Capítulo
5
Windsday
6 de Juin
Joe Wolfgard
entrecerró los ojos contra el sol y el polvo de la carretera. Era el líder
recién elegido del asentamiento Terráneo situado en el extremo sur de las Colinas Antiguas y en gran medida era
desconocido para los Intuye que vivían en Pradera de Oro, la ciudad humana
conectada al asentamiento. Así que trató
de no gruñir al Intuye que conducía la camioneta. No era culpa de Tobias que a
algunos humanos les había atacado la rabia y mataron a muchos bisontes.
—Tendrán que
colocar guardias en la ciudad, — dijo Joe—. Tal vez poner una barrera a través
del camino para detener a los extraños antes de que lleguen demasiado cerca de
sus parejas y crías. — Y él hablaría con los Halcones, Águilas y Cuervos para
que se mantengan vigilando e informando sobre cualquier humano o vehículo que vaya en dirección a la ciudad.
Tobias Walker,
el capataz del rancho de Pradera de Oro, apretó sus manos en el volante.
—¿Cree que
estamos en peligro?
—¿Tú no?
Tobias no
respondió.
—Solo por que
los humanos que hicieron esto comenzaron con los animales de cuatro patas no
significa que no vayan a ir tras objetivos que se parezcan a sí mismos.
—Habrá que
preguntarle a mi madre acerca de eso, —dijo Tobias—. Ella es la que entre
nosotros es más sensible a otras personas.
Jesse Walker,
la madre de Tobias, era una vigorosa, hembra mayor de pelo gris y líder de los
Intuye en Pradera de Oro, -a lo menos, eso parecía- ya que el resto de los humanos le enviaban a
ella cuando buscaba respuestas a sus preguntas sobre el pueblo. Ella dirigía el
almacén de ramos generales y sabía todo sobre todo el mundo, incluyendo a los
Terráneos que habían comenzado a aventurarse a comprar artículos hechos por el
hombre en lugar de recibir las cajas de suministros que venían dos veces al mes
y que se dejaban en el límite del asentamiento. Ella tenía la curiosidad de un
Cuervo, siempre haciendo preguntas y metiéndose en la vida de la gente, pero
era muy amable cuando lo hacía, a nadie parecía importarle, especialmente
cuando la siguiente vez que uno iba a su tienda, tendría justo lo que
necesitaba, pero ni siquiera sabía que lo quería.
A pesar de la
diferencia en las edades de las dos hembras, la amabilidad de Jesse, el genuino
interés en otros seres, le recordaba a Joe a Meg Corbyn. De hecho, había sido
elegido para ser el nuevo líder de Pradera de Oro, porque había conocido a Meg
durante su visita al Courtyard de Lakeside y había visto cómo los humanos y los
Otros podrían trabajar juntos. Desde su llegada un par de semanas atrás, había
hecho un esfuerzo para visitar el almacén de ramos generales una o dos veces a
la semana para interactuar con Jesse Walker, mientras que un par de otros
Terráneos -que podían pasar por humanos- se quedaban atrás y observaban. Este
fue un primer paso para aprender más acerca de los Intuye que habían recibido
permiso para construir una comunidad dentro de la tierra Terránea hace tres
generaciones humanas. Junto con las empresas de la ciudad, los Intuye dirigían
una granja de productos, una granja lechera, y el rancho que criaba los
caballos que necesitaban, así como el ganado para la carne.
—Parece que no
somos los únicos que se enteraron de esto, — dijo Tobias.
Algunos de los
Cuervos, Halcones y Águilas habían descubierto los cadáveres temprano en la
mañana y dieron la voz de alarma, y Joe, a su vez, partió rumbo al rancho de
Pradera de Oro en busca de Tobias y sus hombres, así como el equipo necesario
para hacer frente a la carne disponible. Pero los hombres que trabajaban en el
rancho -de propiedad humana- adyacente a la tierra Terránea, debían de haber
sido advertidos también, porque Joe vio a tres camiones y una docena de hombres
de pie cerca del ganado muerto.
