Capítulo 25
Watersday 12 de Maius
—Ella va a
estar bien, — dijo Ruth, dándole a Monty una sonrisa tensa—. Vamos a ver una
película o leer un libro hasta que regreses.
Monty la
estudió.
—¿Karl te
dijo?
—Sí. — Ella
miró a Lizzy, que estaba sentada en la silla con los brazos envueltos alrededor
de sus piernas—. ¿Lizzy lo sabe?
Monty negó con
la cabeza. Había pasado tanto ya esta mañana, que no había encontrado el
momento adecuado para decirle a su niña que su madre había muerto. Y necesitaba
tiempo para considerar las preguntas que podría hacerle. ¿Podrían ambas haber
salido si no hubiera perdido la noción del tiempo en el baño, jugando su juego
tonto con Oso Boo? ¿Habría muerto Elayne si Lizzy no hubiera contestado el
teléfono en la habitación del hotel, confirmando su ubicación?
Él no tenía
respuestas. Nunca tendría las respuestas. Pero necesitaba algún tipo de
respuesta para que Lizzy no cargara con la culpa y el dolor.
Se acercó a la
silla y se agachó, apoyando una mano en los pies de Lizzy.
—Yo sólo
quería montar un poni, —ella gimió, rompiendo su corazón con esos grandes ojos
llenos de lágrimas.
—Lo sé,
pequeña Lizzy, lo sé. Pero esos no son ponis que las personas pueden montar, y
deberías haber respetado a la señorita Meg cuando te dijo eso.
—¿La señorita
Meg se lastimo porque yo no le hice caso?
¿Cómo explicar
la adicción de una profeta de la sangre al corte? ¿Cómo decirle a su hijita que
el nuevo corte de Meg fue, de alguna manera, por su causa? ¿Cómo decir eso sin
que Lizzy confundiera el corte de Meg con Elayne siendo apuñalada y quedando
moribunda?
Al menos los
Otros habían sacado a la niña antes de que Meg se hiciera el corte. Pero basado
en la reacción de los Lobos, esto no había sido un corte típico, y la vida de
Meg había estado en riesgo.
—La señorita
Meg es un tipo especial de mujer,—dijo cuidadosamente—. Y ella puede resultar
herida cuando algo es más molesto de lo que puede manejar.
—Nathan no me
quiere más.
Probablemente,
pero él dijo:
—Ya veremos.
Tendremos tiempo para hablar más tarde acerca de todas las cosas que te dan
miedo que han sucedido. Pero en este momento, la señorita Ruth va a cuidar de
ti mientras yo me ocupo de algo con el capitán Burke. ¿Está bien?
Lizzy asintió.
Quería quedarse
con su niña. Ella lo necesitaba. Pero tenía que equilibrar esa necesidad en
contra del bienestar de toda la ciudad de Lakeside. Así que tenía que resolver
el tema de la panadería antes de que los Otros lo resolvieran a su manera.
Le besó la
frente de Lizzy, y luego asintió a Ruth, y salió del monoambiente para unirse a
su Capitán.
* * *
Sentada en el
banco en el estudio de Henry, Meg se quedó mirando la piel en la parte
posterior de las manos del Oso Pardo. El estudio no se sentía tranquilo de la
forma en que solía hacerlo. Y el Oso en forma humana no se veía tranquilo. Se
veía grande y poderoso... y enojado.
—Tuve que
cortarme. — Esperaba que Henry la comprendiera dado que Simon no quería
hablarle. Esperaba que alguien pudiera entenderla y ayudarla a entender, porque
el dolor que la abrumó, había sido demasiado para mantenerlo dentro de sí
misma.
—Tenías que
hacerlo. — Asintiendo, Henry deambuló por su estudio, mirando las esculturas en
diversas etapas de la creación—. ¿Tenías que cortarte cuando estabas fuera de
control porque eres demasiado estúpida para tratar de entender lo que estaba a
tu alrededor sin cortarte?
Ella lo miró,
sorprendida.
—Henry...
—Hemos visto
lo suficiente de estos cortes desde que llegaste a vivir con nosotros, para
saber que tienes advertencias, esas punzadas que te dicen que algo está
mal.—Henry se alzaba sobre ella—. Debiste haber tenido esas punzadas en el
Establo Poni, pero no le dijiste a Nathan para que él supiera que algo estaba
mal, no te alejaste del Establo Poni para ver si las punzadas se desvanecerían.
