hacia el Complejo Verde.
—No vas a
seguir pensando que es lindo si se come todo el brócoli, — dijo Simon.
—Él no haría
eso. ¿Verdad?
—El brócoli es
verde, y él es un conejo.
Meg resopló
mientras le seguía el paso.
—Bueno, sigue
siendo lindo.
Y
probablemente lo dejaría crecer ya que no ofrecía mucho alimento para nadie en
este momento.
Simon no
mencionó eso, ya que sospechaba que Meg prefería pensar en el conejo como lindo
en vez de crujiente.
Que rapidez. Me ha encantado este primer capítulo, muchas gracias.
ResponderEliminargracias por el capi, son las mejores...
ResponderEliminarHOLA MUCHAS GRACIAS POR EL CAPITULO, ME ENCANTA ESTA SERIE,BESOS.
ResponderEliminarmuchas gracias!! :)
ResponderEliminarSi que son rapidos, muchas gracias por el capitulo :D
ResponderEliminargracias po el primer capi ok kisses
ResponderEliminarGracias, gracias me moría por que iniciarán la traducción desde su aviso. Son los mejores😊😊😄😄
ResponderEliminarmuchas gracias besitosssssss :* :* :*
ResponderEliminargracias
ResponderEliminarGenial, muchisimas gracias
ResponderEliminares genial esta super graciaaaaaaaaaaaaaaaaaas.
ResponderEliminargracias por la traducción. Me ha gustado mucho esta serie.
ResponderEliminarMe encanta esta serie estaba impaciente por que leerla muchas gracias!!!
ResponderEliminarMuchas Gracias Amo esta serie es mi favorita
ResponderEliminar