—Detente aquí,
— dijo Joe—. No queremos estar hocico con hocico con ellos.
Tobias frenó y
estacionó la camioneta. Joe se bajó y abrió la puerta trasera para que los tres
Lobos que habían estado montando en la parte posterior salieran. Saltaron e
inmediatamente comenzaron a comprobar la zona por los olores. Lo mismo hicieron
los Coyotes que estaban en la parte trasera de la segunda camioneta. Su tercer
vehículo era un tráiler de la ciudad, ya que tenía un cabestrante y podría
llevar grandes cargas pesadas... así como cadáveres. Y el último camión tenía
un remolque de dos caballos anexado, llevar los animales les ayudaría a
arrastrar algo de la carne para el cabestrante.
—Maldita sea,
— dijo Tobias cuando él y Joe estudiaron a los bisontes muertos—. Tiene que
haber un centenar de ellos. Esa cantidad de carne habría alimentado a la ciudad
y el asentamiento por un año o más.
—Más, — dijo
Wyatt Beargard, uniéndose a ellos—. Incluso con alguien como yo, alimentándose
de la carne disponible ahora.
El Oso Pardo
también era un recién llegado al asentamiento. Su olor era suficiente para
disuadir a los bovinos de propiedad humana de "perderse" en la tierra
de los Otros, y su presencia era ahora una advertencia justa a los ganaderos
humanos de que cualquier cabeza de ganado que "escapara" a través de
una ruptura en la valla y se encontrara pastoreando en suelo no arrendado a los
humano, se consideraría una caza comestible.
Por supuesto,
el Oso Pardo no era el mayor depredador en la zona que tenía esa opinión. Más
allá de los pocos ranchos controlados por el hombre en la zona y la ciudad bajo
control humano: Bennett, -que era una estación de paso para los trenes que
traían los suministros-, este era el País Salvaje, y los cambiantes como Joe
eran los enlaces entre lo humano y los primigenios Antiguos, cuyo tamaño y apetito ayudaban a mantener controlado el
número de animales que pastaban en las praderas. También eran los guardianes
del agua que fluía a través de las colinas y proporcionaba una fuente constante
para los residentes y los cultivos de Pradera de Oro.
Claro, los
ganaderos humanos tenían un poco de agua en su tierra, pero el agua que
suministraba a Pradera de Oro corría con una fluidez que los ganaderos
envidiaban. Y como el movimiento HPU se había vuelto más estridente acerca de
lo que los humanos tenían derecho a reclamar, los ganaderos no se molestan en
ocultar esa envidia... fue una observación que Jesse había compartido el día
anterior, cuando Joe fue a la tienda de ramos generales.
Soltando un
suspiro, Joe miró a los Lobos que seguían husmeando los cadáveres de bisontes
más cercanos a la carretera.
«¿Y?»
«La mayoría de
los olores son viejos y nuevos, y coinciden con los humanos dando vueltas en el
otro lado de la carretera,» dijeron. «Tres aromas que no reconocemos. Tal vez
de la ciudad, quizás extraños.»
¿Podrían tres
cazadores haber hecho tal matanza? ¿Por qué no hubo más bisontes huyendo
después del primer par de disparos?
A los humanos no se les permite cazar en nuestra
tierra sin permiso, por lo que los bisontes no los reconocerían como un
depredador y no se habrían alarmado por un animal de dos patas con un palo, al
menos no hasta que algunos de los bisontes comenzaron a morir.