¿No es eso lo que has hecho antes de determinar si un corte es necesario?
—Sí, pero...
—En vez de
eso, te quedaste, tratando de hablar con una cachorra que pensaba que debería
salirse con la suya. Te quedaste cuando ya habías dicho todo lo que había que
decir sobre que no podía montar a los ponis.
—¡Pero Lizzy
estaba en peligro! — Meg protestó.
—¿Quién de
nosotros no sabe ya eso?—Respondió con una brusquedad que la hirió. Ella espera
que Simon le rugiera y gruñera, pero no Henry.
—¡Y Nathan
estaba en peligro también!
—¡Por tu causa
y la de la Lizzy! — Henry rugió—. Colocaste a un Lobo que pensaba que eras su
amiga en la posición de estar alrededor de sangre fresca que sabes es un
peligro para él. ¿Sabías que Nathan tuvo que hacer el corte? Estabas tan fuera
de control, que tuvo que hacer el corte para impedir que te abrieras el
vientre.
Meg se quedó
inmóvil, tan profundamente conmocionada, que apenas podía respirar. Recordó a
Nathan aullando, tanta miseria en el sonido.
—No,
—susurró—. No, yo no lo hice.
—Lo hiciste, —
Henry gruñó—. Fuego ayudó a mantenerte contenida, y la experiencia ha agudizado
sus sentimientos acerca de los humanos en general y de la Lizzy en particular.
—Pero valió la
pena, — Meg insistió. Lo que había visto tenía que valer la pena, por todo este
dolor que había causado a los seres que le importaban.
Henry sacó un
pedazo de papel envuelto alrededor de su navaja plegable del bolsillo. Arrojó
ambas cosas en su regazo.
—¿Esto vale la
pena por el sufrimiento que causaste?
Ella
desenrolló el papel y se quedó mirando las palabras.
Máscara feliz
Cara enojada
Hielera
Corazón
Carne podrida
—Debe haber más.
— Ella observó sus manos temblar.
—No. Eso fue
todo lo que dijiste.
—Tal vez...
tal vez el corte no fue lo suficientemente largo o lo suficientemente profundo.
— El corte se sentía lo suficientemente largo y lo suficientemente profundo.
—Tal vez los
hombres, como el Controlador tenían razón y las Casandra de sangre no pueden
sobrevivir fuera de las jaulas. Quizás las profetas de la sangre no pueden
experimentar el mundo como los demás, porque todo y todos pueden ser una excusa
para usar la navaja. ¿Es eso lo que debemos decir a los Intuye y a los otros
humanos que están luchando para ayudar a estas niñas a sobrevivir? ¿Que las
profetas de la sangre necesitan un contacto limitado con otras personas,
experiencias limitadas, una vida limitada? De lo contrario se cortaran a sí
mismos hasta matarse por encima de cualquier cosa.
—¡No! Henry,
¡lo hice por Lizzy!
—Ninguno de
nosotros cree eso.
Ella lo miró,
asombrada.
—Se dice que
son mil cortes antes del que te mate. ¿Cuántas cicatrices tienes ahora, Meg?
¿Cuántos años te quedaran si te cortas cada tres días? ¿Dices que hiciste este
corte por la Lizzy? ¿Qué quieres que le digamos a Sam cuando un día te
desangres por un corte que no necesitabas hacerte?
—Henry...
—Sollozó. Sus palabras la golpearon como puños.
—Nos haces
daño, a todos nosotros. Haces daño a Sam, a Simon y Nathan. Molestaste a los
Elementales, a los ponis y a los Sanguinati. Se supone que debes ser la Pathfinder, la que va a encontrar
alternativas a la navaja, para que las profetas de la sangre puedan vivir en el
mundo exterior.
Presionando
una mano en el corte de la cintura, ella lloró. Y cuando Henry se sentó a su
lado y puso sus brazos a su alrededor, ofreciendo con refunfuños confort, como
podría hacerlo para un cachorro, le dolió más que sus palabras de furia.
Realmente me emocione por lo que dijo Henry, tiene un punto, pero dolio
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