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jueves, 16 de julio de 2015

Adelanto Capítulo 25: Visiones en Plata - Anne Bishop



Capítulo 25




Watersday 12 de Maius

—Ella va a estar bien, — dijo Ruth, dándole a Monty una sonrisa tensa—. Vamos a ver una película o leer un libro hasta que regreses.

Monty la estudió.
—¿Karl te dijo?

—Sí. — Ella miró a Lizzy, que estaba sentada en la silla con los brazos envueltos alrededor de sus piernas—. ¿Lizzy lo sabe?

Monty negó con la cabeza. Había pasado tanto ya esta mañana, que no había encontrado el momento adecuado para decirle a su niña que su madre había muerto. Y necesitaba tiempo para considerar las preguntas que podría hacerle. ¿Podrían ambas haber salido si no hubiera perdido la noción del tiempo en el baño, jugando su juego tonto con Oso Boo? ¿Habría muerto Elayne si Lizzy no hubiera contestado el teléfono en la habitación del hotel, confirmando su ubicación?

Él no tenía respuestas. Nunca tendría las respuestas. Pero necesitaba algún tipo de respuesta para que Lizzy no cargara con la culpa y el dolor.

Se acercó a la silla y se agachó, apoyando una mano en los pies de Lizzy.

—Yo sólo quería montar un poni, —ella gimió, rompiendo su corazón con esos grandes ojos llenos de lágrimas.

—Lo sé, pequeña Lizzy, lo sé. Pero esos no son ponis que las personas pueden montar, y deberías haber respetado a la señorita Meg cuando te dijo eso.

—¿La señorita Meg se lastimo porque yo no le hice caso?

¿Cómo explicar la adicción de una profeta de la sangre al corte? ¿Cómo decirle a su hijita que el nuevo corte de Meg fue, de alguna manera, por su causa? ¿Cómo decir eso sin que Lizzy confundiera el corte de Meg con Elayne siendo apuñalada y quedando moribunda?

Al menos los Otros habían sacado a la niña antes de que Meg se hiciera el corte. Pero basado en la reacción de los Lobos, esto no había sido un corte típico, y la vida de Meg había estado en riesgo.

—La señorita Meg es un tipo especial de mujer,—dijo cuidadosamente—. Y ella puede resultar herida cuando algo es más molesto de lo que puede manejar.

—Nathan no me quiere más.

Probablemente, pero él dijo:
—Ya veremos. Tendremos tiempo para hablar más tarde acerca de todas las cosas que te dan miedo que han sucedido. Pero en este momento, la señorita Ruth va a cuidar de ti mientras yo me ocupo de algo con el capitán Burke. ¿Está bien?

Lizzy asintió.

Quería quedarse con su niña. Ella lo necesitaba. Pero tenía que equilibrar esa necesidad en contra del bienestar de toda la ciudad de Lakeside. Así que tenía que resolver el tema de la panadería antes de que los Otros lo resolvieran a su manera.

Le besó la frente de Lizzy, y luego asintió a Ruth, y salió del monoambiente para unirse a su Capitán.


* * *


Sentada en el banco en el estudio de Henry, Meg se quedó mirando la piel en la parte posterior de las manos del Oso Pardo. El estudio no se sentía tranquilo de la forma en que solía hacerlo. Y el Oso en forma humana no se veía tranquilo. Se veía grande y poderoso... y enojado.

—Tuve que cortarme. — Esperaba que Henry la comprendiera dado que Simon no quería hablarle. Esperaba que alguien pudiera entenderla y ayudarla a entender, porque el dolor que la abrumó, había sido demasiado para mantenerlo dentro de sí misma.

—Tenías que hacerlo. — Asintiendo, Henry deambuló por su estudio, mirando las esculturas en diversas etapas de la creación—. ¿Tenías que cortarte cuando estabas fuera de control porque eres demasiado estúpida para tratar de entender lo que estaba a tu alrededor sin cortarte?

Ella lo miró, sorprendida.
—Henry...