Joe miró el
salegar que el ranchero vecino había dejado para los bisontes... supuestamente
un gesto amistoso. ¿Podría alguien haber puesto esa droga, Bienestar, en el salegar para que los animales quedaran pasivos? Le
habían dicho que las drogas Repasando al
lobo y Bienestar, no habían
causado ningún problema en esta parte de la región del Medio Oeste, pero eso no
quería decir que las drogas no podría llegar aquí ahora. El hecho de que el
Controlador, el hombre que había hecho las drogas, hubiera muerto, no
significaba que el suministro se hubiera agotado por completo. Pero, ¿cuántos
humanos -más allá de los selectos agentes de policía- sabían que las drogas se
fabricaban a partir de la sangre de las Casandra de sangre? Algunas de esas chicas
todavía estaban siendo atendidas por humanos. Algunas todavía estaban viviendo
en los Compuestos, más dispuestas a negociar un corte en la piel a que otra
persona se encargara de ellas. Por lo que el peligro que las dos drogas
planteaban, no se había ido, simplemente estaba cubierto con un poco de
suciedad.
«¿Huelen algo
malo con la carne?», Preguntó Joe. «¿Enfermedad? ¿O a esas malas drogas de las
que les hablé?»
Lobos y
Coyotes se detuvieron y luego comenzaron a oler de nuevo.
«Huele a buena
carne.»
Un Lobo
desgarró un bisonte pequeño. Después de comer un par de bocados, esperó. Todos
esperaron.
«Sólo carne,»
informó el Lobo. «No me siento débil o enojado; solo hambriento.»
—¿Cuántos de
estos pueden mantener sus congeladores de carne? — Preguntó Joe a Tobias,
agitando una mano hacia los cadáveres.
—Unos pocos,
pero no lo suficiente, — dijo Tobias—. Floyd Tanner lo sabrá, ya que él es el
carnicero de la ciudad y tiene un gran congelador. La casa de la estancia se
supone que debe guardar alimentos durante un mes para todos los que viven allí,
pero no sé si hemos recogido ya la
oferta de carne de este mes.
—Tenemos una
fresquera en la que almacenamos un poco de carne. Ahí se podría tener uno de
los bisontes más pequeños si lo cortamos. Y Floyd Tanner puede cortar otro
cadáver y distribuir la carne a todas las familias de la ciudad. — Y tal vez él
podría enviar parte de la carne a Simon, la cambiaría por cosas que Simon
pudiera adquirir más fácilmente en Lakeside que aquí.
Tobias parecía
sombrío.
—Esta era una
tercera parte de la manada de bisontes de Pradera de Oro. Incluso después de
que tomemos la carne que podamos, la mayor parte se va a pudrir donde cayeron
los animales.
Joe captó un
salvaje, peligroso aroma en el aire. Lo mismo el resto de los Lobos y Coyotes.
No habrá tanta carne pudriéndose como piensas. Los
Antiguos se reúnen para un banquete. Joe miró a Wyatt. Al igual que el
resto de los cambiantes, el Oso Pardo estaba mirando a la tierra más allá de
los bisontes muertos.
—Vamos a hacer
uso de lo que podamos y alejarnos de la masacre, — dijo Wyatt en un estruendo
sereno.
Joe asintió.
Había un montón de Cuervos, Halcones y Águilas volando en círculos, esperando a
descender por su parte del banquete. Ellos mantendrían un ojo en lo que los
humanos estaban haciendo del otro lado de la carretera.
—Tomemos los
bisontes más jóvenes, —dijo—. Es más fácil para nosotros transportarlos ya que
estamos tratando de aprovechar tanta carne como sea posible. — Luego miró a
Tobias—. Dile a Truman que enganche los caballos.
Tobias miró
por encima del hombro, y luego se apartó de la carretera y dijo suavemente:
—¿El hombre
que está un poco apartado de los otros? Es Daniel Black. Él es el dueño del
rancho. Si le ofrece cualquier carne del ganado, no lo acepte.
Joe ladeó la
cabeza.
—¿Es un
presentimiento? — Los Intuye reaccionaban a lo que los rodeaba... tiempo,
animales, humanos, y cuando uno de ellos se sentía incómodo sobre algo, lo
mejor era prestar atención.
—No es acerca
de la carne, sino sobre nosotros tomando algo.
Tobias se
alejó al mismo tiempo que Daniel Black cruzó la carretera.
—Mal negocio,
— dijo Black—. ¿Tiene alguna idea sobre quién hizo esto?