—Hemos visto lo suficiente de estos cortes desde que llegaste a vivir con nosotros, para saber que tienes advertencias, esas punzadas que te dicen que algo está mal.—Henry se alzaba sobre ella—. Debiste haber tenido esas punzadas en el Establo Poni, pero no le dijiste a Nathan para que él supiera que algo estaba mal, no te alejaste del Establo Poni para ver si las punzadas se desvanecerían. ¿No es eso lo que has hecho antes de determinar si un corte es necesario?

—Sí, pero...

—En vez de eso, te quedaste, tratando de hablar con una cachorra que pensaba que debería salirse con la suya. Te quedaste cuando ya habías dicho todo lo que había que decir sobre que no podía montar a los ponis.

—¡Pero Lizzy estaba en peligro! — Meg protestó.

—¿Quién de nosotros no sabe ya eso?—Respondió con una brusquedad que la hirió. Ella espera que Simon le rugiera y gruñera, pero no Henry.

—¡Y Nathan estaba en peligro también!

—¡Por tu causa y la de la Lizzy! — Henry rugió—. Colocaste a un Lobo que pensaba que eras su amiga en la posición de estar alrededor de sangre fresca que sabes es un peligro para él. ¿Sabías que Nathan tuvo que hacer el corte? Estabas tan fuera de control, que tuvo que hacer el corte para impedir que te abrieras el vientre.

Meg se quedó inmóvil, tan profundamente conmocionada, que apenas podía respirar. Recordó a Nathan aullando, tanta miseria en el sonido.

—No, —susurró—. No, yo no lo hice.

—Lo hiciste, — Henry gruñó—. Fuego ayudó a mantenerte contenida, y la experiencia ha agudizado sus sentimientos acerca de los humanos en general y de la Lizzy en particular.

—Pero valió la pena, — Meg insistió. Lo que había visto tenía que valer la pena, por todo este dolor que había causado a los seres que le importaban.

Henry sacó un pedazo de papel envuelto alrededor de su navaja plegable del bolsillo. Arrojó ambas cosas en su regazo.

—¿Esto vale la pena por el sufrimiento que causaste?

Ella desenrolló el papel y se quedó mirando las palabras.

Máscara feliz
Cara enojada
Hielera
Corazón
Carne podrida

—Debe haber más. — Ella observó sus manos temblar.

—No. Eso fue todo lo que dijiste.

—Tal vez... tal vez el corte no fue lo suficientemente largo o lo suficientemente profundo. — El corte se sentía lo suficientemente largo y lo suficientemente profundo.

—Tal vez los hombres, como el Controlador tenían razón y las Casandra de sangre no pueden sobrevivir fuera de las jaulas. Quizás las profetas de la sangre no pueden experimentar el mundo como los demás, porque todo y todos pueden ser una excusa para usar la navaja. ¿Es eso lo que debemos decir a los Intuye y a los otros humanos que están luchando para ayudar a estas niñas a sobrevivir? ¿Que las profetas de la sangre necesitan un contacto limitado con otras personas, experiencias limitadas, una vida limitada? De lo contrario se cortaran a sí mismos hasta matarse por encima de cualquier cosa.

—¡No! Henry, ¡lo hice por Lizzy!

—Ninguno de nosotros cree eso.

Ella lo miró, asombrada.

—Se dice que son mil cortes antes del que te mate. ¿Cuántas cicatrices tienes ahora, Meg? ¿Cuántos años te quedaran si te cortas cada tres días? ¿Dices que hiciste este corte por la Lizzy? ¿Qué quieres que le digamos a Sam cuando un día te desangres por un corte que no necesitabas hacerte?

—Henry... —Sollozó. Sus palabras la golpearon como puños.

—Nos haces daño, a todos nosotros. Haces daño a Sam, a Simon y Nathan. Molestaste a los Elementales, a los ponis y a los Sanguinati. Se supone que debes ser la Pathfinder, la que va a encontrar alternativas a la navaja, para que las profetas de la sangre puedan vivir en el mundo exterior.

Presionando una mano en el corte de la cintura, ella lloró. Y cuando Henry se sentó a su lado y puso sus brazos a su alrededor, ofreciendo con refunfuños confort, como podría hacerlo para un cachorro, le dolió más que sus palabras de furia.


1 comentario:

  1. Realmente me emocione por lo que dijo Henry, tiene un punto, pero dolio

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