—Humanos con
armas de fuego,— respondió Joe, a pesar de que debería haber sido obvio para
todos que nada con dientes y garras había matado a los bisontes o querría
desperdiciar tanta comida.
Un cambio en
el olor del humano. Una falta de algo que había estado allí un momento antes. Miedo. Faltaba el miedo ahora. Lo que
significaba que el ganadero se alegraba de que los Terráneos no sabían quién
había disparado a los bisontes.
—Mire, ambos
tenemos el mismo problema: demasiada carne que va a pudrirse. No hay ningún
beneficio en eso. — Black se quitó el sombrero, se rascó la cabeza, después se
puso de nuevo el sombrero—. ¿Quiere algo de mi ganado?
Había algo
malo en los ojos del hombre. Las palabras sonaron bastante amables, pero los
ojos eran severos y vigilantes. Le recordaron a Joe a una serpiente de
cascabel... salvo que la serpiente de cascabel tendría la cortesía de advertirle
de sus intenciones antes de que tratara de morderlo.
—Gracias por
la oferta, pero tenemos un montón de carne. — Hizo un gesto hacia los
bisontes—. He leído en el periódico que algunos lugares humanos no tienen
suficiente comida. ¿Tal vez podría enviarle la carne a ellos?
La severidad
se agudizó en los ojos de Black.
—Ellos no
tienen granos o harina. Necesitan pan, no carne.
—Cuando uno
tiene hambre, la comida es comida. — Al parecer, eso no era tan cierto para los humanos como lo era para los Otros,
ya que su respuesta hizo a Black enojarse, incluso a pesar de que el hombre
trató de ocultar el deseo de morderlo.
—Como quiera.
— Black se volvió hacia sus hombres. Después de unas pocas palabras gruñidas,
se metió en uno de los camiones. Lo mismo hicieron el resto de los hombres.
Ellos se
alejaron, dejando el ganado donde había caído.
Tobias
regresó.
—Hemos
encontrado un par de terneros que fueron asesinados.
—Tómalos; es
carne sabrosa, — replicó Joe, mirando a los hombres partir.
—¿Señor
Wolfgard?
Joe se volvió
hacia el capataz, que de repente olía raro.
—Tú puedes
llamarme Joe.
Tobias
asintió.
—¿Por qué
Wyatt...? — Señaló discretamente.
Joe siguió el
dedo hacia donde el Oso Pardo, que había cambiado sus manos para dar cabida a
las útiles garras, se movía entre los cadáveres, desgarrando los vientres de
unos pocos bisontes.
—Esa es la
segunda razón por la que otros animales esperan para participar en una matanza
de bisontes. Los Lobos y los Osos Pardos pueden abrir el cuerpo y llegar a la
carne. Hace que sea más fácil para que todos los demás puedan agarrar un poco
para ellos y sus crías.
Llenaron el
tráiler con tanto como el vehículo podría llevar, luego, enviaron el vehículo a
Pradera de Oro, donde se descargaría para volver lo más rápido posible.
Los Lobos y
los Coyotes vagaban entre los bisontes derribados, en busca de la carne más
joven. Algunos cadáveres fueron atados a los caballos para transportar por la
carretera. La carne más pequeña fue llevada por los hombres que tiraban
juntos... o por Wyatt solo.
Entonces,
mientras esperaban que el tráiler retornara y los hombres refrescaban a los
caballos, Truman Skye, uno de los trabajadores del rancho, palideció y susurró:
—Dioses encima
y por debajo, ¿qué es eso?
Un bisonte
joven parecía flotar por encima de la hierba, sus patas traseras rozaban el
suelo mientras se alejaba de ellos. El aire brillaba como cuando aumentaba el
calor, pero el brillo también tenía la forma vaga de algo muy grande.
—No has visto
eso, — dijo Joe, su voz peligrosamente suave.
Tobias tragó
saliva.
—¿Qué podría
levantar varios cientos de libras como si fuera nada más que un cervatillo?
Joe miró a los
Lobos y Coyotes. La mitad de ellos estaban prestando atención a los Intuye. El
resto mantenía vigilancia sobre lo que ahora se movían entre los cadáveres,
seleccionando la comida.
Agarrando los
brazos de Tobias y Truman, los dirigió hacia la carretera y gruñó:
—Si desean que
las personas en su ciudad permanezcan seguras, no vieron eso.
Tobias se
encontró con los ojos de Joe... casi, pero no del todo, un reto para la
dominación de Joe.
—Nos ocupamos
del ganado del rancho; acampamos fuera, lejos del rancho cuando necesitamos.
Muchas veces, uno de nosotros está montando guardia en solitario. Si los Intuye
y los Terráneos van a trabajar juntos ahora, se nos debería permitir conocer
algunas de las cosas que sabes. Al igual que lo que hay ahí afuera.
El hombre
tenía un punto. Una de las razones por las que los Intuye y Otros comenzaron
estos acuerdos hace generaciones fue porque reconocían un enemigo común: el
otro tipo de humano.
—Lo que hay
ahí fuera ha estado ahí mucho antes de que tu gente pidiera asentarse en estas
colinas, — dijo Joe—. Este es el País Salvaje con pequeñas bolsas de tierra que
han sido... alteradas... por la presencia humana. Los que bajan de las colinas
para cazar bisontes... Su tipo de Terráneo han existido desde hace mucho
tiempo.
—Pero, ¿qué
son? — Preguntó Tobias en voz baja.
—Son los
dientes y garras de Namid. — Joe se golpeó el pecho—. Los Terráneos como yo,
los llamamos los Antiguos. Rara vez
se desplazan fuera de su verdadera forma, y cuando lo hacen... — Se encogió de
hombros, incómodo por decir más.
—Así que ahora
son conscientes de nosotros.
—Ellos siempre
han sido conscientes de ustedes. Hoy les han permitido tener una visión de quién
vigila, —y juzga—, a los humanos cuando pasan más allá de sus pueblos y
ciudades. En cierto modo, esas colinas son la ciudad de los Antiguos en esta parte de Thaisia.
Localizamos nuestro asentamiento más cerca de tu ciudad con el fin de actuar
como un amortiguador entre ellos y ustedes. Se les permite tener cierto acceso,
a través de nosotros, a la madera, el agua y a la presa que también vive en las
colinas.
—Así que
pretendes que no están ahí fuera, — dijo Tobias.
Joe sacudió la
cabeza.
—Mi forma
Terránea es pequeña en comparación con ellos. Incluso una manada grande de
Lobos no podría sobrevivir a un ataque de uno solo de los Antiguos. Tu eres un depredador pequeño en comparación con
nosotros, por lo que ser respetuoso es tu mejor oportunidad de sobrevivir a un
encuentro con uno de ellos.
Wyatt se unió
a ellos, lamiendo cuidadosamente la sangre de sus garras.
«Les molestó
verte hacer eso mientras te veías en gran parte humano,» Joe le dijo, mirando a
Tobias y a Truman.
El Oso Pardo
le dio a Joe una larga mirada, luego bajó su pata.
—El tráiler ha
regresado. Una vez que carguemos lo que pueda llevar, vamos a tener suficiente
carne.
—Queremos la
carne de un bisonte más para el comercio, — dijo Joe.
Wyatt gruñó,
haciendo que Tobias y Truman se encogieran.
—¿Con los
humanos? Han dejado buena carne echar a perder en el calor; no van a querer nada de lo nuestro.
—No con los
humanos. Quiero saber si podemos enviar algo de esta carne al Courtyard de Lakeside.
Wyatt
finalmente asintió.
—Volveremos
para uno más.
Después de que
arrastraron un bisonte joven más, lo suficientemente cerca para que los hombres
fueran capaces de izarlo hacia el tráiler, regresaron, los caballos fueron
cargados en el remolque y partieron hacia al rancho. El tráiler condujo
lentamente con su carga. Los Lobos y los Coyotes, al haber comido lo
suficiente, saltaron al piso de las camionetas, felices de tomar una siesta en
el camino de regreso al asentamiento Terráneo.
Tobias arrancó
el camión, y luego miró a Joe.
—¿Quieres que
te deje cerca de tu lugar?
Joe sacudió la
cabeza.
—Necesito
hablar con Jesse Walker y usar el teléfono. — Esperó a que Tobias pusiera el
camión en marcha—. ¿Algo más?
—Los Antiguos. ¿Quieren hacernos daño, Joe?
Supongo que los humanos han hecho mucho para joderla últimamente, así que tengo
que preguntar.
Él consideró
sus palabras con cuidado.
—Si honran los
acuerdos que han realizado con los Terráneos, no hay ninguna razón para que los
Antiguos hagan más que vigilarlos y
seguir con sus propias vidas. Sin embargo, ¿Tobias? Si hubieran querido hacerte
a ti y a tu comunidad algún daño, no habrías sobrevivido el tiempo suficiente
para hacer la pregunta.
Tobias puso el
camión en marcha y se dirigió de nuevo a Pradera de Oro.
*****
Sus pasos
llenaron la tierra de un terrible silencio. Se movían entre los cadáveres, inhalaban
los olores mezclados de los Lobos, Coyotes, de los caballos y las bestias de
dos patas llamados humanos.
Se trasladaron
hasta la carretera, donde los olores no se mezclaban. Un olor diferente aquí,
una acidez en el aire que les disgustaba y les recordaba a las bestias humanas
que habían entrado en sus colinas sin su consentimiento. Aquellas bestias se
habían escurrido, como si eso fuera a mantenerlos ocultos de los Terráneos, y
se escabulleron hacia un arroyuelo para recoger algunos guijarros amarillos.
Preguntándose si el nuevo Lobo les había dado permiso, habían dejado a las
bestias llevarse los guijarros e irse. Pero el nuevo Lobo no les había dado
permiso, por lo que la próxima vez que las bestias vinieran por los guijarros
amarillos, se convertirían en carne, y los guijarros serían devueltos al
arroyuelo donde el Terráneo más pequeño las encontraría.
Los humanos
eran todavía nuevos en esta parte de Thaisia, seguían siendo algo que vigilar.
El nuevo Lobo era también algo que vigilar, algo interesante, algo relacionado
con el Lobo que vivía cerca de Etu, el Lobo que estaba siendo observado por
muchos, mientras que los Antiguos en
el este consideraban si los pequeños depredadores llamados humanos eran
necesarios para el mundo.
Desgarraron
los cuerpos de la pradera del trueno y comieron hasta saciarse. Luego,
arrancaron pedazos grandes de carne y regresaron a las montañas para alimentar
a sus crías, para descansar y para vigilar.
Increíble capítulo... Gracias por la traducción, es por ustedes que Anne Bishop se volvió mi escritora favorita ♥ Besos...
ResponderEliminarLo increíble es que sea tan poco conocida en los países de habla hispana. Para nosotras fue un grato descubrimiento.
EliminarOtro tema; Los Antiguos cada vez dan más curiosidad
Concuerdo los Antiguos son misteriosos y están al pendientes de Simón y Meg, de lo que hacen.
ResponderEliminarGracias por los capítulos y también Anne Bishop es mi autora favorita 😍😉
Muchas gracias por hacer posible que leamos historias tan interesantes, Anne Bishop también se ha convertido en una de mis autoras favoritas.
ResponderEliminarme ha sorprendido e intrigado, espero con ansias mas
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestro trabajo. Me gustaria leer mas libros de esta autora pero no encuentro ninguno en español. Lo dicho GRACIAS por su tarea de divulgacion.
ResponderEliminargraciassssssssss :*
ResponderEliminarGracias, espero con ansia los siguientes
ResponderEliminarGracias, espero con ansia los siguientes
ResponderEliminarMuchas gracias
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